Y es que, en gran parte debido a una larga tradición monista, patriarcal y occidental, aun predominan formas de ver el mundo en blanco y negro, en bueno o malo y así por el estilo sigue un rosario de dualismos o binarismos negando que la realidad humana y social es mucho más compleja, rica y variada y se niega a ser petrificada en un solo molde. Por eso, cuando el presidente Obama expresó su opinión en favor del matrimonio entre personas del mismo sexo (“same-sex couples should be able to get married” según dijo en una entrevista), causó un gran revuelo no solo en las redes sociales y medios de comunicación sino sobre todo en el mundo político de Estados Unidos e, interesantemente, en otros países. De esta manera Obama ha alborotado el hormiguero del conservadurismo social (y político) de ese país y, casi por efecto dominó, en un mundo más conectado por la tecnología y el internet, al de otras latitudes no menos conservadoras que las cunas del Ku Klux Klan y otras joyitas oscurantistas.
Mas allá de un globo experimental lanzado por Obama para tomar la temperatura del electorado y medir sus actitudes sobre tan controversial tema, el presidente refleja un pensamiento audaz, abierto y tolerante. La posibilidad del matrimonio entre personas del mismo sexo es solo una manifestación de la diversidad y libertad humana en el ámbito de su sexualidad. Hay otras expresiones que se reflejan en las inclinaciones transgénero, travestismo y bisexualismo. Estas expresiones enfrentan, sin embargo, las reacciones más intolerantes e incluso violentas en el seno de las sociedades y la guatemalteca no escapa en su forma de responder a dichas manifestaciones de la vida sexual no convencional.
Naturalmente, en una sociedad como la nuestra, de fuerte tradición religiosa (al menos de manera nominal), el solo hecho de mencionar el tema provoca alergias y rechazos sin entrar a consideraciones más profundas y serenas. Estas reacciones olvidan que las expresiones de la sexualidad deben ejercerse en un marco de respeto y entendimiento entre personas adultas y que, manteniendo ese marco, la sexualidad debe ejercerse libremente. Sin embargo, la intolerancia no conoce límites sociales, políticos o ideológicos (en ese sentido, hacen alarde tanto la derecha como la izquierda al menos en sus formas más ortodoxas) y se llega incluso a la represión violenta de quienes osan ejercer una sexualidad alternativa.
En nuestro contexto esta discusión aún esta en pañales y las expresiones de diversidad sexual deben abrirse paso valientemente en un medio hostil y abiertamente discriminatorio. En lo político, solo recuerdo que en las últimas dos campañas pasadas en algún programa se le preguntó a los candidatos su opinión sobre la diversidad sexual. La mayoría de candidatos (o candidatas) preferían contestar con evasivas y otros no podían evitar su rechazo; es el caso de Colom cuando, siendo candidato dijo que Dios había creado a Adán y Eva y no a Adán y Esteban. Destaca la respuesta de Roberto Gonzales (Canela, para más señas) cuando dijo que las relaciones entre personas del mismo sexo las veía como una más entre las manifestaciones de amor (por cierto y a propósito de preceptos religiosos, el primer mandamiento cristiano dicta amar al prójimo). En fin, el tema de la diversidad sexual apenas está siendo objeto de la discusión pública pero espero que esta discusión siga en aumento, de manera respetuosa y madura, a fin que el tema sea valorado en su justa dimensión y deje de ser motivo de escándalo y poses moralistas mientras la niñez se sigue muriendo de hambre, la inseguridad campea por doquier, la pobreza no retrocede y la exclusión se mantiene sin por ello provocar los mismos escándalos y golpes de pecho del conservadurismo local.
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