La conmemoración de este día, como muchas otras fechas, es el gancho perfecto para aumentar las ventas de dulces, chocolates, helados y juguetes. Por esto no soy partidaria de los días conmemorativos, en especial de aquellos que se han convertido en excusa para bombardear con publicidad y consumo. Pero los guatemaltecos somos expertos en celebraciones y este día, lejos de buscar el desarrollo de la infancia, se celebra comiendo pastel, quebrando piñata y repartiendo sorpresas, como queriendo ...
La conmemoración de este día, como muchas otras fechas, es el gancho perfecto para aumentar las ventas de dulces, chocolates, helados y juguetes. Por esto no soy partidaria de los días conmemorativos, en especial de aquellos que se han convertido en excusa para bombardear con publicidad y consumo. Pero los guatemaltecos somos expertos en celebraciones y este día, lejos de buscar el desarrollo de la infancia, se celebra comiendo pastel, quebrando piñata y repartiendo sorpresas, como queriendo compensar, a través de ellas, todo lo que hemos dejado de hacer por la niñez guatemalteca.
Las celebraciones son fáciles y son tan amenas como ver un anuncio de pañales con bebés sonrientes y rollizos. Ir más allá de lo que es agradable para nuestros sentidos, reconocer la pobreza, la desigualdad y la falta de oportunidad traducida en el rostro de millones de niños es para mí el verdadero objetivo de conmemorar a la infancia. Allá afuera, lejos de la realidad desde donde yo escribo, hay miles de ellos que viven en silencio después de haber sido abusados. Un promedio mensual de 35 niños, niñas y adolescentes pierde la vida por causas violentas. Cincuenta por ciento de los niños menores de cinco años se ven condenados a las secuelas que deja la desnutrición crónica, y cada año miles de adolescentes se ven obligadas a dar paso a la maternidad.
El Estado de Guatemala ha asumido la protección de la vida, desarrollo, libertad, igualdad e integridad, a través de la ratificación de la Convención sobre los Derechos del Niño y la Ley de Protección Integral de la Niñez y Adolescencia. Sin embargo, todavía es necesario recordar que mil niños nacen al día, muchos de ellos con el gran desafío de sobrevivir. ¿Y dónde quedan las condiciones de desarrollo? Difícil de garantizar cuando de acuerdo a la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (ENCOVI), cuatro millones de personas menores de 18 años viven en condiciones de pobreza y otras 390,308 viven en condiciones de extrema pobreza.
Pienso en esa foto nota que publicó Plaza Publica hace algunos días. Un mupi haciendo gala de los logros del gobierno ante la desnutrición aguda. A un lado de la publicidad, una mujer con un bebé amarrado a la espalda, frente a ella el canasto de venta de dulces. Su cabeza se encuentra recostada contra la vitrina de un restaurante de comida rápida. No sé si ve hacia adentro o mantiene la mirada perdida. Coronando al niño, una calcomanía con la imagen del nuevo menú de omelette con chorizo. A unos metros de ella, otra mujer sentada en el suelo pidiendo limosna. Para un gobierno que invierte menos de un dólar por niño, niña y adolescente al año, me pregunto, ¿cuánto habrán derrochado en publicidad?
Mientras una niña sueña con terminar la primaria, otra desea ser la princesa que conoció en su último viaje a Disney. El desvelo de una madre que se preocupa porque su niño no muera de diarrea, otra lo vive para poder comprarle a su hijo el último Ipad. En el tiempo que una adolescente trabaja para sostener a su familia, otra se preocupa de no repetir atuendo en la próxima fiesta. Entretanto, las celebraciones continuarán, y la deuda con la infancia se seguirá acumulando.
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