En la lista de elecciones un tanto más competitivas –a excepción de Venezuela– siguen Panamá (5 de mayo), República Dominicana (19 de mayo), México (2 de junio), Uruguay (27 de octubre) y Venezuela (pactadas para el segundo semestre del año). Culminamos el año electoral el 5 de noviembre, con la madre de todas las elecciones, esta otra de tipo más gerontocrático: la estadounidense.
Aquí en la unión americana, pasadas ya las dos principales primarias en Iowa y New Hampshire para nominar a los candidatos presidenciales por los partidos Republicano y Demócrata, cada vez quedan menos dudas de que tendremos un «rematch» de la contienda presidencial de 2020 entre dos políticos ancianos: el presidente Joe Biden y el expresidente Donald Trump.
Con los demoledores resultados logrados por Biden en New Hampshire (donde ni siquiera figuraba en la papeleta) y en Carolina del Sur, los candidatos de peso ligero al interno del Partido Demócrata no tienen chances de desplazar al actual presidente, pese a las críticas sobre su avanzada edad y que cada vez se le mira menos energético que hace cuatro años, cuando inició su carrera por la Casa Blanca en un contexto similarmente adverso.
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Lo mismo se puede decir de Trump, quien tampoco goza de la misma energía que hace ocho años, acusado, además, de casi un centenar de cargos, siendo los más relevantes su esfuerzo por revertir las elecciones de 2020 y su intento por aferrarse al poder. En las primarias de Iowa y New Hampshire, los resultados a su favor tampoco han sido contundentes. Ciertamente venció a Nikki Haley por 30 puntos en Iowa, pero la exembajadora acortó la distancia a 11 puntos en New Hampshire. Dudo mucho que Haley revierta la tendencia en el campo republicano (aunque habrá que ver lo que sucede en la primaria de Carolina del Sur a final del mes), pero estos resultados muestran que hay división en el electorado republicano, con elementos menos trumpistas y más moderados, y que bien pudieran marcar la diferencia en noviembre entrante.
De tal forma que, de seguir esta tendencia y si ambos candidatos logran mantener una salud estable en medio de una intensa campaña electoral donde Trump tiene mucho más que perder, las elecciones de noviembre enfrentarán de nuevo a estos dos viejos de la política.
En otro contexto social menos polarizado y dividido –e incluso menos devastado por los efectos de la pandemia–, los logros obtenidos por Biden durante su administración estos tres últimos años no debieran hacer dudar tanto sobre qué candidato puede continuar con la reactivación económica del país luego del manejo apropiado de la Covid y la inflación resultante que mantuvo en vilo al país con una posible recesión que finalmente no se consolidó.
Sorprende el bajísimo nivel de aceptación del presidente Biden cuando los resultados macro son generalmente positivos, incluyendo el control de la inflación que permitió el famoso aterrizaje suave. «Bideneconomics» ha resultado en que la economía creciera 3.3 %, añadiendo 2.7 millones de empleos en 2023; el desempleo está todavía por debajo del 4 %, los programas sociales han reducido la pobreza infantil, mientras que el papel activo del gobierno en inversiones multibillonarias ha incentivado la investigación y desarrollo de tecnologías alternativas e infraestructura, para incrementar su nivel de competitividad internacional y producción doméstica, favoreciendo así el empleo y consumo internos.
Si la gerontocracia es, por ahora, la vía, creo que Biden está mejor posicionado para «terminar el trabajo» y evitar la deriva autoritaria que promete Trump. La cuestión va a ser convencer al estadounidense promedio, para quien los salarios todavía son insuficientes y continúan golpeando su bolsillo, tema que este anciano demagogo e irascible sabrá explotar culpando principalmente a los inmigrantes, aunque no tengan vela en ese entierro.
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