La vi junto a un mi amigo hablando en televisión. Al margen de que no me cuadra mucho la historia de cómo descubrieron el plagio, la escena era surreal. Ella, hablando de cómo los ciudadanos se anotaron una victoria a través de las redes sociales y él haciendo digresiones sobre el mercado editorial.
Eso sucede cuando uno pasa mucho tiempo con la cabeza metida en la arena o en alguna otra parte en donde no brilla el sol. En Facebook, por ejemplo.
El descubrimiento del plagio de Baldizón ha sido un duro golpe para él. Sin duda. Para su ego y para sus aspiraciones de presentarse como hombre académico. Ahora, en mi humilde opinión, su derrota termina allí.
Yo era de los que pensaba que el hombre iba a sufrir por eso. Pero, la verdad, un comentario en Facebook (yo también soy uno de esos que tiene la cabeza metida en alguna parte oscura a veces), un comentario de Quique Godoy, me hizo ver la realidad.
Y lo cito para que no me caigan las hordas anti-plagio asistidas por google y las páginas dedicadas a eso de desenmascarar ladrones del trabajo académico de otros. Más bien lo parafraseo: De ocho millones de votantes, 7.5 millones no saben nada del plagio y los otros 500 mil de cualquier forma no iban a votar por Baldizón.
No deja de tener razón. Pero antes de que me linchen vivo, mejor aclaro. No estoy diciendo que estoy de acuerdo con el plagio, ni que yo crea que Baldizón va a ser lo mejor que le pasó a Guatemala desde que el Pin le metió un gol a Brasil, ni menos aún que yo sea de la opinión que desenmascar a alguien que plagia trabajos intelectuales sea una tarea que se deba menospreciar.
Pero, la verdad, el escandalito del plagio ilustra muy bien la forma de pensar de esos 500 mil votantes. O al menos de los que se sienten representantes de ellos en Facebook.
Es decir, asumen que lo que es importante para ellos es esencial para el resto de la gente. Y mientras, el resto de la gente tiene otras cosas en su agenda. Cosas más importantes que si Baldizón plagió o no plagió el libro.
De alguna forma es reflejo de cómo esta constituída la sociedad de un país tan disfuncional. En esa endogamia mental de la clase media-alta capitalina, no hay posibilidad de ver más allá de lo que comentan nuestros cuates en el Feis.
Viven en un estado mental en el que no hay lugar para otros puntos de vista. Al final, cuando uno tiene la razón y es dueño de la verdad siempre queda la tentación de hacer una cruzada nacional para convertir a los comunistas en capitalistas, ladinizar a los indios, iluminar a los atrasados y desaparecer a los resentidos. Hay que convencerlos ya sea por la razón o la fuerza para que entiendan que si están inconformes, molestos o en desacuerdo es por que tienen mala actitud.
Esa forma de pensar opera en ventaja de alguien como Baldizón, o Portillo, o Colom, por nombrar algunos de los terrores nocturnos de los que se escandalizaron con el plagio. Porque si a esa enorme cantidad de gente que no forma parte del subconjunto “yo me escandalizo porque Baldizón se robó unas frases de monografias.com” no le asombró que Colom recibiera dinero de Abadío o que Portillo hubiera matado a dos en una noche de tragos en Chilpancingo, no veo cómo les vaya a calar lo del plagio.
Porque para tanto que compararon a uno, otro y el de más allá con el difunto Chávez, no saben compararse con esa parte del electorado que no le votó y que no podía salir de su asombro cuando apareció el comandante de la boina y las chumpas tricolores. Un grupo social al que le tomó más de una década de chavismo comprender que había que incluir las necesidades de todos en la propuesta electoral a fin de tener oportunidad de llegar al poder. Y para entonces, ya se las habían puesto más difícil que nunca para ganar una elección.
El riesgo es ese. Que de tanto verse el ombligo, no vean cómo llega uno como el comandante de la boina y se hace con el poder, con el congreso, con el ejecutivo, con las cortes y ellos, viéndose el ombligo, sigan creyendo que van a poder impedirlo desde Facebook.
Porque al final de cuentas lo que va a convencer al electorado no es si Baldizón se robó unos textos o no. En el contexto guatemalteco lo del plagio, por indignante que sea, por inadmisible que pueda resultar, no deja de ser un sabroso escándalo para universitarios.
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