Cuando a primera hora del 5 de octubre Juan Carlos Monzón Rojas se presentó ante el Juez B de Mayor Riesgo, Miguel Ángel Gálvez, lo hizo como el intérprete famoso que sabe de las ansias del público por escucharlo cantar, y como tal llevaba bien aprendido el repertorio de las informaciones que —de acuerdo a la estrategia diseñada con su abogado Francisco García Gudiel— iría revelando. Los “hits” se los reservó para la parte intermedia del proceso (que bien podría extenderse hasta por seis meses, según los investigadores). De momento, prefirió sonreír, posar a las cámaras con su implacable traje azul y mocasines negros, y mostrar solo una “probadita” de lo que sabe. O de lo que le convendrá decir sobre “La Línea”, la estructura criminal de defraudación aduanera de la que según las autoridades Monzón formó parte, apenas abajo del expresidente Otto Pérez Molina y la exvicepresidenta Roxana Baldetti, ambos detenidos y procesados por la misma causa.
Monzón Rojas, hasta el pasado lunes el hombre más buscado de Guatemala, tuvo suficiente tiempo para preparar su estrategia de defensa, afinar la voz con la que narraría al juez su versión de los hechos, y ensayar el orden en que iría haciendo sus confesiones. El exsecretario Privado de la Vicepresidencia, contó con “al menos un mes” para preparar su entrega a la justicia, y con ello poner fin a más de cinco meses de huidas y escapes de los investigadores del Ministerio Público y de la Comisión Internacional contra la Impunidad (CICIG), que desde abril pasado le seguían la pista. “Creemos que el día en que (el expresidente Otto) Pérez Molina fue ligado a proceso y enviado a prisión, Mozón decidió entregarse”, asegura una fuente cercana a la investigación. “Tras la caída de Pérez Molina, (Monzón) empezó a perder la protección de quienes lo resguardaban, y temió por su vida”, agrega.
No dio detalles sobre los sitios en que permaneció escondido ni de las personas que le protegieron mientras huía. Tampoco explicó los medios a través de los que se comunicaba con sus familiares. Solo dijo que no se entregó antes porque considero que no "había condiciones” para ello, que hace un par de meses quiso hacerlo pero que —alguien a quien no identificó— amenazó a su esposa, y que se decidió ahora motivado porque “las dos personas que mencionó el señor fiscal que lideraban esta estructura (Pérez Molina y Baldetti), ya están con las autoridades”.
Sereno y sin titubear, ofreció “decir la verdad” y se declaró a sí mismo como “el eslabón que necesita el MP” para esclarecer los hechos que investiga. Sin embargo, antes de declarar pidió seguridad, garantías de que ni él ni su familia serán víctimas de venganzas o ajustes de cuentas por parte de sus cómplices. “Usted no tiene ni idea de la capacidad que aún tienen para hacerme callar. Diré la verdad si me aseguran la vida”, dijo al juez.
Durante las más de dos horas en las que los fiscales del MP reproducían las escuchas telefónicas que fueron interceptadas entre marzo de 2014 y abril pasado, por medio de las cuales pretendían demostrar ante el juez la responsabilidad de Monzón en los delitos de asociación ilícita, caso especial de defraudación aduana y cohecho pasivo, el exfuncionario se mostraba aburrido, adormitado, cansado. Pero cuando llegó su momento de hablar, retomó el guion que había preparado para su defensa. “Pido perdón al pueblo de Guatemala, a usted señor juez, a mis hijos, a mi esposa, a mis padres, a mis amistades, por haber participado en esta estructura siguiendo instrucciones”. Pero aclaró: “no soy el líder de esta estructura”. Sí formó parte de la “La Línea”, reconoció, pero lo hizo porque “seguía instrucciones”. No especificó quién o quiénes le daban las instrucciones de los hechos relacionados con “La Línea”, pero aseguró que en el Gobierno “no se hacía nada” sin que lo supieran o aprobasen Pérez Molina y Baldetti. Eso, señaló, lo puede ratificar “cualquier miembro del gabinete, cualquier miembro del Partido Patriota, cualquier miembro del Gobierno”. En su caso, anotó, “no se hacía nada sin el conocimiento, la autorización e instrucción de la señora Vicepresidenta”.
Durante casi 20 minutos, Monzón pronunció un discurso ambiguo y a veces contradictorio, en el que sin ser explicito responsabilizó a Pérez Molina y Baldetti de dirigir “La Línea”, aceptó que formó parte de la estructura pero negó haber recibido dinero producto de la defraudación aduanera —Q28 millones al año, según la Fiscalía—, y rechazó conocer a otros de los integrantes de la estructura como el exsuperintendente de Administración Tributaria, Carlos Muñoz —a pesar de que la CICIG cuenta con fotografías donde aparecen juntos—, así como a Julio Aldana y Mynor Pineda, supuestos integrantes de la estructura intermedia.
Además, con el argumento de que Guatemala tiene el nivel de recaudación fiscal más bajo de América Latina, justificó la “instrucción” de Pérez Molina de formar una estructura “que ayudara a la recaudación” en las aduanas. Los responsables de la baja carga fiscal y de los males del país, adujo, no fueron el gobierno del Partido Patriota y sus funcionarios, sino los empresarios que evaden impuestos y defraudan las aduanas. “La evasión fiscal no fue por ‘La Línea’. El objetivo del señor Presidente fue tratar de levantar la recaudación porque estaba bajísima”.
Las cifras millonarias que la prensa ha divulgado como producto de la defraudación aduanera realizada por “La Línea”, no son correctas, aseguró Monzón: “Más adelante, en el apoyo que pueda dar, se van dar cuenta de cuánto fue realmente”. Y a media declaración, hizo un paréntesis para aclarar que en las posteriores fases del proceso pensaba demostrar su testimonio. Luego negó que “El J” o “El Moreno”, como según el MP se le conocía dentro de la estructura, fuera él. “Ustedes hacen alusión de que soy yo, porque El Periódico saca que ‘a tu amigo J lo sacaron en la portada’. ¿Cómo pueden basarse en un medio que ha sido tan cuestionado?”.
Antes de concluir su intervención, el exsecretario Privado de la Vicepresidencia, aseguró que las declaraciones que la semana pasada dio ante ese tribunal, Salvador Estuardo González, alías “Eco”, también procesado en este caso, son ciertas. “Reconozco que Estuardo dijo la verdad en su declaración, pero la dijo a medias”. No porque no haya querido decirlo todo, sino porque era lo único que sabía. “Hasta ahí sabe. Hasta ahí se le permitió llegar. Porque nunca en política se le puede saltar al jefe. Porque uno permite hasta dónde puede llegar la gente”. La otra parte de la verdad, agregó, “la tengo yo”.
Lo que quería dejar claro, dijo Monzón —ya con la voz cansada y para terminar el repertorio previsto— es que él no es el líder de “La Línea”, como días atrás lo aseguran Pérez Molina y Mario Cano, este último abogado defensor de Baldetti. “Ellos no se manejan solos, han de tener instrucciones para involucrarme en algo, pero no soy el líder de esa estructura. La verdad se va a saber, sí y solo sí, me garantizan la vida”.
Luego, con un tono suave y respetuoso —contrario a su tradicional forma de dirigirse a los jueces— el abogado García Gudiel argumentó que Juan Carlos Monzón Rojas, su defendido, no podía ser considerado como responsable de los delitos que le señala el MP y la CICIG, porque lo único que hizo fue cumplir con las instrucciones de sus superiores (Pérez Molina y Baldetti). Por lo tanto, solicitó, debe quedar fuera del proceso. García Gudiel, quien en 2014 dirigió la defensa del general José Efraín Ríos Montt en el juicio por genocidio, también es el encargado de la defensa del exjefe de la SAT, Carlos Muñoz, proceso en el caso de “La Línea”, y de la jueza Marta Sierra de Stalling, acusada en el caso conexo conocido como “Bufetes de la impunidad”, de haber favorecido con medidas sustitutvas de forma fraudulenta a cuatro sindicados de formar parte de la estructura de defraudación aduanera.
El MP y la CICIG, en cambio, pidieron que Monzón sea ligado a proceso y enviado a prisión preventiva mientras concluyen la investigación en su contra, para luego someterlo a juicio. El juez Miguel Ángel Gálvez, que decidirá el martes sobre el futuro judicial de Monzón, ordenó a las fuerzas de seguridad del Estado que garanticen su vida y la de su familia.
Hasta el momento, incluyendo a Pérez Molina y Baldetti, son 40 las personas ligadas a proceso y enviadas a prisión por el caso de “La Línea”. Juan Carlos Monzón Rojas, podría ser la 41. Según fuentes cercanas a la investigación, junto a Salvador Estuardo González, también podrían convertirse en testigos protegidos de la Fiscalía para esclarecer el caso.
Aún falta escuchar los “hits” con orquesta y coros.