Digo, iba a entrar. Porque en el fondo es un asunto de cabotaje. Y no es que yo sea navío de gran calado ni mucho menos, solo que en el gran contexto de las cosas es de cabotaje y el arte no es mi arroz.
Hace ya muchos años, va para diez quizá, cuando la mara –toda la mara que podía sacar raja de eso– andaba encampanada con lo de que Guate lo que necesitaba eran buenas vibras y soñar, entrevisté a un chavo. Arquitecto creo que era. Fue uno de esos trabajos por encargo, de esos que te dicen: “vos patojo, me gusta como escribís, entrevistate a fulano de tal, que es Gurú, que va a venir a Guate.” Y como a mí me gusta más el pisto que dormir, me fui corriendo a sacarle su entrevista.
No me acuerdo del chavo, no me acuerdo del nombre. Es todo como difuso –a la mayor parte de los recuerdos de mi vida es como si hubieran pasado el dedote sobre la hoja–. Me acuerdo de que tenía barba, de que era gordo y de que lo entrevisté en Cuatro Grados Norte, cuando la mara creía que Cuatro Grados Norte iba a ser como el IRTRA de Reu, pero en la capital y que de pronto todos se iban a dar cuenta de que es más chilero portarse bien y usar las palabras de poder: “por favor” y “gracias”. Ya lo dijo Barney. Si las cabras hablaran, las usarían también.
Otra cosa que recuerdo, y esto sí lo tengo grabado, es que insistía el chavo en un concepto que en ese momento me llevó a pensar que era un farsantazo que venía a meterle la mano en la bolsa a los que lo habían traído para no sé qué evento.
…Thoughtful consideration…
Lo habrá repetido unas diez o quince veces en la media hora que hablamos. Me llevó putas traduciéndolo. Porque es una de esas cosas que no se terminan de explicar así no más. Es como considerar algo pero poniéndole coco a la persona que está adherida a lo que se considera. Como pararse a pensar (pero a pensar con cariño, porque thoughtful tiene matices de aprecio o reconocimiento a las necesidades del otro) y considerar al otro. Considerar, más que en la acepción tradicional de tomar en cuenta o medir con el pensamiento, considerar como cuando uno va con un artesano y pregunta cuánto va a costar e inmediatamente añade, “pero considéreme, oye.”
Porque eso de considerar es importante, es abarcar al otro dentro de la propia mente y tomar en cuenta todas sus dimensiones. Su pasado y su presente (su ya estuvo y su aún no vino), sus defectos y sus virtudes, todo.
Pensaba que era un farsantote porque eso de agarrar dos palabras con significados casi iguales y juntarlas y decir “voilá… a ver mi cheque” es como de farsantes.
Sigo pensando que algo de farsante tenía. Al final toda la gente que nos dedicamos a las ciencias no exactas y las artes oscuras somos un poco farsantes.
Pero años después me queda claro que algo de razón tenía. A la vista de este debate entre artistas o fans del arte y los artistas, queda esa sensación de que el chavo este nos tenía medidos a los chapines. Que quizá se dio cuenta de que antes de insultar, antes de sacar la llave de chuchos de debajo del asiento o antes de pelar el cuete, habría que pararse a considerar al otro. Pararse a considerarlo en toda su dimensión y considerarlo desde una perspectiva de aprecio. En ambos lados.
Pero cuando lo que está en juego es el honor (el honor decimonónico que se salva con la espada), cuando hay que pelear por los espacios tan chicos que hay en un país chico, no sorprende que en lugar de thoughtful consideration haya vergazos.
Y si algo nos gusta a los chapines son los vergazos.
Yo quería hablar de otras cosas. Tenía preparado un texto sobre el terror del desierto en la noche y de cómo hay un lazo que te hace sentir seguro si, en medio de esa oscuridad, sabés que hay un amigo (un hijo) que está pendiente de vos y vos de él. Y de cómo las vidas no dejan de ser así, un desierto oscuro en el que a lo lejos se ven pasar las luces de los carros, en el que tu linterna, tu mísera linterna, penetra la oscuridad y encuentra a tu amigo, a tu hijo, y te da un respiro de saber que está allí. Y de cómo otras veces iluminás donde no es y no está y gritás y no contesta porque está en otra cosa y pensás que lo perdiste solo para darte cuenta de que allí estuvo siempre, a un pasito, perdido en la oscuridad, tan perdido como vos, tan pendiente de vos como vos de él.
De eso quería hablar, no de cosas de cabotaje.
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