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Un ron emborracha (y contamina) al río Popohuá

"Yo aquí duermo —dice Florián— aunque a veces es insoportable la pestilencia. Hay noches que es insoportable por los desechos que tiran al río".
Tiene apariencia de vinaza, huele como vinaza, se usa como vinaza, pero para el Ministerio de Medio Ambiente… es una “sustancia desconocida”.
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Un ron emborracha (y contamina) al río Popohuá

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Desde hace seis años decenas de comunidades de Retalhuleu han visto cómo sus ríos y lagunas son contaminadas por la vinaza, un fertilizante orgánico utilizado para incrementar la producción de la caña de azúcar. El Gobierno conoce los riesgos que esto representa para la salud y seguridad alimentaria de los pobladores; pero no hace mucho para evitarlo. El ingenio Tululá, el más importante productor de las “mieles” con que se elaboran rones añejos en Guatemala, es señalado como el principal responsable de la polución.

El ecosistema de Buenos Aires empezó a cambiar de manera brusca hace seis años. Los habitantes de esta pequeña comunidad campesina, ubicada en el municipio de San Andrés Villa Seca, del departamento de Retalhuleu, atravesada por el río Popohuá y sitiada por inmensas plantaciones de caña de azúcar, comenzaron a advertir la disminución de los peces en el río y el incremento de las plagas de gusanos y moscas. El río, en el cual la mayoría de sus pobladores se bañaba, pronto fue origen de llagas, ronchas y sarpullidos. Algo había cambiado en sus aguas. Un olor dulzón, más intenso que en otras épocas de zafra, se comenzó a percibir en el aire y pronto tiñó de marrón el afluente.

La comunidad estaba acostumbrada a que cada año, con la zafra producida en los ingenios azucareros vecinos, los desperdicios del procesamiento de la caña, conocidos como cachaza, llegaran a sus aguas arrastrados por las lluvias. Pero lo que observaban era diferente. La vinaza, que empezó a ser utilizado como fertilizante orgánico para aumentar la producción de la caña de azúcar, iniciaba a contaminar el río del cual dependen los pobladores, ponía en riesgo su salud y afectaba sus plantaciones.

Gerardo del Valle

En septiembre de 2013, la Secretaría de Seguridad Alimentaria y Nutricional (Sesan) advirtió que el uso de la vinaza, junto con la aspersión de madurantes y herbicidas que utilizan los ingenios azucareros vecinos, representan un factor de riesgo para la seguridad alimentaria de Buenos Aires y otras comunidades de Santa Cruz Muluá y Champerico, en Retahuleu. Pero desde entonces a la fecha, poco o nada se ha hecho para detener sus efectos.

La vinaza es el último subproducto que se extrae de la caña de azúcar, resultado de la destilación del alcohol. No contiene cantidades nocivas de metales pesados o substancias orgánicas que puedan dañar el suelo, plantas o animales, ya que si las tuviera la fermentación alcohólica no sería posible. Sin embargo, su riesgo de polución se da cuando entra en contacto con fuentes hídricas. La vinaza “es ávida por el consumo de oxígeno disuelto en el agua, que lo utiliza para la oxidación de las sustancias orgánicas, convirtiendo la fuente de agua en un medio anaeróbico, siendo impropio para la vida de peces y otros organismos acuáticos. Por lo tanto para poder descargar vinaza en fuentes de agua es necesario reducir mucho su demanda biológica de oxígeno (DBO)”, explica el estudio Situación de la reducción y uso de la vinaza en la organización Pantaleón-Concepción, citado en su tesis de grado sobre el uso de esta substancia, por el agrónomo Héctor Alvarado.

Mi Buenos Aires querido…

El nombre de esta población es una paradoja: Buenos Aires. No es una ciudad cosmopolita de Sudamérica y tampoco un puerto de escala global. Es una pequeña comunidad a la deriva en un desierto verde, pero de otro signo. Buenos Aires, es un empobrecido parcelamiento, un pequeño reducto boscoso en medio de la costa sur cañera, y el hogar de entre 50 y 60 familias que guardan un bosque y un río que alguna vez los proveyó de alimento.

Empezaron a percibir los efectos negativos que la vinaza provoca en las aguas del río Popohuá hace seis años, relata María Elena Chanas, una mujer menuda y morena de 34 años, una de las integrantes del Consejo Comunitario de Desarrollo (Cocode) de Buenos Aires. Habla parada en medio del río con los pies protegidos por unas sandalias de plástico; con el agua mojando su falda oscura y una blusa verde aqua.

“Cuando ellos tiran esa vastedad (de vinaza) esta termina por llegar al río, en invierno los canales se desbordan con cualquier tormenta y termina por llegar al río y nos perjudica. Antes cuando había mala cosecha, siempre se podía pescar algo y daba para un tiempo de comida, se podía recolectar hierbas a la orilla del río, se podía bañar con esa agua, lavar los trastes, lavar la ropa. Ahora ya no”, dice Chanas, mientras otras mujeres de la comunidad cruzan el río para escuchar su testimonio. A la distancia un niño acuclillado a la orilla de las aguas sumerge un anzuelo.

A 9,5 kilómetros río arriba de Buenos Aires se encuentra el Ingenio Tululá, fuente de trabajo ocasional para los pobladores y de problemas recurrentes para la comunidad, y de donde proviene la linaza que contamina el río Popohuá, el único afluente de agua de la comunidad. En las riveras de este surge el bosque en donde los pobladores cultivan árboles frutales, naranjas, mangos, aguacates e hierbas. En las zonas quebradas cacao, y en las planas maíz y frijoles. De las aguas del río depende el éxito de sus cosechas.

Más allá de sus fronteras, de los límites de su comunidad, se extiende el mar/desierto de los cañaverales, una frontera verde donde algunos podrán trabajar por unos meses al año por Q42 la jornada, pero donde ya no hay tierras para arrendar y cultivar maíz. Hace menos de cinco años podían alquilar una manzana de tierra a Q900 por ciclo de cultivo (entre cuatro a cinco meses). Pero desde que los ingenios empezaron a rentar esas tierras para expandir sus siembras, las mismas extensiones se rentan hasta por Q3 mil, con contratos de 10 a 15 años.

Gerardo del Valle

No hay más. A pesar de estar rodeada de kilómetros de algunas de las más productivas tierras de Guatemala, uno de los bienes más escasos en Buenos Aires es precisamente la tierra. Los habitantes son conscientes de que cada palmo debe ser útil. Cuidan el bosque, que adquirieron a mediados del siglo pasado, por una razón práctica: ayuda a conservar el agua del río.

Fernanda López, otra integrante del Cocode, una mujer robusta y baja de 34 años, explica la principal razón por la cual el río Popohuá es tan importante para la comunidad: en Buenos Aires carecen de cañerías y agua potable entubada; toda el agua que usan proviene del río. Y las aguas de ese río, según el enfermero del puesto de salud local, están contaminadas con vinaza y no son aptas para el consumo humano. Los pozos artesanales que ha logrado cavar, son insuficientes.

—Todo eso (la vinaza) termina por desembocar en el río —dice López— y como no tenemos agua entubada, sino solo pozos artesanales, entonces tenemos que correr al río. Los pozos tienen unas 40 varas de profundidad, no podemos sacar bastante agua como para abastecernos en nuestro hogar. Por eso hemos estado mandando peticiones al ingenio para que nos atiendan, porque nos urge nuestro río, pero no nos han puesto atención. Nunca nos han tomado en serio.

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Bajo un cielo azul despejado y a alrededor de 35 grados centígrados a la sombra, se entiende la importancia del agua. En la comunidad de Buenos Aires hay dos opciones para obtenerla: recorrer los 200, 300 o más metros que suele separar una casa de láminas de zinc del río, o como en el caso del pozo de la casa de Fernanda López, girar una manivela por 15 minutos para llenar una cubeta de cuatro galones de agua.

En el centro de la comunidad, junto a un oxidado rótulo del desaparecido Fondo de Inversión Social que publicita la remodelación de la escuela local hace una década, hay un pozo con manivela mecánica donado por una iglesia protestante norteamericana que da testimonio de las únicas fuentes de agua.

Lo que es bueno para la caña no es bueno para el río

Hace menos de una década el ingenio local de Tululá, productor de alcoholes de alta gama, comenzó a aprovechar un subproducto entonces desperdiciado en la destilación del alcohol: la vinaza. Redes de tuberías cruzaron pronto las propiedades, canales de contención y almacenamiento surgieron en medio de los cañaverales y aparecieron aspersores de riego.

El resultado fue una mejora en la producción de azúcar para el ingenio, y según los comunitarios de Buenos Aires y comunidades vecinas, la lenta muerte de su río.

Un testigo de la degradación del río es el enfermero auxiliar del puesto de salud local, Gustavo Florián. Delgado y fibroso, aletargado por el sol del mediodía, Florián relata su vivencia en la comunidad durante los últimos seis años.

—Yo aquí duermo —dice Florián— aunque a veces es insoportable la pestilencia. Hay noches que es insoportable por los desechos que tiran al río. Cuando eso llega al río se expande por todo el medio ambiente. Al despertar siento ese aire fétido.

Florián describe cómo en el estómago comienza la sensación de nauseas, y las erupciones en la piel de las personas que se bañan en las aguas del río contaminado. Los niños llegan a su puesto de salud llenos de granos, micosis, hongos, piodermitis, infecciones en general de la piel.

—A veces uno se siente inútil —cuenta Florián con lentitud—. Una sola persona acá atendiendo la salud no puede rendir ante tantas cosas. Le soy honesto: me siento incompetente para atender tantas situaciones que se ven.

Hace dos años este enfermero informó de la situación en el Área de Salud de Retalhuleu, pero la respuesta ha sido la misma: atender eso es tarea del Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales.

En septiembre de 2013, la Secretaría de Seguridad Alimentaria y Nutricional (Sesan) alertó sobre los peligros que representaba para la comunidad la contaminación del río y el poco acceso a tierra para cultivo. En el reporte sobre la visita que hicieron técnicos de esa institución entre el 22 y 25 de junio de 2013, se dio cuenta de este problema.

El informe dice que “la salud y la seguridad alimentaria y nutricional de las personas en esta zona no se ve normal, más bien en situación de alto riesgo” (…) “Los síntomas y posibles causas más alarmantes son:

  1. Intoxicación por inhalación durante la noche de humo producto de la quema de caña y olor fétido que se levanta en época de verano a causa de la aplicación de fertirriego con vinaza y estiércol en los sembradíos de caña.
  2. Llagas, granos, salpullido y lesiones en la piel de las personas por bañarse en ríos contaminados con descargas del procesamiento de hule, vinaza no utilizada y arrastres de escorrentía pluvial de cachaza y vinaza, así como las descargas de aguas residuales sin tratamiento de origen doméstico e industrial.
  3. Constantes enfermedades gastrointestinales en las personas por ingerir agua de pozos contaminada con lixiviados de cachaza y vinaza durante la época de lluvias.
  4. Falta de alimentos como maíz, frijol, ajonjolí, coco, cacao, chipilín, naranja, mango, debido a la deficiente aplicación de madurantes y pesticidas en los sembradíos cañeros.
  5. Escasez de pesca artesanal por la muerte de peces, camarones y almejas en ríos, lagunas, esteros y orillas del mar debido a la contaminación con materia orgánica, nutrientes y tóxicos que están siendo descargados en los ríos…”.

Gerardo del Valle

Buenos Aires, la pequeña isla verde en medio del mar/desierto de cañaverales es apenas una de las comunidades del municipio de San Andrés Villa Seca reseñadas en el informe.

El enfermero Florián, con cerca de 20 años en los servicios de salud pública a cuestas y una desganada mirada por el calor del mediodía, resume la degradación del río Popohuá y la comunidad así: “Ahora toda la fuente de comida de la gente se ha perdido. Hace unos tres años si usted recorría el río por las noches podía ver las luces de las luciérnagas. Hoy hasta ellas han desaparecido”.

Un vecino incómodo

El Ingenio Tululá, al cual todos los dedos de los vecinos apuntan como responsable de la contaminación del río Popohuá, es una de las siete empresas propiedad del grupo Industrias Licoreras de Guatemala. Según la estructura organizacional de la empresa este ingenio es parte del área agroindustrial que “se dedica a la siembra, cultivo, corte y molienda de caña de azúcar obteniendo como resultado mieles vírgenes que son la materia prima para la elaboración de nuestros rones añejos”. Entre las marcas de rones añejos que produce esta industria, según lo destacan en su página de internet, destacan el Ron Zacapa Centenario XO, Ron Zacapa Centenario 23 y Ron Botrán reserva. El ADN del grupo Industrias Licoreras de Guatemala se remonta a la fundación a principios del siglo XX de la Industria Licorera Quetzalteca por parte de los hermanos Botrán.

Durante dos semanas Plaza Pública intentó obtener una entrevista con los representantes de esta empresa para hablar sobre este tema. La oficina de relaciones públicas de esa compañía ofreció gestionarla, pero al cierre de esta publicación no concretó una fecha.

Estas son algunas de las preguntas que Plaza Pública pretendía hacer a la licorera.

¿Utiliza el Ingenio Tululá un compost de cachaza y vinaza para mejorar su empleo y reducir contaminación como recomiendan estudios como Situación de la reducción y uso de la vinaza en la organización Pantaleón-Concepción?

¿Qué cantidad de vinaza es vertida en los campos de cultivo al año?

¿Qué medidas de mitigación realiza para evitar que esta substancia llegué a los afluentes de los ríos?

¿Persiste la fumigación aérea de madurantes en cultivos cercanos a las comunidades vecinas?

¿Conocen los daños que la vinaza ha causado en las comunidades vecinas?

¿Han hecho, o harán algo, para reparar esos daños?

En consultas de Plaza Pública al Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales se proporcionaron informes que en al menos una de las denuncias, la realizada por la muerte de peces en la Laguna Mezá, los resultados fueron no concluyentes. Fuentes de otras dependencias dan cuenta de que hubo presiones políticas contra la investigación de la denuncia en los distintos ministerios que participaron en visita de campo efectuada por equipo multidisciplinario al área afectada.

 

Entre las acciones de responsabilidad social empresarial de Tululá, detalladas en la página web de Industrias Licoreras de Guatemala, se indica que cuenta con plantas de tratamiento de aguas residuales para evitar la contaminación, mas no se explica qué proceso sigue el fertilizante orgánico empleado. No se detalla la existencia de un estudio de impacto ambiental, aunque fuentes del sector azucarero señalan que todos los ingenios cuentan con estos estudios, realizados por consultoras pagadas por los mismos ingenios.

El uso de la vinaza para cultivar los campos de caña no es casual. Es parte de una tendencia de la agroindustria encontrarle un uso a los desechos, explica Alex Guerra, director del Instituto Privado para el Cambio Climático (ICC), el centro de investigación financiado por la Asociación de Azucareros de Guatemala (Asazgua) que desde finales del 2013 se encarga de formular la política ambiental de la industria azucarera.

Desde mediados de los años 90, con la Ley General de Electricidad (decreto 93-96) muchos ingenios comenzaron a generar energía quemando bagazo en calderas. En el caso de los ingenios productores de alcohol, además del bagazo se producen mieles de las cuales ya no es posible obtener alcohol, como la vinaza.

¿Qué hacer con este desperdicio, con la vinaza? Una opción para subproductos como la melaza era mezclarla con alimento para ganado y utilizarlo para el engorde, pero la demanda del país no es tan grande como para consumirla toda. ¿Qué hacer con todos estos otros subproductos?

Guerra explica que desde hace unos diez años comenzó el empleo de la vinaza como fertilizante en los campos de caña, se empezó a hacer investigación en el Centro Guatemalteco de Investigación y Capacitación de la Caña (Cengicaña), instituto patrocinado por Azasgua, para usar la vinaza como fertilizante orgánico. El objetivo era regresarle al suelo los nutrientes que se le extraían (en especial elementos como el potasio que devuelve fertilidad a los suelos) y emplear menos abono químico, todo ello además reduce los costos. De allí surge el fertirriego, una mezcla de vinaza con agua para que se pueda esparcir.

Pero ¿qué pasa cuando la vinaza llega al agua? ¿por qué se denuncia la muerte de peces?

—Como cualquier contaminante orgánico —explica Guerra—, si se tirara la vinaza a una fuente de agua por ejemplo, esta consume el oxígeno. Aumenta la demanda química de oxígeno y reduce su cantidad en el agua, si fuera una gran concentración podría provocar la muerte de peces dependiendo de la especie. Es como lo que está pasando en el lago de Amatitlán, solo que allí se recibe los desechos orgánicos de municipios. Entonces aumenta la demanda de oxígeno y deteriora la calidad del agua.­

¿Qué hace el ingenio Tululá para mitigar la llegada de vinaza a los afluentes cercanos?, es otra de las preguntas sin responder por parte de Industrias Licoreras de Guatemala.

El sector azucarero, dice Guerra, toma medidas de contención para evitar esta contaminación. “Pero que estas son internas y depende de cada ingenio”, señala.

El Tululá, aclara el director de ICC, no forma parte de la asamblea general del instituto, aunque si es miembro de Asazgua.

A pesar de que el Reglamento de las Descargas y Reuso de Aguas Residuales y de la Disposición de Lodos” (Acuerdo Gubernativo 236-2006) norma la prevención, el control y nivel de contaminación de ríos, lagos y mares, el Ministerio de Medio Ambiente (MARN) es incapaz de vigilar estos procesos. Por eso, explica Guerra, el MARN optó por pedir a cada sector productivo, como el cañero, crear sus propias “guías ambientales” para regular sus procesos.

De ahí que la política ambiental de los ingenios sea “una política interna”.

Laguna El Mezá: sobrevivir a la vinaza

En el vecino municipio de Santa Cruz Muluá, en el cantón San Antonio Los Mangales, otra comunidad refleja los efectos de la contaminación en sus aguas. La laguna El Mezá aparece como un espejo de agua en medio de la planicie verde. Con alrededor de 50 metros de ancho y 400 de largo, este cuerpo de agua es la principal fuente de ingresos para la Asociación de Pesqueros Artesanales de la laguna El Mezá.

Desde hace 12 años alrededor de 20 familias viven del cultivo de tilapia en jaulas artesanales a las orillas de la laguna. El 29 de mayo del 2013 reportaron la muerte de 228 quintales de peces, lo que les significó pérdidas por Q424,840. La causa de la repentina mortandad fue asociada por los pescadores a una correntada de agua que llevo residuos de vinaza esparcidos en los campos del vecino ingenio Tululá.

Un año después, un segundo vertido mató alrededor de 56 quintales de peces. Para entonces de las 20 familias que integraron la asociación ya solo quedaban seis.

—En el verano riegan la caña con la pura vinaza —dice Raúl Cuyuch integrante de la asociación—. Tienen depósitos grandes en medio, de una profundidad de unos cinco metros y unos 20 metros cuadrados, cuando cae una tormenta esa vinaza se rebalsa, desemboca en los zanjones y llega a esta laguna y cabal se truena (mata) los pescados. Este año ya no presentamos denuncias al (Ministerio de) Medio Ambiente ni al Maga, porque el año pasado solo nos dijeron que podía ser por tener muchos pescados juntos en las jaulas o por las lluvias. No nos hicieron caso.

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Cuyuch conversa sentado a la orilla de la laguna mientras observa las jaulas con los peces.

¿Cómo pudieron evitar mayores pérdidas de peces este año?

—Este año sí escuchamos a los vecinos que trabajan en el ingenio. Nos recomendaron sacar los peces antes de que soltaran la vinaza y comenzara a llover.

Un informe de la Dirección de Normatividad de la Pesca y Acuicultura del MAGA precisa que la muerte de los peces se debió a la falta de oxígeno disuelto en el agua, según el estudio realizado por la Sesan tras visitar la comunidad entre el 22 y 25 de junio de 2013. El reporte de una visita previa de la Unidad de Recursos Hídricos y Cuencas del MARN, realizada el 4 de junio de 2013, también confirma este punto, pero ninguno se atreve a concluir la causa de las muertes de estos peces.

“Se visitó los terrenos de cultivo de caña de azúcar aledaños a las comunidades de Mangales, La Lolita y Buena Vista Chica, cercanos a la laguna El Mezá y sus dos afluentes observando la presencia de sustancias desconocidas de un color oscuro con un olor fuerte. Dicha sustancia se encontró en distintos puntos del terreno sobre el suelo, posiblemente con fines de fertilización del cultivo de la caña. Los depósitos de dicha sustancia están vulnerables a ser arrastrados por escorrentías a causa de las lluvias de la temporada hacia los ríos afluentes de la Laguna Mezá”, señala el informe del MARN.

Tiene apariencia de vinaza, huele como vinaza, se usa como vinaza, pero para el Ministerio de Medio Ambiente… es una “sustancia desconocida”.

El informe de la Sesan es más contundente y desolador para los vecinos de la laguna El Mezá. “Es difícil pensar que mediante la aplicación de la etapa actual del Acuerdo Gubernativo 236-2006 se logre la recuperación de los cuerpos de agua afectados”, precisa.

Oídos sordos, frustración creciente

Los afectados y sus autoridades comunitarias, acompañadas de la Red por la Defensa del Territorio y la Soberanía Alimentaria de la Costa Sur (Red Sur), la Red Nacional por la Defensa de la Soberanía Alimentaria en Guatemala (Redsag); la Asociación para la Promoción y el Desarrollo de la Comunidad “CEIBA”, Comunidades Guatemaltecas por la Defensa de los Manglares y la Vida (Cogmanglar) y otras organizaciones, han denunciado estos hechos desde julio del 2013.

Sesenta y ocho comunidades, 14 del municipio de San Andrés Villa Seca; cinco de Santa Cruz Muluá; y 49 de Champerico, del departamento de Retalhuleu, han denunciado a los ingenios Tululá, El Pilar y Magdalena por la contaminación de los ríos El Mezá, O´c, Peráz, Popoguá, Sis, Kalibó, Jabalí, Cotuza, Kijibalá e Ican; las lagunas de Kalibó, Cotuza, Jabalí, Mezá, O’c y Pital; y la deforestación y contaminación de los esteros El Negro y El Muerto.

El ingenio Tululá ha hecho oídos sordos a las denuncias.

Representantes de los ingenios El Pilar y Magdalena, han aceptado sentarse a discutir el tema con las autoridades comunitarias, con la intervención en ocasiones del diputado del Partido Patriota, Antonio Ralda, o del gobernador de Retalhuleu, Mynor Cordón. “El Sr. Gobernador menciona que en las comunidades Buenos Aires, Lolita y Mángales ya se tienen convenios con los ingenios para arreglar caminos, mejorar escuelas y contratación de trabajadores para la zafra. Los ingenios han ido contribuyendo con algunos insumos y recursos para paliar la situación de los comunitarios, especialmente El Pilar y Magdalena, no así el ingenio Tululá”, señala el informe de la Sesan.

Miguel Enrique Chun, presidente del Cocode Pajales, sector Los Chunes, otra comunidad vecina del ingenio Tululá, que se presenta como presidente del comité de padres de familia de la primaria y de parvulitos, recapitula alrededor de un año de intentos de diálogo con representantes del ingenio vecino, con políticos locales, con organizaciones sociales… y con poca o nula respuesta.

—No queremos que nos venga a ofrecer cualquier cosa —dice enérgico—. Lo que queremos es que dejen de contaminar. Claro que tienen que arreglar los caminos, si son ellos los que los destrozan con los cabezales de dos o tres jaulas cargados de caña.

“Díganme una cosa, ¿qué provecho ha obtenido la comunidad con la llegada de DARSA (Destiladora de Alcoholes y Rones, parte de Industrias Licoreras Guatemaltecas e Ingenio Tululá)?, me preguntó un representante del ingenio —refiere Chun—.

“Buena pregunta”, le dije yo. El único beneficio es ponerse a moronga (emborracharse) con menos billete, aunque no hay mucho billete, porque en nuestra comunidad nadie tiene empleo en el ingenio, solo tenemos los daños —responde.

Para Chun y los representantes de las 11 aldeas de San Andrés Villa Seca y Cuyotenango, la respuesta institucional a sus reclamos por la contaminación de sus comunidades es nula.

—La gente del Ministerio de Medio Ambiente está comprada, Tululá se ríe de nosotros. Clamar al ingenio es como clamar al silencio. No hay respuesta —se queja.

Intentos de negociación a través del diputado oficialista Antonio Ralda, se han saldado en largas esperas infructuosas, señalan los comunitarios.

En consulta con el diputado Ralda este resalta que se basa en los informes técnicos recibidos sobre el caso, “lo importante es que ya se hizo conciencia (en los ingenios) de que podría haber una contaminación y que hay que mejorar los sistemas de producción”. Respecto a las negociaciones con ingenios como Tululá, para tomar acciones de mitigación Ralda responde que no puede brindar ninguna información al respecto.

¿Por qué la empresa no desea entablar un diálogo con sus vecinos? Una pregunta más para la Industrias Licoreras de Guatemala.

A la contaminación de fuentes de agua con vinaza y al acorralamiento de los pobladores entre grandes extensiones de monocultivos, Chun suma otra que también es recurrente en comunidades vecinas: el uso de madurantes y herbicidas esparcidos con avionetas.

Muchas de la casas del parcelamiento Pajales, sector Los Chunes, recorridas junto con el presidente del Cocode, se encuentran a menos de cinco metros de los cultivos de caña. Una omnipresente capa de moscas y zancudos abandona los campos de caña fumigados se refugian en ellas. Atraídos por el dulzón olor de la vinaza esparcida en los cañaverales y ahuyentados por los insecticidas, los insectos se desplazan entre los cultivos.

De manera irónica, al igual que la vinaza y la fumigación de madurantes ayuda a aumentar la producción de la caña; la fumigación aérea de madurantes en distintas etapas de la producción de la caña también puede echar a perder el resto de cultivos aledaños. Entre ellos los granos básicos cultivados por los pequeños productores para su subsistencia.

Raúl Mass, investigador del Instituto de Agricultura, Recursos Naturales y Ambiente (IARNA) de la Universidad Rafael Landívar, explica que la caña y el maíz son plantas del mismo grupo botánico, y que los madurantes afectan sus procesos fisiológicos de la misma manera pero con efectos distintos. En la caña lo importante para la producción es aumentar el tallo, pues de este se obtienen los azúcares, mientras que en el maíz lo importante es el fruto, la mazorca. Al esparcirse madurante y llegar a los cultivos de maíz se acelera su crecimiento y se pierde su producción.

Vecinos de Pajales, sector Los Chunes y Buenos Aires, en San Andrés Villa Seca, y de San Antonio Mangales en Santa Cruz Muluá, coinciden en este punto. Pérdidas de cultivos como el maíz, frijol, naranjas, limones, cacao… Todo como un efecto secundario de colindar con los cañaverales fumigados con madurantes por vía aérea.

Aunque estas comunidades viven en algunos de los terrenos más fértiles de Guatemala, y aunque podrían contar mayores oportunidades de cultivo, de alimentación y de trabajo, hoy por hoy parecen estar en peligro. La Sesan recomendó el año pasado “delimitar y de ser pertinente declarar la zona del territorio nacional afectada por esta situación de alto riesgo para la seguridad alimentaria y nutricional y de vida para los habitantes de las comunidades campesinas”. La recomendación quedó en letra muerta.

De regreso a Buenos Aires

Antes de dejar Buenos Aires, se advierte en medio del camino que parte en dos la comunidad, el olor dulzón de la vinaza. Por los canales se observa en algunos puntos las burbujas del líquido aún caliente. Las brechas corren como ríos de miel sucia adentrándose en los cañaverales, esparciéndose entre las tomas, regresándole a la tierra lo que le despojaron y a lo lejos se distingue la silueta de tanques y silos del ingenio Tululá.

Gerardo del Valle

—No hay ninguna respuesta para dejar de tirar esta suciedad —opinan las mujeres de Buenos Aires—. Han dicho que nosotros nos inventamos eso, pero no somos personas locas que inventan cosas sobre algo que nos sirve (el río). El agua nos sirve para nuestras necesidades, para nuestro hogar. Hasta para nuestra canasta básica. Si no hay que comer, pescamos, y ya hay para un tiempo de comida, pero hoy ya no.

Una visita de campo de la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos en Guatemala (OACNUDH) en julio de este año confirmó la difícil situación que enfrentan estas comunidades. Una situación agravada por la prolongada sequía de este año. El derecho humano a la alimentación se puede ver violentado por condiciones como la contaminación con vinaza de las aguas usadas por las comunidades, el uso de madurantes fumigados vía aérea y la disminución de áreas para cultivo de granos básicos señala OACNUD. Estos factores serán incluidos en el informe anual del organismo internacional como elementos contra el derecho humano a la alimentación.

Mientras tanto, en comunidades como Buenos Aires, la preocupación es creciente. Las pocas tierras de las que disponen se ven asoladas por la sequía generalizada, los cultivos se pierden, y en menos de tres meses (en noviembre), inicia otra temporada de zafra. Si el uso de vinaza, la aspersión de madurantes y las restricciones en el uso de la tierra continúan, algunas comunidades analizan cerrar el paso al traslado de la caña. Cerrar los caminos, presionar a los ingenios.

Cada tres o cuatro días, hay un vertido. Y entonces el olor nauseabundo. Un olor a descomposición que se esparce por todas partes y suma una ironía más al nombre Buenos Aires.

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