Casi todos habíamos olvidado lo penoso que resultaba tener un documento oficial como la cédula de vecindad, de papel y foto pegada con goma, elaborada por 333 alcaldes sin fiscalización, que cualquiera podía manipular, como el documento garante de las elecciones generales cada cuatro o cinco años.
Nos quejábamos, protestábamos y nos resignábamos a que se pudiera alterar resultados municipales. Y después de muchos años de cabildeos y demostraciones de inviabilidad en el Congreso, decidi...
Casi todos habíamos olvidado lo penoso que resultaba tener un documento oficial como la cédula de vecindad, de papel y foto pegada con goma, elaborada por 333 alcaldes sin fiscalización, que cualquiera podía manipular, como el documento garante de las elecciones generales cada cuatro o cinco años.
Nos quejábamos, protestábamos y nos resignábamos a que se pudiera alterar resultados municipales. Y después de muchos años de cabildeos y demostraciones de inviabilidad en el Congreso, decidimos crear el Documento Personal de Identidad (DPI).
Cuando empezó a funcionar el Registro Nacional de las Personas (Renap) hace dos años, dirigido por Enrique Cossich y Mauricio Radford, la institución fue un desastre y levantó muchas banderas amarillas. Pero, como es común en nuestra joven democracia, sirvió para que muchos construyeran en el imaginario que en realidad el caos en el Renap era orquestado por el presidente Álvaro Colom y Sandra Torres para asegurar su permanencia ad eternum en el poder. Al final, resultaría totalmente falsa la teoría.
No obstante, desde la oposición en el Congreso y en los medios escritos se unieron dos palabras en el imaginario guatemalteco: DPI y fraude. Aunque el número del DPI no tenga que ver con el número del padrón electoral, celosamente cuidado por el Tribunal Supremo Electoral (TSE). Y aunque cuestiones más fuertes estuvieron en juego y pasaron por alto, como la adjudicación de la licitación del DPI, disputada entre empresarios cercanos al presidente Colom y empresarios tradicionales, cercanos a Rodrigo Rosenberg.
A finales de 2010 hubo un cambio en la administración del Renap y empezó la dirección de Jorge Matheu, quien debía liderar la institución a entregar 5 millones de Documentos Personales de Identidad en ocho meses. Con mucho trabajo y sin la ayuda de parlamentarios de oposición, PDH y periodistas escritos, lo lograron. 5 millones de DPI entregados al TSE para que por primera vez tengamos un padrón que incluya foto, edad, nombre en la cédula y nombre en el DPI para minimizar cualquier riesgo de manipulaciones que puedan llevar a mini-fraudes locales. La razón primó y se podrá votar tanto con el DPI como con la cédula de vecindad.
Contamos ahora con un documento de identidad dotado de un chip que permitirá en un futuro próximo agregar información de los ciudadanos, como el número de identificación tributaria, si la persona hace voluntariado o información estadística relevante para el Estado. Esto nos coloca al nivel de otras democracias latinoamericanas más avanzadas.
Como en el periodismo guatemalteco hay una tradición de no considerar noticioso los pasos adelante desde materia de institucionalidad hasta en la disminución de asesinatos en un 7% desde 2007, prácticamente ninguno informó sobre este éxito del Renap y del país.
Y en Plaza Pública queremos aplaudir ese trabajo de decenas de miles de ciudadanos dentro del Renap, para que dentro de dos semanas, el 11 de septiembre, podamos estar seguros de que tendremos un documento de identidad sólido, confiable y transparente.