Estábamos listos para acceder a los mercados internacionales. Habíamos diseñado nuevas instituciones que permitirían eficiencia gubernamental, con una agenda de políticas públicas cargada de temas vanguardistas que permitirían recuperar nuestras décadas perdidas ya en el marco de una paz recién firmada. ¿Qué ha pasado de esa época para hoy, que la situación cambia, pero no para mejor, sino para peor?
Han sucedido eventos en este período de tiempo que hacen que el presente sea muy distinto a como lo preveíamos a dos décadas de distancia. Hay los que modificaron y complicaron el orden mundial y hay los que complicaron nuestro orden interno, que en su mayoría son materias abandonadas y nos ponen en una situación en la que, aunque no hubieran variado las condiciones mundiales, igual de mal estaríamos en lo económico y en lo social.
En esas dos décadas hemos visto cómo el orden comercial global, en el cual nos sentíamos gallardamente incorporados, se ha fraccionado. Las discusiones retóricas del multilateralismo versus el regionalismo parecían pesadillas irrealizables, pero en menos de cinco años estábamos en la vorágine de la negociación del Cafta, que era la mejor opción. Y ahora se puede sospechar que, si el Nafta cae como chuza de bolos, la siguiente línea le puede tocar a nuestro preciado acuerdo. ¿Y entonces? ¿Qué hacemos? Hay que buscar cómo replantear las estrategias comerciales. Porque fue precisamente en el comercio exterior donde se fijó el norte del modelo de desarrollo. O también puede ser que se construya un modelo alternativo si se sacan el temple y la razón más allá de la rabia de los tuits.
El orden comercial mundial se vio alterado por causas más profundas que los ciclos de producción, de distribución o de consumo. Hay que recordar el 11 de septiembre de 2001, la crisis financiera del 2008, la crisis europea y el brexit, la elección del presidente Trump en Estados Unidos, y, lo que es más importante, ver en estos meses que el contenido de su discurso no era materia de campaña, sino realmente un tema de política pública. Si las condiciones ya no son las mismas, entonces ya se puede cuestionar el modelo. No es cosa de escandalizarse.
Tendremos que construir nuestro nuevo modelo. Debemos empezar por la empresa más importante de todo país: el Estado. El que tenemos actualmente no es eficiente. La discusión no debe ser sobre Estados grandes o pequeños, sino sobre un Estado eficiente y una nación que cuente con instituciones públicas y privadas que garanticen las condiciones para que el modelo funcione. En estos 20 años, la estructura de nuestro Estado y nuestra sociedad fueron alcanzadas a niveles nunca imaginados por prácticas de corrupción y por falta de valores, que se han incorporado y enraizado con carácter cultural y han vedado el que podamos ver que perdimos una generación en el no hacer nada: nada en salud, nada en educación, nada en nutrición, nada en infraestructura, nada en ambiente, nada en nada. Se debe generar la propuesta. Se debe empezar a trabajar en esta. Se deben facilitar las condiciones para construir. Si existe conflicto, que exista, pero que sea un conflicto constructivo.
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