En un principio, la idea de Morales, describe uno de los documentos, era dejar que “el país fluyera con naturalidad”. Convencido de que “locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes” y alumbrado por la experiencia extrema de Bélgica, que pasó año y medio sin gobierno formal, habría optado por sustraerse de sus tareas presidenciales, sumando dicha innovación a la costumbre nacional –exótica en otras latitudes– de gobernar sin programa ni política ni partido.
Los informes de inteligencia filtrados a la prensa sostienen que fue una decisión enteramente personal y no extensiva a otros cargos del Ejecutivo, pero se sospecha que su compañero de fórmula, Jafeth Cabrera, y varios ministros del Gabinete, entusiasmados por el experimento de Morales, lo tomaron como ejemplo y lo acompañaron con su propia inactividad gubernamental. En este periodo de excedencia, ha sido intensa y absoluta su dedicación a sus propios negocios.
Sin embargo, la medida de su futuro equipo parece haber disgustado al presidente in fieri, por su carácter inconsulto y porque, en el escaso tiempo libre que le deja el estudio del Manual para gobernar: 1000 pistas para no tocar lo que no debes (y sacarle plata a Trump con mano de obra barata), ha detectado, como resultado del abandono, una parálisis ejecutiva tan grande que “nuestra orgullosa bandera llora y se muestra sin vida”, según le han oído decir fuentes de entera confianza.
Por este motivo, prosiguen los documentos filtrados, y porque ponerse la banda presidencial le emociona especialmente, dado que lleva los colores de la bandera patria, Morales podría estar sintiendo que es hora de suspender su formación y acometer la, según sus palabras, nada fácil tarea de gobernar a un pueblo que es difícil de gobernar. Atando cabos, los analistas de inteligencia recuerdan que en momentos de contrariedad extrema, Morales ha añadido enigmáticamente en público: “Lo que se ve, se ve. Los hechos arrastran”.
Hay que tener en cuenta, expresa un analista, que Morales a menudo se ha quejado de que muchos problemas que aquejan al país comenzaron antes de que el pueblo de Guatemala le delegara la función de líder, y su voluntariosidad puede responder tanto a las ganas de comenzar a resolverlos sin dilación cuanto a la necesidad de establecer una nueva calendarización de problemas, para mejor repartición de culpas: AJ (Annum Jimmy).
Ante el ímpetu por comenzar de inmediato que ha expresado el politicómico a sus confidentes, los asesores más leales le han aconsejado cautela y prudencia. Consideran que en los últimos meses ha hecho notorios avances con Sócrates y los primeros artículos de la Carta Magna, pero creen que no está del todo listo. Aún precisa controlar, le dicen, su excesiva verbosidad y la versatilidad de su ánimo (que pasa con facilidad de la consternación por los asesinatos en el Hospital Roosevelt a la alegría por celebrar cómo ondea la bandera nacional), además de afinar su comprensión de cómo los convenios internacionales en derechos humanos gozan de jerarquía constitucional y los humanistas, por mala gente que le parezcan, también merecen el derecho a la vida y a expresar sus teorías. Por eso le han pedido que no se apresure y que postergue su toma de posesión hasta el catorce a las catorce.
Pero una duda sacude a Morales: ¿habrá entonces todavía país, o algo?
En caso afirmativo, se especula con que su primera acción tras la investidura será inaugurar el proceso electoral de 2019, para buscar sucesor.
Los informes señalan que ya prepara un volumen con el que legar sus aprendizajes, en forma de fábulas y máximas, al próximo mandatario y a la eternidad, pero advierten con una nota de pesimismo que si Morales todavía cumple su anhelo de asumir el cargo para el cual fue electo, ya no dispondrá apenas de tiempo para demostrar que un político como él, “ni corrupto ni ladrón”, puede atender las necesidades del país y reformar el sistema, como alguna vez prometió en los pocos foros a los que asistió como candidato.
En el momento de las conclusiones, uno de los documentos reflexiona: “Guatemala no es Bélgica. En Bélgica la ausencia de gobierno fue una anécdota mientras que aquí es una tradición democrática: los Ejecutivos locales han sido siempre tan débiles frente a otros poderes que casi ni se les puede llamar gobiernos”.
En otro de los informes, el analista se pregunta: “¿No reparará Morales en el abismo que cava al privilegiar su diversión personal, sus loas a la bandera, sus desayunos espirituales y sus prácticas melodramáticas sobre la dirección seria, digna y estratégica de un país, en un momento de crisis sistémica? ¿No se habrá dado cuenta de que todos los actores políticos recelan de quien tienen enfrente y se precisa de una figura que asuma la tarea de la reforma y la convoque, que haga de bisagra? ¿Que esa figura solo puede ser un líder natural o, en su defecto, como es su caso, un representante electo tal que el Presidente?”. Aquí el redactor pierde la paciencia y agrega: “¡No es él! ¡Es la investidura que pidió, se le otorgó y no asume!”.
“Algunos confiaban en él”, sintetiza un tercero. “Con su ausencia ha abierto un foso de orfandad democrática”. En este punto, no todos llegan a las mismas ideas. Un cuarto analista describe las expectativas que le genera el futuro binomio presidencial, al que llama con familiaridad "Jimmfeth", y lo apuntala con un chiste seguido del emoticono “;-)”: “¿Vos qué sabés hacer?”. “Yo, nada”. “¿Y vos?”. “Yo soy su asistente.”
Otros informes ni siquiera se cuestionan si servirá de algo la investidura de Morales, por considerarlo una pregunta retórica acerca de sus habilidades, y prefieren evaluar con un cinismo apenas encubierto la toma de posesión de Luis Arreaga, el nuevo embajador de los Estados Unidos.