El que puede entra a un sistema fracasado, clasista y excluyente. Educarse significa perder identidades, sacrificar el pensamiento crítico y convertirse en reproductor del colonialismo. No hay nivel, público o privado, que sea la excepción. El Gobierno invierte poco en educación. Estamos casi a la par de Haití, con menos del 3 % del PIB, en tanto Bolivia invierte el 7.3 %, Costa Rica el 7.4 % y Cuba el 12.8 %, con lo cual se convierte en el más alto de América, incluyendo a los mismos Estados Unidos (5 %).
Aparte, investigamos poco y mal. En mi trabajo de investigador me he topado con un ambiente sesgado y precario para formarme y hacer investigación. A los profesionales, que solo investigan para graduarse, les va peor. Lo poco que se investiga crea una élite sobrepasada en su estima académica. Nos sentimos clase aparte y sabelotodos solo por estar investigando en la universidad pública y en las privadas. Con honrosas excepciones, somos víctimas de la mediocridad investigativa, lo cual impacta en una débil incidencia en la realidad colonial que nos atenaza por todos lados a las culturas y clases sociales.
El escenario se complica con la creciente actitud de un sector de profesionales indígenas que intentan hacer investigación descolonizadora sin una metodología teoría y técnica porque ha hecho mella el discurso de que es una imposición occidental que hay que descartar y de que, por lo tanto, se debe investigar desde epistemologías propias. Todo ello suena bien y necesario, parcialmente. Sin embargo, cuando se conocen las investigaciones realizadas, nos encontramos con pocos aportes para profundizar y entender la realidad. Generalizamos demasiado y no pocas veces son nuestros sentimientos, experiencias y anhelos personales los que plasmamos en estudios que deberían develar la riqueza de las relaciones sociales, culturales, económicas y políticas de los pueblos originarios. La epistemología propia, aún ausente.
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Desde un enfoque occidental, positivista o dialéctico, o desde la pretendida visión y comprensión propia, se necesita orden y un mínimo de fundamentación. Desde la autocrítica, pienso que la mayoría no nos posicionamos adecuadamente en uno u otro enfoque. Creo que el reto de investigación desde la academia indígena (si es que cabe el término) es amplio y profundo. El reconocimiento y la inclusión de la diversidad y de la plurinacionalidad requieren toda una base de conocimientos sociales, culturales, políticos y económicos para aportar alternativas a la refundación del Estado.
Pero ello no se logrará si lo hacemos solo desde la emotividad, el deseo y la demanda. Los pueblos requieren fortaleza organizativa, política, económica, cultural y científica para actuar y transitar a la descolonización. Debemos sentir, comprender, interpretar, fundamentar, darle significado y sentido a la realidad, y que la ciencia occidental siga en la comprobación. Ambos enfoques son necesarios.
Por ello, al conocer el trabajo investigativo incipiente, creativo y alternativo de Aurora Nohemí Chaj, este me parece un buen ejemplo de construcción de conocimiento propio de los pueblos. Ella es una arquitecta, cantautora, promotora cultural y líder k’iche’ originaria de Olintepeque, Quetzaltenango, y ha presentado el inicio de una investigación titulada Kem-t’isom, nuchaab’al (Tejido-bordado, mi voz). Creando su propia metodología, Aurora Nohemí indaga en la relación entre el diseño y el contenido de la indumentaria maya y la música. Para ello sistematiza lógicas internas, formas, colores, geometría y distribución espacial para encontrar claves musicales implícitas. En su investigación apunta: «Una de las partes más emocionantes de este proceso fue aplicar los datos de la investigación a una melodía basada en el perfil geométrico de un segmento de güipil. En este caso, el trazo del perfil se utilizó como una notación musical sonora. Ese fue el momento de escuchar el arte textil maya […] En Guatemala, el uso de la indumentaria textil maya es una manifestación visual, una decisión, una declaración de resistencia en una sociedad racista».
La importante investigación descolonizadora de Aurora Nohemí es, retomando a Guzmán Böckler, «la voz que viene del otro lado del silencio y que se manifiesta en las danzas, el arte, la espiritualidad y, sobre todo, el pensamiento abstracto tejido. Esa voz de resistencia que tiene que trascender a lo político con identidad propia para aportar al conocimiento y práctica universal».
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