He pasado tres semanas afuera de Guatemala compartiendo con jóvenes de Iberoamérica y escuchando conferencias de los personajes más representativos de las sociedades española, portuguesa y, en general, europea.
Como buenos iberoamericanos, todos tenemos algo que criticar de nuestros gobiernos y sociedades. Sin embargo, como guatemalteca he tenido que escuchar a analistas decir que la situación de leer más
He pasado tres semanas afuera de Guatemala compartiendo con jóvenes de Iberoamérica y escuchando conferencias de los personajes más representativos de las sociedades española, portuguesa y, en general, europea.
Como buenos iberoamericanos, todos tenemos algo que criticar de nuestros gobiernos y sociedades. Sin embargo, como guatemalteca he tenido que escuchar a analistas decir que la situación de violencia en Centroamérica es grave, que las maras y el narcotráfico nos tienen en una situación de ingobernanza total. Tuve que escuchar a un empresario decirme que a nadie le interesa invertir en un país como el mío, donde no hay seguridad ni certeza jurídica. No faltó quien me mencionara la penosa situación de la exesposa del presidente postulándose para candidata presidencial en evidente fraude de ley. La muerte de Facundo Cabral vino a confirmarle a mis compañeros que mi país es un caos; peor aun, me hizo sentir desasosiego.
Ante esta situación, uno podría pensar que lo mejor es irse de este país en el cual no hay posibilidades para los jóvenes y en donde la vida misma está constantemente en peligro. Considero que esa es una solución fácil y negativa, porque a los guatemaltecos nos corresponde la obligación de cambiar la situación en que vivimos. La participación en la política no se limita a participar en un partido; la vida social es política. En cuanto y en tanto estemos conscientes de los problemas sociales que nos rodean, formemos opinión y la expresemos en nuestros círculos sociales, en las redes sociales, en los blogs, vamos a ser más políticos y vamos a tener, entonces, un cambio social más democrático.
En ese contexto, considero que los foros políticos son de suma importancia en tiempos de elección. Me parece positivo que se generen debates, aunque sería mejor que las respuestas fueran respaldadas por acciones concretas en los planes de gobierno de cada uno. Estos foros son organizados por los distintos grupos de poder que conforman la sociedad civil, no necesariamente los más representativos pero sí los más poderosos. Ese ha sido el caso del foro presidencial organizado en el contexto de la Induexpo y el más reciente que fue el organizado por la Conferencia Episcopal de Guatemala. En este último los candidatos a la Presidencia de la República de Guatemala contestaron a temas de relevancia, tales como el divorcio, la homosexualidad y la educación sexual.
Los temas fueron abordados de una forma vergonzosa para la población guatemalteca. Pareciera que, tal y como publicó el diario elPeriódico, los candidatos estuvieran contestándole a la Iglesia Católica y no contestándole a la población. Si yo me equivoco y en realidad estas personas consideran que sus respuestas son congruentes a las políticas que llevarán a cabo de llegar al poder, entonces cuidado con las minorías, porque a estos gobernantes no les importan sus derechos y no están propiciando la tolerancia.
Durante el programa de jóvenes líderes en el que participé les pregunté a dos representantes de los partidos más importantes de España —el Partido Popular (de derecha) y el Partido Socialista Obrero Español— la postura que ellos tienen respecto de la homosexualidad. Ambos, sin dudarlo, me contestaron que ese no es un tema de partidos, sino de derechos humanos. Creo que los guatemaltecos tenemos que ser muy críticos con la forma en que se llevan a cabo los foros, sobretodo con lo que contestan los candidatos, porque ellos supuestamente están reflejando la postura que consideran representa a los guatemaltecos.
El liderazgo implica responsabilidad, y los políticos guatemaltecos tienen que ser responsables con sus posturas y sus afirmaciones: la homosexualidad no es una abominación a Dios (como dijo la candidata de los unionistas). Abominable es pensar que los candidatos nos representan con esas ideas.
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