El macro escenario fue la guerra de Troya contada por Homero y otros autores que han provocado omisiones o adiciones a los poemas homéricos. La historia ha perdurado en el tiempo y no obstante aquel episodio pueda llamársele estrategia, habilidad, astucia o narrarla al mejor estilo de Virgilio que inicia refiriendo a la falsa retirada de los griegos —en labios de Eneas durante su diálogo con Dido—, el trasfondo es el engaño.
El engaño consiste en mostrar como verdad aquello que no lo es y sigue siendo, en el tiempo y la historia, el mejor pedestal de cualquier tipo de caballo de Troya. Y no son pocos aquellos artilugios que, invisibilizados por escenarios de procesos masivos con causas más visibles, contribuyen a magnificar los éxodos migratorios que sufrimos en Mesoamérica.
En este artículo quiero tratar acerca de esos otros engaños, porque la pandemia ha disparado los ingenios, para bien o para mal. Pero, siendo el mal inmenso en su serenidad, pareciera que está ganando el pulso aupado por la falta de certeza jurídica que padecemos, el desgobierno que nos aqueja y los fraudes de todo tipo que parecieran estar en el menú de cada día y con el mejor disfraz.
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Son razones no visibles de la migración (así las llamo yo) y mi propósito es visibilizar a las tres más comunes que han acometido a jóvenes principalmente. Producto de la embestida, esas personas han migrado o están considerando migrar a un sueño que de suyo no alcanzarán y solo agravará su situación actual y la de sus familiares.
La primera consiste en deudas personales contraídas por la ingenuidad o la necesidad (de manera especial por enfermedad a causa de la pandemia). Esta dupla —ingenuidad y necesidad— se vuelve una pócima mortal cuando no se puede pagar los saldos de préstamos contraídos con personas particulares y aquellos otros adquiridos con grupos ilegales que ofrecen financiamiento fácil a baja voz, pero con una exigencia de cobro a muy alta voz y que incluye, ante la falta de pago, muchas amenazas. Solución fácil e ilusoria ante esa terrible realidad: la migración.
La segunda está relacionada con adeudos que corresponden a otras personas y que se contraen por compasión. Son innumerables los casos de jóvenes adultos que, sorprendidos en su buena fe, se han constituido en fiadores de personas mañosas quienes, cuando ya están en posesión del bien o del dinero apetecido, desaparecen como por ensalmo. No hay vergüenza ni escarnio que valga para hacerlas reaccionar.
Estas malas acciones están sucediendo mucho en el interior del país, de manera particular en aquellos lugares donde la palabra y la honestidad tienen un valor tangible. De nuevo, la solución inmediata ante el acoso de los cobradores es migrar hacia el norte de América donde las personas angustiadas creen que conseguirán el trabajo que les permitirá cancelar esas deudas (que no son suyas) y hacerse de algún dinero extra para sí.
La tercera es la pérdida de empleos que no está relacionada con la quiebra de empresas sino con la maldad de quienes apetecen un puesto ya ocupado. Quizá sea este tablado el que mejor se iguale al caballo de Troya. Supe de un caso donde el inmediato inferior se hizo indispensable para su inmediato superior: halagos, falsas delicadezas como muestra de amistad inquebrantable y otras actitudes similares generaron en la persona afectada una desmedida confianza que terminó con unas firmas equivocadas en unos documentos equivocados. Por fortuna no hubo compromiso legal, pero sí administrativo, y una carrera limpia y transparente labrada a través de los años tuvo que ser cesada ante la acometida del mal que como bien lo describe Taylor Cadwell: «Es inmenso en su serenidad»[1].
Estamos en el tercer año de la pandemia. De acuerdo a la historia natural de las epidemias es el lapso donde comienzan a declinar. En vía contraria, es cuando las mezquindades humanas afloran ataviadas con los mejores disfraces. Así que jóvenes, adultos y quienes ya estamos en la tercera edad, a cuidarnos todos de esos otros caballos de Troya porque los caminos sin rumbo no siempre son una acuarela. Migrar no es una opción.
[1] West, Morris (1996). Desde la cumbre. La visión de un cristiano del siglo XX. Argentina: Javier Vergara Editor. Pág. 125.
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