Originalmente, el voto nulo obligaba a repetir las elecciones en caso de que superara el 50 % de los votos en cualquier nivel de papeleta: presidente y vicepresidente, diputados por lista nacional, diputados distritales, alcaldes o Parlacén.
El primero de los problemas llegó cuando no quedó claro si se repetirían las elecciones con distintos candidatos o con los mismos. El consenso público era que el voto nulo no tendría sentido si todo lo que hacía era repetir exactamente la misma elección. El punto de este es usarlo para rechazar la oferta electoral y forzar a cambiar la oferta para hacer el proceso más legítimo. Pero no se reguló así en Guatemala. Aquí quedó en que tendrían que repetir asambleas sin la obligación de cambiar a los candidatos.
El segundo problema se deriva de la manera como el TSE contabilizó el voto nulo. Y esto es mucho más grave porque nunca aclaró su regla. De hecho, el presidente sugirió que sería otra la forma de hacerlo.
El error cometido puede poner en entredicho la validez de los resultados. Para entenderlo, hay que conocer los tipos de votos que se podían emitir el 16 de junio:
- Voto válido. Es el que se le otorga a una organización política. Si usted marcó en la papeleta una equis por cualquier partido o candidato, entonces ese fue un voto válido.
- Voto nulo. Es el que no expresa claramente la intención de voto del ciudadano. Si usted no marcó con claridad una equis en la papeleta porque esta ocupaba más espacio, escribió un mensaje sobre lo que opinaba de los candidatos o incurrió en cualquier otra forma de no hacer clara la intención de voto, usted votó nulo.
- Voto en blanco. Es cuando la papeleta quedaba vacía. Si usted no marcó ningún candidato o partido a la hora de ejercer su sufragio, entonces su voto fue en blanco.
- Voto válidamente emitido. Es la suma de los tres anteriores: voto válido, voto nulo y voto en blanco.
- Voto inválido. Es el que no pertenecía a la mesa electoral correspondiente, aquel en el que se revelaba la identidad del votante, etc.
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El TSE calculó el voto nulo sobre el voto válidamente emitido, pero también el porcentaje de votos de un partido sobre los votos válidos, pese a que el presidente del tribunal le había dicho a La Hora que se consideraría el voto nulo como válido a la hora de calcular los resultados.
¿Qué significa esto?
La forma más adecuada de explicarlo es con los resultados del Parlacén, que es donde más voto nulo hubo y donde más evidente se hace la diferencia.
Tomemos, por ejemplo, a la UNE, el partido con más votos en el Parlacén. La UNE tuvo alrededor de 630,000 votos (el 19 %). El voto nulo alcanzó poco más de un millón de votos, cosa que el TSE marca como el 20 % de los votos (vea la figura 1). ¿Cómo es posible que la diferencia porcentual entre ambos sea de un punto cuando la diferencia de votos es de casi 400,000, el 40 % de un millón?
La única explicación es que el TSE lo contabilizó con denominadores (divisores) diferentes.
El porcentaje de votos nulos se calculaba de la siguiente manera para cualquier nivel de elección:
Cantidad de votos nulos/Votos válidamente emitidos
De esta forma:
Un millón de votos nulos/Cinco millones de votos válidamente emitidos = 20 % de votos nulos
El problema es la forma de calcular los votos para las organizaciones políticas. Para cualquiera de estas, en cualquier nivel de elección, los porcentajes se calculaban así:
Cantidad de votos a organizaciones política/Votos válidos
De esta forma:
630,000 votos para la UNE/3.3 millones de votos válidos = 19 % de votos para la UNE
Esta división reduce brutalmente el denominador. Se comparan peras con manzanas, pues. El universo de votos válidamente emitidos siempre va a ser más grande que el universo de votos válidos, pues el primero es un conjunto que incluye al segundo.
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Si ustedes toman una calculadora, pueden ver el valor de su voto respecto de la elección si dividen 1 (ustedes) dentro del total de votos. Pero ese porcentaje va a ser diferente si el denominador es diferente. Un voto entre 100 tiene un valor de 0.01 %, 1 voto entre 1,000 tiene un valor de 0.001 %, y así con cualquier otro denominador. Es normal que los votos valgan distinto entre niveles de elección. Su voto para presidente se compara con otros cinco millones de votos, mientras que su voto para alcalde en Chuarrancho, departamento de Guatemala, se compara con otros ocho mil, cosa que hace que su voto valga más. Lo justo, evidentemente, es que se calcule el valor del voto de un individuo igual que el valor de cualquier otro individuo en el mismo nivel de elección. Esa es la esencia de la democracia: que todos los votos valgan lo mismo. Pero eso no fue lo que hizo el TSE con su voto nulo.
¿Cómo afecta esto a las elecciones? ¿Por qué es tan importante? Por dos razones:
- El valor ponderado del voto de alguien que votó nulo es menor que el del voto de alguien que votó válido en la misma elección.
- Se incrementa de manera artificial el porcentaje de votos obtenido por un partido político. Esto es importantísimo especialmente en la elección presidencial, donde el criterio de mayoría absoluta es que el ganador en primera vuelta lo haría con el 50 % + 1 de los votos válidos, no de los votos válidamente emitidos.
Me explico: imaginen una elección a presidente con 100 votos en total. De estos, 50 fueron nulos. Aquí el voto nulo no tiene validez para repetir la elección. Entonces, no se cuenta para determinar el porcentaje de votos obtenido por las organizaciones políticas. En este mismo escenario, un partido obtuvo 26 votos. Esto equivale al 26 % del voto válidamente emitido, pero al mismo tiempo equivale al 50 % + 1 del voto válido, que es precisamente lo que necesita para ganar en primera vuelta. De esta forma, un partido con 26 votos de 100 gana en primera vuelta.
En esta ocasión la UNE obtuvo el 25 % de los votos en la elección presidencial. Esto está lejos de la mayoría absoluta que se necesita para ganar en primera vuelta. Sin embargo, si calculan el porcentaje de votos de la UNE dividiendo entre el voto válidamente emitido, da un 22 % del total. Estos son tres puntos porcentuales que se le dieron de gratis solo por contar como se les dio la gana. Obviamente, la UNE no es la única beneficiada. Todos los partidos tienen puntos regalados por la forma de contar. Pero ese no es el punto.
El TSE adoptó una postura irresponsable en el conteo de los votos. Se inflaron artificialmente los porcentajes obtenidos por los partidos y, peor aún, se jugó con la igualdad del valor del sufragio. Esto es inadmisible en una democracia moderna.
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