Quienes gustamos de la historia de la medicina sabemos que, durante grandes conflagraciones como la Segunda Guerra Mundial, la comunicación entre los cirujanos de los bandos en conflicto fluía a la velocidad que las circunstancias permitían.
El propósito de aquellos cirujanos era compartir sus experiencias a la luz de las realidades que estaban viviendo y consultar a los otros para mejor obrar en bien de los pacientes que tenían a su cargo.
Ni para Adolfo Hitler fue desconocido ese entramado. Lejos de oponerse, los líderes de las naciones en guerra lo permitían. Y no pocas veces promovieron ese tipo de intercambios. ¿Bondad? ¿Filantropía? ¿Bonhomía? Vaya usted a saber. A mi entender, la posibilidad de beneficiarse ellos mismos en caso de que salieran heridos era su principal incentivo.
Traigo a colación estos sucesos porque a raíz del affaire de la vacuna Sputnik V en Guatemala ha habido mucho parloteo en las redes sociales. Y me he quedado sorprendido (por no decir estupefacto) de algunas opiniones sobre la vacuna rusa que, ¡carajo!, parecieran vertidas por incuestionables expertos en la materia. Las dicen con tanta seguridad que logran disfrazar la ignorancia que hay detrás de semejantes comentarios y confunden así a los incautos.
Argüiré entonces a favor del instituto Gamaleya, una reconocida institución en materia de investigación de vacunas a nivel mundial. Allí fue donde se trabajó esforzadamente para generar la Sputnik V.
Empiezo compartiendo que en lenguaje científico no vale el insano argumento de «yo soy verde y vos sos rojo», menos ante una situación catalogada como calamidad mundial. En lenguaje científico cuenta el bien supremo y nada más. Ahora, el manejo que los políticos (del primer mundo) y los remedos de políticos (del tercer mundo) hagan de a esa calamidad es otro cantar.
El instituto Gamaleya no viene de ayer. Fue fundado en 1891 y en sus raíces hay científicos que estudiaron con el biólogo francés Louis Pasteur, tal el caso de Nikolái Gamaleya, quien gracias a los conocimientos que le proveyeron sus experiencias con Pasteur «abrió en Rusia, en 1896, el segundo punto de vacunación contra la rabia en el mundo».
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Durante el siglo XX, la institución se destacó también por la investigación microbiológica y les hizo frente a terribles epidemias que signaron esa centuria: las del cólera, la difteria y el tifus, entre otras. Ya en el siglo XXI han estado al frente de la producción de vacunas contra el ébola y han sido los abanderados en el desarrollo de vectores adenovirales para la producción de vacunas contra la gripe y el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS, por sus siglas en inglés). Y es justamente ese tipo de conocimiento (llamémosle plataforma) el que han utilizado para producir la vacuna contra el SARS-CoV-2.
En una publicación reciente de la Universidad Católica de Córdoba (27 de enero de 2021) puede encontrarse esta glosa del reconocido traumatólogo argentino Salomón Schächter: «“No soy infectólogo ni epidemiólogo, pero conozco el instituto Gamaleya, que es de donde proviene la vacuna. Es un instituto de epidemiología y de microbiología reconocido con varios premios Nobel en el mundo entero”, indicó. “Es un centro de nivel mundial. Fue fundado en 1891, o sea que tiene una trayectoria de más de 120 años, y desde 1949 lleva el nombre de Gamaleya en homenaje a Nikolái Gamaleya, que fue uno de sus directores”, historió».
Mejor resumen no pude encontrar, y comparten su opinión infectólogos y epidemiólogos de todo el mundo.
Debe comprenderse entonces que en científico no se pelea. Quienes se ponen en plan de reñir o de medrar (incluso en momentos tan críticos como los que estamos viviendo a causa de la acometida del covid-19) son los malos políticos (mentirosos, abusivos y tramposos). Por favor, estimado lector, a ellos hágales frente, no a los científicos. Tenga la seguridad de que los investigadores y quienes aplicamos el conocimiento que ellos generan estamos y estaremos siempre a su servicio. Así que vacúnese sin pena alguna.
Si usted me pregunta cuál es la mejor vacuna, yo le respondo: en momentos de crisis, la mejor es la que tiene a su alcance. Y para nuestra fortuna, todas las que han llegado a Guatemala son confiables.
Los científicos del instituto Gamaleya siempre han estado 20 o 30 años adelante. Ellos están diseñando ya una vacuna contra el SARS-CoV-2 cuya inmunidad durará más de una década. ¿Se puede pedir más? Yo creo que no. A los científicos no.
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