“¡Golpe al terrorismo global, por la justicia y la libertad!”. El descaro gringo, que en tiempos de George Bush y la invasión a Irak indignó, al punto de movilizar masas en todo el mundo expresando repudio, hoy, además de indignante, se torna hastioso, con la eterna cantaleta del terrorismo: se llenan la boca de justicia, libertades, derechos y democracia, mientras se rehúsan a suscribir una gran cantidad de instrumentos internacionales sobre derechos humanos; se dan el tupé de mantener progr...
“¡Golpe al terrorismo global, por la justicia y la libertad!”. El descaro gringo, que en tiempos de George Bush y la invasión a Irak indignó, al punto de movilizar masas en todo el mundo expresando repudio, hoy, además de indignante, se torna hastioso, con la eterna cantaleta del terrorismo: se llenan la boca de justicia, libertades, derechos y democracia, mientras se rehúsan a suscribir una gran cantidad de instrumentos internacionales sobre derechos humanos; se dan el tupé de mantener programas de cooperación sobre justicia y democracia para enmendar la plana a estas repúblicas bananeras de la impunidad y la ejecución extrajudicial, mientras mantienen templos a la tortura y las operaciones extrajudiciales, como la base de Guantánamo; hablan de legalidad y Estado de derecho (para los demás), mientras actúan como carniceros de la Ley del Talión; piden justicia por el 11 de septiembre, pero se arrogan a la vez el papel de juez y parte, haciendo gala de un anacronismo propio de sistema inquisitivo. Qué más les da, si al no ser parte de los tratados, no pueden ser acusados internacionalmente por sus crímenes de lesa humanidad. Ellos están más allá de los vaivenes del derecho penal internacional. Son los héroes incólumes de los derechos humanos, y la sangre que derraman, los santifica.
Osama Bin Laden, el rostro que con su muerte oficial genera inmediatas ganancias, no solo para los medios de comunicación, sino para la industria de las camisetas y otras baratijas que ya se venden como souvenirs de la muerte del monstruo (con leyendas como “yes, we did”, “Obama got Osama”, “mission accomplished”) es sólo la cabeza visible de este episodio del gobierno de Obama contra Al Qaeda, al igual que Saddam Hussein fue la cabeza visible en la guerra de los gobiernos Bush contra Irak. Junto a estas dos cabezas visibles, ya cortadas, un sinnúmero de muertos civiles —tan civiles, dignos e inocentes como las víctimas del 11 de septiembre— ha caído durante eternas décadas en territorio de los incivilizados enemigos de los derechos humanos. Pero la “justicia” no aplica en esos casos. Ellos no son sujetos de derechos, porque nacieron marcados con el sello del enemigo. A lo sumo serán muertes “no llorables”: daños colaterales en este reino de la hipocresía y los dobles raseros.
Desapareció el monstruo encarnador del terrorismo y el choque de civilizaciones. Ahora seguramente viviremos en paz. Buen trabajo, guys. La inversión ideológica de los derechos humanos y su respectiva matanza continuarán, pero de momento nos han purificado. Qué sería de nosotros sin ustedes. “El mundo es más seguro, es un mejor lugar porque ha muerto Osama Bin Laden”, dice Barack Obama, el irónicamente flamante Premio Nobel de la Paz. Qué tal.
¿De qué enemigo se van a servir ahora para impulsar sus políticas de control social?
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