En el intermedio, enfrentan los tratos crueles e inhumanos que las políticas antimigrantes del gobierno de Donald Trump han impuesto. Incluyen los encierros y el tratamiento como criminales, el hacinamiento en lugares insalubres y el padecimiento de enfermedades que, ahora con la pandemia del covid-19, amenazan directamente sus vidas.
Desde el gobierno del tristemente célebre por corrupto Jimmy Morales, las autoridades de la Cancillería guatemalteca parecen trabajar para Trump, y no para la defensa de los intereses de Guatemala. La suscripción del casi clandestino acuerdo de tercer país seguro ha sido excusa para no cuestionar y aceptar como natural el trato abusivo a quienes intentan un mejor destino.
Si antes de la crisis por la pandemia el trato que se daba a quienes retornaban por deportación era inadecuado, ahora es peor. En una de las tantas mentiras del presidente Alejandro Giammattei, este afirmó que las autoridades estadounidenses garantizaban, mediante certificación escrita, que quienes venían en los viajes de deportación habían tenido evaluación médica y no presentaban síntomas de covid-19. Es decir, en teoría habrían recibido atención clínica y, si hubieran mostrado indicadores de la enfermedad, se colige que habrían tenido tratamiento. Sin embargo, todo indica lo contrario.
El ministro de Salud informó el martes que el 75 % de quienes llegaron en un vuelo de deportación habían dado positivo al covid-19. Previamente, las personas tampoco eran evaluadas como corresponde en Guatemala ni acompañadas en procesos de cuarentena preventiva para ellas y sus familias. Como podían, por sus propios medios y sin transporte público disponible, retornaban a sus casas. A las mismas de las que habrían salido meses o años atrás con la intención de mejorar su situación económica.
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Las normas sanitarias establecen que alguien con riesgo de tener la infección o que la tiene debe pasar cuarentena en aislamiento. Si es en su domicilio, en una habitación exclusiva y, de ser posible, con baño propio. ¿Cuántas casas de quienes han sufrido deportación pueden ofrecer esas condiciones? Si quienes han optado por migrar no lo han hecho por deseo de pasear o por vivir una aventura. Lo han hecho porque no tienen otra opción de vida aquí mismo, en su tierra, en su país, junto a su gente. Para hacerlo han contraído deudas que retornan sobre sus hombros.
Guatemala es un país que expulsa a su gente. La expulsa y se nutre de ella, pues los ingresos por divisas de las remesas representan un alto porcentaje del producto interno bruto (PIB). Según cuentas del Banco de Guatemala (Banguat), en 2019 estas fueron el 13.8 % del PIB, pues llegaron a 10.5 millardos de dólares. De acuerdo con esas cifras, casi se equiparan al ingreso por exportaciones (10.9 millardos de dólares) y superan el monto de la inversión extranjera directa. De hecho, representan más del 90 % del presupuesto del Estado. Pese a ello, cuando las personas cuyo trabajo nutre las remesas familiares son capturadas por la autoridad migratoria estadounidense y luego deportadas, reciben allá y acá un trato cuya crueldad se ha acrecentado con la pandemia.
Como si de un gran logro se tratase, las autoridades del aeropuerto internacional La Aurora mostraron las instalaciones, si es que puede llamárseles así, donde se ubicará a los próximos grupos de personas deportadas. Serán acomodadas en el suelo del tercer nivel para que sigan experimentando la amarga travesía que iniciaron al salir del país. Por si eso fuera poco, la sociedad misma muestra lo más dañino de ella y las trata con desdén cuando regresan.
No son juego las campañas en redes sociales que pretenden criminalizar a las personas deportadas. Pero, si eso es grave, es aún más grave la inacción de las autoridades. No hay un esfuerzo por educar y sensibilizar a la sociedad para que otorgue un trato humano a las personas deportadas. Más bien pareciera estimularse el trato cruel al ofrecer datos incompletos o al no atacar de frente la intención de agredir a migrantes que han sufrido la deportación. No seamos como el Gobierno, que los abandona. Prodiguemos algo de miel que endulce la ya de por sí dolorosa y amarga travesía de quienes vuelven a la fuerza y con la necesidad a cuestas.
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