A menos de un mes de iniciado el juicio contra José Efraín Ríos Montt, ex jefe de Estado de facto, y José Rodríguez Sánchez, ex titular de Inteligencia militar, sobre los cuales ronda la palabra “genocidio”, es necesario que nos dejemos afectar por la historia fratricida que nos ha ubicado en un escenario histórico, ya que no todos los pueblos han tenido la oportunidad de juzgar a sus gobernantes, acción que debe de ser considerada necesaria, pues cuando fueron juramentados, fruto de elecciones o golpes de Estado, escucharon con mayor o menor precisión las siguientes palabras: "Si así lo hiciereis Dios y la Patria os lo premien, si no, El y Ella os lo demanden". Por lo tanto: ¿cuál es el miedo al juicio?
Varios han sido sentados en el banquillo de los acusados, fruto de las acciones dictatoriales que ejercieron. Tal es el caso del ex presidente egipcio Hosni Mubarak, juzgado por represión y asesinatos. El tunecino Zine al-Abdine Ben Ali, cuyas atrocidades cometidas a manifestantes en la llamada “primavera árabe”, le llevó a ser condenado a guardar prisión. Sadam Hussein, que tras la invasión de Estados Unidos, fue ahorcado por orden del Alto Tribunal Penal Iraquí, al relacionarlo con el asesinato de 148 hombres y niños chiíes. Jorge Rafael Videla, encontrado culpable por crímenes de lesa humanidad durante la dictadura en Argentina, y García Mezza, quien llegó al poder de Bolivia por medio de golpe de Estado, ganándose el título de “narcodictador”, y que fue juzgado por los crímenes cometidos durante su dictadura. Poco se han salvado de ser “demandados” y juzgados, pues fue demasiado tarde para escucharles su intento de justificación, tal y como sucedió con Augusto Pinochet en Chile, o Francisco Franco en España.
Sea cuales sean las formas legales que permitan el desarrollo del juicio contra los imputados, –Ríos Montt y Rodríguez Sánchez–, tengamos la certeza que se les juzgará con abogados defensores que utilizarán tesis de defensa que intentarán demostrar su inocencia. Sus nombres serán pronunciados para exaltar las virtudes y aciertos en sus decisiones, específicamente en el Plan Sofía y Victoria 82. Dicho de otra manera, ellos tendrán la oportunidad de explicar y justificar sus acciones, privilegio que fue negado, uno a uno, a los 1,771 miembros del grupo étnico ixil que fueron asesinados, de los cuales se han exhumado los cadáveres de 249 e identificado a 179, según datos presentados por el Ministerio Público durante la primera parte del debate abierto en el juicio.
No tengamos miedo de pensar y discutir sobre esta etapa histórica que atraviesa Guatemala, pues es una oportunidad única que nos ofrece la posibilidad de escuchar el dolor y tristeza producido a cientos de paisanos, fruto de las decisiones de unos cuantos, a quienes no les tembló la voz para ordenar acciones militares, y cuyas ideas eran tan claras y contundentes que sus resultados fueron trágicamente efectivos. Es decir, que cuando nos pregunten sobre el juicio por genocidio, no digamos que no sabemos o que no nos interesa, pues el reto radica en que cada ciudadano informado y atento a los acontecimientos del país, pueda ofrecer sus propias conclusiones históricas y no solo del momento.
Juzguemos pues las acciones de los que tuvieron el poder en el pasado, y si han actuado bien, que la historia los absuelva, y si actuaron erróneamente, que la historia los juzgue. De cualquier forma, de ser encontrados culpables de genocidio, su final será mejor y distinto del que le tocó al ex dictador rumano Nicolae Ceaucescu, que tras un juicio demasiado breve –dos horas–, fue fusilado junto a su esposa en 1989.
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