No lo conocí de cerca, pero he conocido su obra, siempre con un mensaje hacia los más desposeídos de nuestro país. Fiel testimonio de fe, guió a la Iglesia guatemalteca en momentos difíciles, y nos dio ejemplo de compromiso. Nuestro mejor homenaje debe ser retomar el espíritu con el cual se empezó a construir la paz, tarea aun pendiente, inconclusa.
Me pregunto cómo sería Guatemala, si todos realmente hubiéramos asumido la implementación de los Acuerdos de Paz, sin regateos, sin intere...
No lo conocí de cerca, pero he conocido su obra, siempre con un mensaje hacia los más desposeídos de nuestro país. Fiel testimonio de fe, guió a la Iglesia guatemalteca en momentos difíciles, y nos dio ejemplo de compromiso. Nuestro mejor homenaje debe ser retomar el espíritu con el cual se empezó a construir la paz, tarea aun pendiente, inconclusa.
Me pregunto cómo sería Guatemala, si todos realmente hubiéramos asumido la implementación de los Acuerdos de Paz, sin regateos, sin intereses de grupo, únicamente con los intereses de nación. Monseñor en su último mensaje nos describe cómo está hoy Guatemala, el dolor de su pueblo y las incomprensiones existentes.
"Vienen a mi mente las miles de personas que viven hacinadas en los barrancos de nuestra ciudad, los indígenas de todas las etnias que vienen a la urbe metropolitana buscando un porvenir que no encuentran en sus propios lugares, los migrantes, los campesinos, los ancianos, los niños abandonados a su suerte, los jóvenes que no tienen respaldo familiar, las mujeres que deben sostener solas un hogar sin la compañía de un esposo, etc. Son tantas las situaciones en las que se manifiesta la profunda injusticia que vive nuestra Patria. Vienen a mi mente las víctimas de la violencia, de los secuestros y extorsiones así como las de los desastres naturales; rostros de seres humanos que pasan a diario por el sufrimiento. El escenario muchas veces ha sido terrible: impunidad, corrupción, crimen organizado, depredación de la naturaleza, amenazas contra la vida naciente, cultura de la muerte. Situaciones en las que no he querido ni podido quedarme callado, aún a costa de incomprensiones por parte de aquellos que no comprenden que parte esencial del ministerio de un obispo consiste en alzar su voz para denunciar todo aquello que aparta del Reino de Dios. Con espíritu de fe he sobrellevado este sufrimiento, uniéndolo a de Cristo en la cruz y al de tantas personas y familias que lo sufren diariamente por la pobreza y miseria en la que se ven sumidas, aún a pesar de vivir en medio de la abundancia y el derroche".
Sus palabras deben llevarnos a la reflexión, hay problemáticas que durante décadas se han venido diagnosticando, discutiendo y sobre las cuales se han realizado infinidad de propuestas y acuerdos. Nada es nuevo, y el sentimiento que queda es que hemos perdido demasiado tiempo. Guatemala padece muchas enfermedades, postergar la atención a las mismas nos ha dado como resultado una Guatemala, no solo más pobre sino más violenta, más intolerante. Por ello se hace necesario recuperar el tiempo perdido y dar pasos firmes. Hay temas nacionales que deben unirnos, la salud, la seguridad, el fortalecimiento institucional, son temas no negociables, son temas que deben ir más allá de las banderas político partidistas, son temas de nación. El hambre de un pueblo, la salud y la seguridad no pueden ser temas de oposición por oposición, porque solo podemos superarlos si unimos esfuerzos, cada quien desde su espacio haciendo lo propio. Por eso el ejemplo de Monseñor Quezada es inspirador. Construir no es fácil, requiere de propuesta, iniciativa, perseverancia, humildad, liderazgo, discernimiento, y una gran dosis de compromiso.
Nuestro mayor homenaje es el compromiso de construir una Guatemala con justicia social, incluyente, en donde se respeten los derechos humanos. Porque la paz es bienestar, no es algo abstracto.
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