Desconocemos qué rumbo tomara en el seno de este Gobierno, pero es oportuno demandar que, luego de 12 años de entregas, se defina al justo propósito del programa y se opere acorde con este. Sin estos elementos básicos, solo se refuerza la idea de que responde a un propósito estrictamente clientelar y que es fuente de enriquecimiento turbio a costa del Estado; aspectos que solo contribuyen a incrementar el desprestigio del que ya goza el Programa. Estas sombras también dan pie a pensar que probablemente exista un mejor costo de oportunidad para los recursos públicos utilizados.
He aquí algunas consideraciones para su replanteamiento. Desde el punto de vista institucional, el Programa es de carácter instrumental y debería en consecuencia responder a alguna política de mayor alcance y por lo tanto tendría que estar asociado a resultados e impactos medibles y alcanzables, acerca de los cuales se debería rendir cuentas a la sociedad.
Así mismo, el instrumento debería operar en sinergia con otros, pues las demandas en materia de producción campesina requieren ser atendidas a partir de una plataforma más completa y seria. Esta plataforma también debería incluir semillas de calidad, prácticas agronómicas y obras físicas de conservación de suelos, riego de pequeña escala, caminos rurales, organización local y asistencia técnica oportuna, entre otros aspectos.
Operativamente, el Programa debería ser administrado por una oficina especializada en compras y contrataciones que tendría que operar de manera coordinada con los entes técnicos en materia agrícola. De esa manera se evitaría que un Ministro de Estado se vea reducido en sus funciones al convertirse en un comprador de fertilizantes y expuesto a un desgaste innecesario, cargando sobre su espalda, de manera gratuita, con el desprestigio acumulado del Programa. Esto es lo mínimo. Lo más grave es que abandone las funciones sustantivas de la cartera que dirige.
Son conocidas las orientaciones estratégicas emanadas de la Oficina del Comisionado Presidencial para el Desarrollo Rural y es notorio que la institucionalidad actual no responde a esas expectativas. El rediseño institucional del MAGA resulta siendo necesario y sabemos que esta es una tarea de enormes proporciones –reclutar, capacitar, equipar personal, entre otras acciones– para asegurar que la plataforma de apoyo a la economía campesina que se va construir, va a tener escala, continuidad e impactos efectivos en la búsqueda del mejoramiento de la calidad de vida en el campo.
Desde el punto de vista ambiental, definitivamente, los fertilizantes son elementos contaminantes. Se sabe que los fertilizantes sufren varias transformaciones cuando se aplican al suelo y que el nivel de aprovechamiento depende de la época de aplicación, las propiedades físicas y químicas del suelo y los regímenes de temperatura y lluvias. En este sentido, solo una parte de estos es aprovechada por los cultivos, otra puede quedar inmovilizada –principalmente el fósforo– o disponible en la materia orgánica para futuras cosechas y otra, definitivamente, se pierde por infiltración a aguas subterráneas, arrastre o por volatilización. Globalmente se estima que la pérdida promedio puede alcanzar el 50%. El Perfil Ambiental de Guatemala publicado por IARNA-URL revela que en la cuenca del Lago de Atitlán, la erosión de suelos puede alcanzar unas 100,000 toneladas métricas anuales acompañadas de unas 970 toneladas métricas de nitrógeno y 380 de fósforo. El nitrógeno y principalmente el fósforo son los dos nutrientes que se les asocia con la proliferación de algas acuáticas y la consecuente eutrofización de los cuerpos de agua –equivalente al deterioro mismo. El Instituto de Recursos Mundiales estimó que el 25% de todo el nitrógeno y fósforo que entra a las aguas costeras a lo largo del arrecife mesoamericano proviene de Guatemala.
Aprovechar al máximo los fertilizantes y mitigar sus impactos potenciales, requiere de un enfoque correcto. Ese enfoque es el de finca, parcela o unidad productiva. Cada unidad tiene necesidades diferentes que responden al tipo de suelo, a la intensidad de uso, al cultivo, al manejo del cultivo y de la unidad en su conjunto –rotación de cultivos, cantidad de materia orgánica, manejo de las pendientes–, entre otros factores. Es en el contexto de esta unidad que se decide qué tipo y qué dosis de fertilizante se requiere. Es por ello que se recurre a los análisis de suelo para determinar el estado de fertilidad del mismo. Solo en un contexto de sistema de producción de la unidad productiva particular será posible optimizar el aprovechamiento de los fertilizantes químicos y mitigar sus efectos contaminantes.
Tal y como opera el Programa actualmente solo se le puede considerar como una pobre conquista del movimiento campesino y como una tremenda irresponsabilidad de los gobiernos que lo sostienen de esta manera, sacrificando el fondo de los asuntos para privilegiar el show.
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