El dibujo es descuidado pero su contenido no. La viñeta muestra el diálogo entre dos campesinos en mitad de una tierra yerta y detenida en el tiempo.
–¿Qué día es hoy?
–El mismo.
Hace ya algunos lustros que Maco Quiroa concibió esa idea y desde entonces esos dos campesinos han marchado, y por momentos (y aunque no para todos) la rueda del tiempo ha echado a rodar. Su travesía es tormentosa y crujiente. Esto son algunos de los ruidos que oímos: el viejo sistema de inJusticia que cruje a su paso. (Apenas se astilla, pero se astilla.) Y también sus preparativos para detenerla. El levantamiento de las empalizadas.
Lo raro era el silencio.
Ya no hay silencio. Ya no hay tanto silencio. Lo llaman polarización. Lo demonizan.
Otros lo llaman justicia. La defienden.
Y la rueda rueda.
–¿Qué día es hoy?
–Ya no es el mismo.
2014 ya no es el mismo día –ni año, ni década– que 2010. En 2013 sucedieron más cosas de las que caben en 365 días. Desde 2010 rodó más la rueda de la historia, hacia adelante, de lo que lo hizo en varios quinquenios.
Y por eso, las elecciones que vienen serán distintas, al menos las relacionadas directamente con la justicia, un ámbito hasta ahora bastante controlado cuya institucionalidad en los últimos tiempos ha sido sometida a pruebas durísimas.
El asunto se puede plantear como una dicotomía: o seguimos avanzando o nos volverá a alcanzar nuestro pasado. O seguimos astillando el sistema o le permitiremos reconstruirse.
Iván Velázquez, el jefe de la Comisión Internacional Contra la Impunidad, tan sigilosa y comedida en los últimos tiempos, lo ha insinuado con claridad: sin un Fiscal General independiente, como los dos últimos, su trabajo no tiene sentido. Sin un Fiscal General independiente no se puede hablar de justicia.
De los últimos cuatro años mucha gente aprendió muchas cosas. A no dejar nada al azar y a la suerte; a evitar los cabos sueltos; a desterrar cualquier posibilidad de que se frustren sus intereses; a controlar meticulosamente cada detalle.
Antes, quienes querían controlar el sistema de justicia o las instituciones en beneficio propio, intentaban nombrar o postular un operador, dos. Lo que se intuye ahora es la lógica de la manada, la gran embestida. Algo se fue de las manos y no puede volver a irse de ellas. Y todo el mundo se está moviendo.
Moisés Galindo, miembro del club de la balanza y la daga, ha decidido postularse. Aunque sus credenciales son muy menores comparadas con las de otros candidatos, es difícil saber si en verdad confía en sus posibilidades. El efecto (quizá premeditado) puede ser otro: presentar una candidatura que antagonice a la de la Fiscal General actual, Claudia Paz y Paz, para crear la impresión de que ambas son las que se encuentran en los extremos. De esa manera se allanaría el camino para un aspirante menos controvertido y visto como una opción intermedia.
Y ahí hay más de media docena de nombres, más o menos conocidos, más o menos preparados, más o menos dóciles frente a grupos de interés (los actuales gobernantes entre ellos), que podrían aprovechar la oportunidad.
Igual de ruidosa se presenta la postulación de Conrado Reyes, el Fiscal defenestrado por Colom en 2010 después de que Carlos Castresana, entonces al frente de la CICIG, renunciara para forzar su destitución.
En definitiva, esta no es una elección más, o estas no son unas elecciones más: tan importantes como todas, pero ni más ni menos. Estas elecciones pueden prolongar o revocar la aún débil inflexión que ya aconteció. Pero hay múltiples interesados en evitarlo y en profundizar, como dijo Edgar Gutiérrez en una entrevista en Plaza Pública en otra ocasión, no ya la captura del Estado, sino la reconfiguración del Estado cooptado: no “sólo controlar instituciones estatales sino promover pactos políticos permanentes para rehacer las reglas del juego”.