Más allá de los jardines, de espacios privados disfrazados de públicos, de incontables edificios modernos y de los condominios amurallados existe una ciudad con necesidades complejas. Agua potable, vivienda social, infraestructura, orden territorial, transporte urbano, asentamientos, movilidad humana, desechos sólidos e integración de la región metropolitana son algunos de los retos que deben encarar la Municipalidad y la ciudadanía en aras de construir un espacio urbano para todos.
Y es que la ciudad es ese espacio compartido y cohabitado por una infinidad de personas y sistemas distintos, y los retos a los que nos enfrentamos actualmente —y los que vendrán en un futuro próximo— son innumerables.
En su libro La ciudad bien temperada, Jonathan F. P. Rose —un visionario del desarrollo urbano que expone magistralmente el papel del diseño de la ciudad para resolver los principales desafíos ambientales, económicos y sociales de la época— parte de un concepto acuñado por Bach, «la clave bien temperada», para argumentar que, al igual que un instrumento bien temperado, las ciudades pueden (y deben) ser modeladas con sistemas que favorezcan su desarrollo hacia la igualdad, la resiliencia, la adaptabilidad y el bienestar. Esto, con el objetivo de lograr la mayor armonía entre la civilización y la naturaleza: algo que sin lugar a dudas urge en la caóticamente hermosa ciudad de Guatemala.
El autor expone cinco frentes para diseñar y remodelar ciudades de manera que ofrezcan una mayor igualdad de oportunidades:
- Coherencia: lo que ocurre cuando una comunidad tiene una visión y un plan para llevarla a cabo y es capaz de integrar de un modo coherente sus elementos dispares.
- Circularidad: las ciudades tienen metabolismos (energía, información y materiales que fluyen alrededor de ellas). Los sistemas urbanos actuales son lineales y deben convertirse en circulares, siguiendo el comportamiento de la naturaleza.
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- Resiliencia: la habilidad de sobreponerse cuando se está en situación de estrés, lo cual es clave para la adaptación de las ciudades a la volatilidad del siglo XXI.
- Comunidad: la salud o enfermedad de un barrio afecta a sus vecinos de un modo contagioso. El bienestar de las ciudades es colectivo.
- Compasión: condición clave para la restauración y para que nos preocupemos por algo más grande que nosotros mismos, el tejido conectivo entre el yo y el nosotros.
Rose argumenta que «la calidad y el carácter de nuestras ciudades determinarán el temperamento de nuestra civilización» y que «poner exclusivamente el foco en el crecimiento económico no es suficiente para generar un verdadero bienestar». Por esta razón propone planificar alrededor de esos cinco frentes para un futuro incierto, volátil, complejo y ambiguo.
En palabras del autor, la ciudad bien temperada, una ciudad para todos, aspira a la grandeza de Bach, infundida de sistemas que curvan el arco de su desarrollo hacia la igualdad, la resiliencia, la adaptabilidad, el bienestar y la armonía, siempre en constante despliegue entre la civilización y la naturaleza. Por ello es importante reflexionar acerca de cómo se pueden aplicar estas ideas y principios en la planificación y transformación de Guatemala, una ciudad que ha rebasado sus límites quizá porque en el pasado nadie se imaginó jamás la situación actual.
Los problemas urbanos son complejos y se deben enfrentar con inteligencia colectiva. Quizá lo más importante es propiciar una cultura de planificación urbana teniendo como objetivo el bienestar colectivo, pero a través de la responsabilidad individual. Como ciudadanos debemos aspirar a construir una ciudad en la que todos podamos vivir dignamente, a una ciudad bien temperada. Porque la ciudad es de todos, no solo de algunos.
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