No es novedoso decir que en nuestros países centroamericanos existe una desconfianza brutal a toda propuesta juvenil en lo político, en lo académico, en lo empresarial, en lo social, etcétera, y que las etiquetas injustas que describen a los jóvenes como inmaduros e ineptos rondan la cabeza de los adultos, que sin darse cuenta, al no dialogar y aceptar las ideas de las nuevas generaciones, están actuando de forma infantil e inmadura: las actitudes que tanto señalan y critican en otros.
A este panorama sombrío y excluyente se le suman las razones que justifican la poca oferta laboral, los salarios mínimos, el estrecho espacio en el cual los jóvenes pueden desarrollar sus capacidades y la violencia que los encarcela en su propio país. Lo más fácil para un joven en estas circunstancias es abandonar sus metas y olvidar sus sueños, no porque sea su elección, sino porque la sociedad y el caos programado obligan a cientos de hombres y mujeres a simplemente sobrevivir.
Cada uno de nosotros tendrá historias de compañeros de trabajo o estudio, de familiares y de amigos que abandonaron sus proyectos y metas por una vida de rutina que en nada relaciona dignidad o felicidad con la jornada laboral. Y no me refiero a esa vida que se presenta en las novelas con tinte romántico, en las cuales los sueños se cumplen con pedir un deseo y ver las estrellas. Me refiero a la posibilidad de tener, en algún momento de la vida, la opción de elegir y aventurarse en un proyecto de vida que con el pasar de los años se traduzca en satisfacción y realización personal.
Hace 10 años, cuando era estudiante de Comunicación Social en Nicaragua, tuve la suerte de tener compañeros deseosos de culminar con éxito sus estudios universitarios e involucrarse en proyectos que exigieran vencer los temores y superar los propios límites. ¿Pedir un préstamo económico? ¿Concursar para ser becado? ¿Estudiar en otro país? ¿Trabajar y ahorrar para después estudiar? Tantas preguntas que provocan incertidumbre e inseguridad ante el futuro.
Hace un año, gracias a las redes sociales, retomé la comunicación con dos de mis amigos nicaragüenses que transitaron rumbos distintos al egresar. Miztle se quedó en Nicaragua invirtiendo su energía en diversos trabajos hasta que después de cierto tiempo lanzó su proyecto Comunica tus Ideas, que tiene por objetivo ser un espacio para motivar a jóvenes emprendedores a que expresen sus ideas en libertad e innoven en su país. Y Patricia, quien después de trabajar en campañas y estrategias de comunicación en África, Centroamérica y el Caribe decidió estudiar —con el apoyo de su novio italiano— una maestría en Comunicación Digital en Milán.
Los trazos de vida de mis amigos Miztle y Patricia se escriben rápido. Y pareciera que todo fue fácil. Luego de platicar con cada uno de ellos he confirmado que los incontables momentos de frustración han sido decisivos para avanzar en vez de renunciar, que los mensajes negativos escuchados pueden purificar las intenciones y reformular las decisiones y que todo pequeño fracaso puede servir de aprendizaje para ganar toda la batalla.
Trabajar en equipo, pedir consejo, escuchar y rodearse de profesionales con más experiencia son parte de las actitudes que han permitido que hoy, 2 de octubre, Miztle esté presentando en Nicaragua la segunda edición de Comunica tus Ideas con el tema Tecnología para emprender, con Guillermo Arduino, presentador de CNN en Español, como invitado especial, quien junto con Patricia, una de las inspiradoras nacionales del proyecto, está motivando a los jóvenes a que confíen en ellos mismos y se atrevan a comunicar sus ideas.
De la misma forma como hoy me siento honrado de compartir la historia de vida de Miztle y Patricia, estoy seguro de que todos tenemos amigos que son un ejemplo a seguir y de los cuales vale la pena sentirse orgulloso.
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