Sus argumentos están basados en cientos de experimentos psicológicos realizados por él mismo y otros investigadores, los cuales son considerados como la base empírica para la creciente área de estudios denominada behavioral economics, la cual cuestiona muchos de los supuestos de la economía convencional.
En mi anterior artículo argumentaba a favor de una mayor presencia de la ciencia en el debate político y también en el ámbito de las creencias religiosas, pues muchos de los errores en esos dominios tienen graves implicaciones para la colectividad y son, precisamente, fruto de sesgos cognitivos que se pueden corregir con la ayuda del método científico que trata de mostrar que una hipótesis es falsa, es decir, todo lo contrario a lo que hace nuestra mente en primera instancia: buscar evidencia que la confirme.
Con anterioridad he resumido lo que Michael Shermer, el famoso escéptico, denomina “realismo dependiente de la creencia”, pero Kahneman nos ayuda a entender por qué y cómo ocurre eso en nuestro cerebro. Resulta que se han detectado en nuestro sistema cognitivo dos subsistemas mentales o modos de pensamiento. Uno que opera de manera automática y rápida, sin control voluntario ni mucho esfuerzo, como cuando detectamos hostilidad en la voz de alguien. Otro que implica esfuerzo mental, como en el caso de complejos cálculos numéricos, y que se asocia con la experiencia subjetiva de la agencia, la elección voluntaria y la concentración (Kahneman, pp. 20-21).
Kahneman nos remite al trabajo de Daniel Gilbert, quien a su vez desarrolló su teoría a partir de la propuesta del gran filósofo Baruch Spinoza, según el cual: para comprender cualquier afirmación debemos empezar por creer en ella, es decir, entender cómo sería la idea bajo consideración si fuera cierta. Solo después se puede decidir si vale la pena dejar de creerla.[i]
El primer subsistema se encarga de construir la mejor interpretación posible, aunque sea algo sin sentido. El segundo subsistema sería el responsable de hacer el análisis racional para dejar de creer en la interpretación inicial, si resulta falsa. El problema es que, y en esto consiste el sesgo cognitivo, especialmente si nuestras capacidades racionales están siendo ocupadas en otras tareas, tendemos a quedarnos con la creencia elaborada de manera provisional por nuestro modo de pensamiento automático. Es difícil dejar de creer en falsas ideas, pues el modo de pensamiento racional, el encargado de dudar y desmontar esas falsedades, tiene limitaciones de atención y muchas veces es, simplemente, haragán de acuerdo a la llamada “ley del mínimo esfuerzo”, pues en lugar de buscar falsificar la idea original, se conforma con cualquier evidencia confirmatoria (Kahneman, pp. 80-81).
Lo que me sugiere esta explicación es que el tabú sobre las conversaciones familiares en torno a la política y la religión no es tanto para evitar peleas como lo es para evitar pensar, es decir, para que cada quien se quede cómodamente establecido en “su verdad” sin realizar el esfuerzo de considerar seriamente los argumentos del otro y valorarlos sin prejuicios ni sesgos cognitivos, sino con base en la evidencia disponible. Efectivamente, como me escribe un lector, es irónico que política y religión, siendo muy influyentes en la sociedad, no se discutan por "no pelear"...[ii] Ambos temas deben ser discutidos abiertamente en la plaza pública porque tienen implicaciones que nos afectan a todos. Por ejemplo, en materia de legislación sobre los derechos de las parejas homosexuales para ser equiparados con los de parejas heterosexuales, las creencias, interpretaciones y dogmas religiosos generalmente se utilizan como argumentos en contra.[iii] La ciencia, en cambio, nos ayuda a entender los orígenes de la orientación sexual. Por ejemplo, hay dos hipótesis: una sobre predisposición genética y otra sobre la exposición del cerebro en el vientre materno a distintos niveles de testosterona y otras hormonas.[iv]
La pelea sobre estos temas emerge cuando nos atrincheramos en nuestras creencias e ideologías, mientras que el esfuerzo por acceder al conocimiento científico tiende puentes para el beneficio de todos.
[i] Gilbert, D. (2007). Stumbling on Happiness.
[ii] Agradezco a Oscar Gabriel Pineda por sus comentarios constructivos a mis artículos en la Plaza Pública.
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