Le convino al estado neoliberal de la postguerra, le conviene de nuevo a los mismos sectores antidemocráticos pero que ahora se codean con las mafias que han capturado cada una de las instituciones y los poderes de un régimen político cada vez más desgastado, pero que se recompone para que las cosas sigan igual; en principio beneficiando a los mismos de siempre, aunque a la larga les salga el tiro por la culata. Pues a mayor inestabilidad política, menor crecimiento económico y menor inversión y desarrollo, incluso para sus propios negocios.
Así las cosas en la fincona, el arresto sin legítima autoridad judicial del presidente de elPeriódico, José Rubén Zamora Marroquín, no es necesariamente novedoso en el entramado de cómo operan las fuerzas amparadas por la impunidad. El mismo tipo de intimidación, persecución y arrestos arbitrarios se han efectuado en contra de activistas sociales, líderes indígenas y de derechos humanos, defensores ambientalistas y otros periodistas rurales. Como indica este mismo medio con relación al caso de la periodista Norma Sancir, «en el Ministerio Público se cierran más casos de agresiones contra periodistas de los que llegan a tribunales: en los últimos 18 años solo el 2 por ciento (28 expedientes) del total de casos admitidos (1.187 denuncias) ha obtenido una sentencia condenatoria.»
Como han aseverado periodistas nacionales, la recurrente criminalización del periodismo investigativo por parte de quienes quieren seguir protegiéndose bajo el manto de la impunidad es un patrón que debilita y carcome los pocos espacios que garantizan a la ciudadanía el goce de derechos mínimos como el de informar y ser informados, sobre todo a vísperas de las elecciones generales del año entrante. En lo personal no siempre comparto las tácticas periodísticas del señor Zamora y me disgusta el uso de elPeladero como tribuna pública sin contrastar fuentes u ofrecer usualmente mayor contexto.
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Sin embargo, al margen de este recurso periodístico que no desmerita investigaciones que han destapado casos mayores de corrupción de civiles y militares, la aprehensión de Zamora es a todas luces una afrenta a uno de los últimos eslabones de la democracia en el país (la libertad de prensa), una táctica calcada no solo en la vecina Nicaragua de Ortega-Murillo, sino también de los años de la guerra, en la que las fuerzas represivas se apoyaban en la estrategia de quitarle agua al pez.
En el caso de elPeriódico, parece evidente que el resultado es la aniquilación del mensaje y del mensajero. Peor aún, el mensaje de la alianza que nutre ese narco clepto autoritarismo (parafraseando a Zamora), es tratar de nuevo de silenciar a la oposición política, a las fuerzas democráticas, a los nuevos actores políticos emergentes que ven en la refundación de un nuevo estado el único camino para recuperar la decencia y el camino hacia una sociedad que todavía tiene tantos saldos pendientes con la democratización, la reconciliación, la justicia, la dignificación de los pueblos indígenas como ciudadanos de primera clase, el fortalecimiento de los partidos políticos, la formación de una nueva ciudadanía para los tiempos de la paz, y la necesidad de seguir erradicando a estas mafias parasitarias.
Este es un momento decisivo en la lucha contra el pacto de corruptos y de ese Estado perverso que como afirma Félix Alvarado, funciona muy bien para algunos aunque con ello se sacrifiquen las oportunidades de millones de guatemaltecos que merecen un mejor país del cual ninguno debiera emigrar.
En esta lucha por la hegemonía del poder, el analista Edgar Gutierrez escribe: «¿Quién necesita más a quién? ¿El Pacto [de corruptos] a Giammattei o Giammattei al Pacto?» En lo que se resuelve este nuevo desconcierto, yo digo que la sociedad civil se necesita a sí misma. Toca de nuevo seguir cerrando filas, y a las entidades y líderes y lideresas que velan por el resguardo institucional y democrático, así como a sus aliados internacionales, no silenciar ni sus plumas, ni sus voces, ni sus denuncias. Ni la esperanza.
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