Populistas y demagogos como él, fundamentalistas y dictadores como Serrano Elías, remedos de conquistadores y de rancios linajes como Arzú, malas fotocopias de las clases medias como Portillo, oligarcas venidos a menos como Berger, tibios como Colom, represores militares como Pérez Molina, fantoches como Jimmy Morales y proclives a la limpieza social como Giammattei, todos del estrato más deteriorado de la mestizo-ladinidad, gobiernan, pero no mandan, y están al servicio de los dueños de la finca Guatemala.
Cambian los gobernantes, y la esencia colonialista perdura. Los discursos son imaginarios sociales que mantienen a la población soñando, víctima de pobreza, racismo e ignorancia, que asolan en permanencia, pero que emergen cruelmente ante las enfermedades, los desastres naturales, la migración y las hambrunas. La oligarquía piensa: «Dejen que sueñen. Eso significa que están dormidos».
Abundan propuestas de fortalecimiento del Estado, reformas institucionales, espacios de diálogo y creación de leyes, todo inoperante y de consumo popular. La integración regional, impulsada por Cerezo, es otro dispositivo de adormecimiento y de consolidación de los dueños de las fincas Estado, que ni por voluntad ni por la fuerza van por la integración, como Justo Rufino Barios, que intentó violentamente la unificación de cinco países para constituirse en «presidente de Centroamérica y jefe militar de la región» (Política económica de 50 presidentes de Guatemala, José Molina Calderón).
En Carta por el futuro de la integración centroamericana, Cerezo propone los siguientes principios:
«Nuestro futuro común debe estar basado en el respeto, tutela y promoción de los derechos humanos; en la igualdad entre los géneros y el empoderamiento de las mujeres y las niñas; en la construcción de una identidad centroamericana; en la solidaridad; en la promoción de la paz y la democracia; en el respeto de la diversidad cultural y étnica de la región; en la mayor inclusión de los pueblos originarios y la población afrodescendiente; en el respeto, armonía y conservación de la naturaleza en una visión de ecodesarrollo; en la habilitación de más espacios de diálogo y participación efectiva para la juventud; en una mayor proyección como región; en la gestión estratégica y efectiva de la cooperación internacional.
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»Nuestro futuro común tiene como principio fundamental permitirnos soñar e imaginar, pero sobre todo actuar en consecuencia con nuestros sueños para crear la región que queremos, la que merecen los pueblos centroamericanos».
Blabladurías siempre incluidas en los considerandos de tantas leyes, en los acuerdos de paz, en políticas públicas, en discursos y planteamientos políticos, y usados por la academia, por organizaciones sociales y por analistas. Sin embargo, desde 1985, todo ello se ha visto poco materializado. Porque, si bien son aspiraciones democráticas, no son del interés de la élite dominante, que no apoya las aspiraciones democráticas del pueblo. El modelo económico y político imperante se basa en privilegios, en alta concentración de la riqueza y en corrupción, impunidad y racismo como bases que lo posibilitan. Este modelo busca la ganancia infinita ante una realidad finita, y eso conlleva la destrucción de la naturaleza y también de la población, ya que, como afirma Antonio Turiel en Petrocalipsis, «es más fácil imaginar el fin de la humanidad que el del capitalismo».
El cambio de modelo significa una tarea teórica y política que es «una cuesta arriba muy pronunciada. La etapa decadente del capitalismo ha arrastrado a millones de seres humanos, incluidos millones de gente trabajadora, a un no pensar en el futuro, a seguir el camino trazado como el único posible, a tragar fake news e ideas completamente reaccionarias o atrasadas, anticientíficas […] Eso significa que la política debe resumirlo todo, que el poder debe pasar de las actuales pocas manos a un poder de tipo democrático, popular, republicano, feminista, anticolonialista, antirracista, socialista, internacionalista».
Pero los obstáculos son los politiqueros que dominan el sistema, como Cerezo, que se encargan de adormecer con falsas y sesgadas ilusiones y dan la espalda al pueblo, al que manipulan para elevarse a los centros de poder del Estado con el único objetivo de seguir gobernando para aprovechar los recursos públicos y no conducir a la población por la senda de la democracia, la justica, el desarrollo y el buen vivir. Por ello, la descolonización de la política es un imperativo.
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