Santa Ana Mixtán, Escuintla, es una comunidad pequeña habituada a las inundaciones del río Coyolate. Tales son las condiciones de riesgo de Santa Ana que el río ha cruzado el centro de la población en varias ocasiones y se han sucedido los proyectos para construir y reconstruir muros de contención, junto con otros esfuerzos como la organización comunitaria y la implementación de sistemas de alerta temprana.
Del río proviene el agua para beber, para sembrar, y del río depende el equilibrio ambiental de una cuenca de 1 650 kilómetros cuadrados. Es decir, el río es amenaza y fuente de vida de manera simultánea.
Hoy en día, el escenario en Santa Ana Mixtán y en otras comunidades es mucho más apremiante, toda vez que continúan sufriendo las inundaciones en la época lluviosa y el resto del año el problema central es la desviación ilegal del río perpetrada por empresas dedicadas a los monocultivos.
El riesgo se transformó y la amenaza principal dejó de ser natural para tornarse en una de tipo antrópico con aroma neoliberal. Y enfatizo el componente neoliberal porque existen normas que prohíben el uso indebido de los ríos, pero la realidad es que no existe un Estado que imponga la ley de manera equitativa y que ejerza control sobre el territorio. Asimismo, las normas existentes son insuficientes, y para realizar una gestión integral de riesgos es indispensable el ordenamiento territorial y la regulación del uso del agua. Finalmente, al no existir regulación estatal sobre el uso del suelo, y particularmente sobre el uso del agua a través de normas jurídicas e instituciones, simplemente en esa zona, como en muchas otras, impera la voluntad del más fuerte.
En Guatemala, las denuncias sin resultados judiciales por el desvío ilegal de ríos abundan. Solo para citar algunos casos véase Prensa Libre (5 de enero de 2013, 27 de febrero de 2013 y 22 de marzo de 2014). En relación con el río Coyolate, se han denunciado al menos tres desvíos hacia plantaciones de caña y en la época seca el caudal se reduce hasta en un 90%, lo cual impacta la salud de la población y la biodiversidad de toda la cuenca.
Ahora hagamos un esfuerzo especial. Pongámonos en los zapatos de quienes administran las fincas cañeras que han desviado el cauce del Coyolate. No creo que sean seres perversos y malignos. Simplemente son personas que tratan de hacer su trabajo, cumplir con metas de producción. Y teniendo ante sí el río y los recursos, ¿por qué no habrían de desviarlo?
Francamente no creo que esas personas deseen algo malo para las comunidades río abajo, pero actúan en un entorno de acumulación neoliberal, donde el capital tiene poder prácticamente ilimitado para disponer de todos los recursos.
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En otras palabras, el problema no es la industria azucarera. El problema es el modelo de desarrollo, que no pone límites, que no regula y que no redistribuye.
Por lo anterior, cada vez que vea un comercial elogiando el azúcar de Guatemala recuerde que hay ingenios que con impunidad desvían y contaminan ríos. Mientras esa situación continúe y mientras no haya regulación estatal, cada comercial es un recordatorio de que el mercado no se autorregula y de que la fantasía del derrame de riqueza y la mano invisible no existe.
La industria azucarera tiene los recursos para adaptarse a procesos de regulación. Pero no debemos esperar que eso ocurra de manera espontánea y voluntaria. Esa es una fantasía neoliberal, tan utópica como muchas otras fantasías de izquierda o de derecha.
* La Asociación de Azucareros de Guatemala, Asazgua, implementa una campaña en diversos medios que con una producción impecable procura visibilizar las bondades de la industria azucarera.
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