En última instancia, todo lo que estoy proponiendo lo hago tomando en cuenta la estructuras formales del mismo liberalismo “democrático”, pero radicalizándolas. Estoy tratando de hacer pensable el planteo de un amigo. Que, por cierto, se ha disgustado conmigo la irreverencia que (unas veces sí, otras no) compartimos. El único ingrediente que agrego es el del criterio ético de la vida.
Ya he explicado algunos puntos sobre el problema de la legitimidad y la validación del sistema, así como el del lucro sobre la muerte que conlleva. Hoy quiero extenderme para mostrar otras determinantes que he venido señalando someramente y que creo merecen aún la pena de ser tratadas. El argumento es el siguiente: el modelo de democracia que prevalece en Guatemala opera como un instrumento de defensa de los intereses de las distintas fracciones de las élites económica, política y mediática. Hace cualquier cosa, menos preocuparse por las necesidades de las mayorías.
Analicemos unos ejemplos de la primera variable: los financistas de campaña. En general, observamos que el Estado tendencialmente capitaliza a distintos sectores de la élite económica. Voy a simplificar el análisis exponiéndolo de la siguiente forma. Para cualquier principiante en análisis político debería estar claro que el Gobierno de la Solidaridad de Álvaro Colom ha privilegiado el apoyo a las corporaciones mineras, petroleras, hidroeléctricas y, últimamente, a los finqueros del Valle del Polochic. Con ello ha quedado evidenciado que los intereses de lucro de las empresas transnacionales y nacionales le son más importantes al Gobierno que las necesidades materiales que permiten reproducir la vida de la mayoría. O, en otras palabras, la inminente muerte de muchos connacionales es solamente una “insignificante” variable de un cálculo mayor determinado por los intereses de enriquecimiento de los grandes capitales.
Por ejemplo, a lo largo de mucho tiempo, las poblaciones indígenas se han visto desplazadas de sus territorios por fuerzas empresariales como los cafetaleros (desde el siglo XIX) o las corporaciones (en el siglo XXI). Este terrible fenómeno ha definido el significado de la “representatividad” en Guatemala. Para el gobierno de Óscar Berger, era evidente el privilegio dado a sectores como el azucarero, el cemento, el café (la criollada) sobre los intereses de las mayorías. En el gobierno de Alfonso Portillo, lo mismo, pero con los contrabandistas. En otras palabras, en el gobierno de Berger se representan los intereses de los criollos, en el de Portillo los de los contrabandistas y en el de Colom los de las corporaciones y algunos finqueros como los Widmann. ¿Será que si estos indígenas hubieran votado por Colom el resultado de hace dos semanas hubiera sido otro en el Valle del Polochic y ahora tuvieran qué comer?
Para todos debería ser sabido que quien paga la marimba manda el baile. Los empresarios y mafias, en tanto tienen capacidad económica para financiarle a los políticos carísimas campañas de manipulación de masas, pues hacen lo mismo. Pagan primero, mandan después.Y, lo “mejor”, se enriquecen con los negocios que le sacan al Estado, aunque sea a costa de la vida de otros guatemaltecos.
No son, entonces, descabelladas o irresponsables las hipótesis que proponen que el sistema actual sirve para posicionar favorablemente unas élites frente a otras y a éstas frente a la mayoría de guatemaltecos. Cada quien tiene sus financistas, a cada uno le han pagado la fiesta, por lo que todos responden a un amo a quien le han de facilitar más enriquecimiento a lo largo de su período de gobierno.
Los financiamientos privados de campaña deberían estar penalmente prohibidos. En sustitución, se podría promover el financiamiento del Estado que ponga en igualdad de condiciones a las propuestas políticas que competirán en la campaña y que permitan el juego de otros actores.
Démosle complejidad al argumento agregando otra variable: los medios comunicación y la manipulación de las masas. Los medios de comunicación también pertenecen a esos empresarios. Dependiendo del dueño, será la dureza en la crítica al gobierno de turno. Cada medio dará un balance mejor si el gobierno que resultó electo representa los intereses de sus dueños y viceversa. Para muestra el botón de PL, que le echa duro a los gobiernos de Portillo y Colom, se convierte en la vanguardia anti-Sandra, pero es dócil y silencioso ante las shucadas de Berger, etcétera.
Lo más terrorífico: políticos, empresarios y medios recurren a las estrategias de manipulación de masas mediante sencillosinstrumentos de marketing político que se diferencian en casi nada de los principios de propaganda de los nazis.
Una comunicación de masas democrática, en términos propiamente políticos, debería estar sujeta a las mismas reglas de la política en general, ya que su poder es demasiado grande como para dejarlo en manos arbitrarias que tienen claros intereses en la economía y la política. De la misma forma, la manipulación de masas en política debería ser castigada penalmente, ya que es perversa. En sustitución se podría promover una comunicación dedicada a informar sobre los planteos políticos, económicos e ideológicos de todas las alternativas ciudadanas.
Entonces, prohibir financiamientos privados, por un lado y la manipulación de los medios masivos, por el otro, tiene mucho sentido en una estrategia política como la que se propone. Comenzaríamos a hacer de la democracia algo más democrático.
El punto central es que quienes quieren hacernos participar solo votando resignadamente, que nos acusan de irresponsables por no querer hacerlo, que alegan que si no votamos no existimos, no tenemos derecho a reclamar y que nos condenan eternamente a escoger el menor de los males, son regularmente los mismos que se benefician de las cosas denunciadas arriba. Y aquí me parece que, además de los que ya se ha señalado arriba, entran también los burócratas/docentes que a gritos pretenden castrar a los alumnos que quieren pensar en alternativas a esta terrible situación.
Sabemos que en realidad el sistema actual representa a los financistas de partidos y campañas, no a la ciudadanía en general. ¿Pero tenemos alternativas más allá de las votaciones? Por el momento, más allá de ir a legitimar las marufiadas de estas personas (políticos, empresarios y medios), podemos exigir representatividad mediante la participación en los movimientos sociales. Imaginemos el trabajo de un movimiento orientado a hacer del sistema algo realmente democrático. ¿qué tendría que hacer?
Dejo la pelota de su lado.
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