Desde la antigua Grecia, pasando por las sufragistas, la mujer lleva siglos luchando por que su voz sea escuchada. Lo que diferentes entidades de los sectores público y privado exigen actualmente respecto a lo que la mujer representa para el desarrollo de las naciones y su importancia dentro de estas va en la misma línea de lo que exponen la doctrina social de la Iglesia (DSI) y la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Tal como lo expuso el papa Francisco en su video de mayo de 2016, el cual, apegado a lo que indica la DSI, dedicó a la importancia de las mujeres: «Es innegable el aporte de la mujer en todas las áreas del quehacer humano, empezando por la familia. Pero ¿con solo reconocerlo es suficiente? Hemos hecho muy poco por las mujeres que se encuentran en situaciones muy duras, despreciadas, marginadas e incluso reducidas a esclavitud».
Por otro lado, la Declaración Universal de los Derechos Humanos no hace distinción entre mujeres y hombres. En su artículo 1 afirma que «todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros». Los artículos posteriores refuerzan este primer enunciado.
En los sectores público y privado, en los últimos años hemos visto un crecimiento exponencial de oenegés y empresas, a nivel nacional e internacional, que se han trazado como objetivo empoderar a las mujeres desde diferentes ámbitos. Tal es el caso de la campaña que lanzó hace unos años Always, #LikeAGirl, la cual buscaba eliminar los estereotipos en los que muchas veces se encasilla a las niñas; el de la organización guatemalteca Sheva, que se enfoca principalmente en tres pilares: la educación, el emprendimiento y el crecimiento personal de niñas y mujeres (especialmente en el interior del país); y el del movimiento Itsokey, que busca promover apoyo a víctimas de violencia y abuso sexual.
Lo que más llama la atención de las tres propuestas es su tono positivo y conciliador: creando lazos, uniendo esfuerzos y construyendo puentes. Hoy por hoy esa visión es débil en muchas de las propuestas que se escuchan en temas relacionados con la mujer. Pero es lo que tanto la mujer como la sociedad necesitan escuchar. Son voces positivas que nos alienten a querer eliminar cadenas, trazarnos objetivos altos y romper paradigmas. Esto, a la luz de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, a la luz de la DSI y a la luz de lo que el sector público y el privado quieren, esperan y necesitan.
Contrario a lo que muchas veces escuchamos en nuestro país, interpreto personalmente que las leyes no van a trazar el rumbo que queremos seguir. La cultura, la educación, la plenitud personal y la correcta compresión de la persona humana sí.
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