Estados bisagra, la poderosa industria armamentista, las migraciones, el racismo, la economía y las encuestas, entre otras aristas, serán factores clave en los comicios que el 3 de noviembre enfrentarán por la presidencia del país más influyente del mundo a los republicanos Donald Trump y Mike Pence contra los demócratas Joe Biden y Kamala Harris.
Otro elemento con incidencia será la pandemia de covid-19, la cual no solo motivó que el voto debiera emitirse con antelación o por la vía postal, sino que amenaza la reelección del dúo del elefante, aunque vale apuntar que en la historia estadounidense han sido muchas más las veces que un mandatario ha ligado período que las veces en que tal pretensión se ha frustrado.
A propósito del sufragio por correspondencia, sobre el que Trump ha expresado dudas de transparencia, es importante mencionar que el procedimiento no es tan sencillo como pudiera pensarse, pues varía de estado a estado. Pero de igual manera es preciso señalar que no es novedad, ya que en Estados Unidos se practica desde mediados del siglo XIX.
Y es que en una larga lista de particularidades resalta que el voto ausente se emplea cuando el ciudadano está fuera de su territorio, facilidad similar a la que ahora busca evitar la concentración masiva de personas en prevención de contagios. Además, la dinámica implica un sobre membretado, buzones específicos, herramientas tecnológicas y reglas puntuales en cada estado que pueden generar confusión o errores de acción. En cuanto a quienes ya marcaron su boleta, incluido Trump, que lo hizo el sábado 24 de octubre, la cifra ronda los 60 millones.
[frasepzp1]
Bien sabemos que las elecciones en Estados Unidos tienen impacto local y externo. Por eso el mundo mantendrá sus ojos en ellas, primero el 3 de noviembre y después el 14 de diciembre. Debe subrayarse que puede ocurrir que quien salga ganador en el evento inicial no sea quien del segundo se encamine hacia la Casa Blanca. Lo anterior, porque no siempre el voto popular empata con el surgido del Colegio Electoral.
Todavía está fresco lo suscitado hace cuatro años, cuando la demócrata Hillary Clinton venció en las urnas con tres millones de sufragios más que Trump, pero este se impuso en el citado ente. Lo mismo pasó con Al Gore en 2000, año en que el republicano George W. Bush cosechó medio millón de votos menos en la suma total, mientras que en el órgano determinante tuvo más delegados.
California es el estado con más escaños en el colegio (55). Le siguen Texas (38), Nueva York y Florida (29) e Illinois y Pensilvania (20). Por el contrario, otros como Wyoming o Montana no superan los 3. El objetivo es, entonces, lograr por lo menos 270 de los 538 interlocutores que inclinan la balanza. Huelga explicar que el triunfador en un estado toma todo: no hay repartición porcentual.
Merced al panorama descrito, se vienen los momentos más relevantes de un proceso con tintes peliculescos. No por nada Hollywood ha ofrecido diferentes caracterizaciones del jefe de la oficina oval. Esta vez, el perfil de los contendientes no se asemeja al James Marshall de Harrison Ford. Tampoco al Tom Beck de Morgan Freeman. Por ahí Trump, tan metido en la gran pantalla, hace recordar al James Dale de Jack Nicholson.
Por supuesto, la realidad supera a la ficción, y en esta carrera falta ver si los tradicionales baluartes persisten. Por ejemplo, Idaho y la mayor parte del sur acostumbran tinte republicano, y hay de línea demócrata, como Nueva Inglaterra y la costa noreste, entre otros. También figuran los que no son fanáticos, sino que se mueven según las circunstancias y que por eso son llamados péndulos: Arizona, Florida, Ohio y Pensilvania. Y en el continente mucha gente se da golpes de cabeza cuando ve a latinos con Trump.
No faltan anécdotas como que 14 vicegobernantes se han vuelto mandatarios, 9 debido al fallecimiento del titular, mientras que Ronald Reagan tiene la marca de más votos populares y más electorales (54.4 millones y 525, respectivamente), en tanto que dos padres y sus hijos (John Adams y John Quincy Adams, y George H. Bush y George W. Bush) han pronunciado la célebre declaración constitucional: «Juro solemnemente que ejerceré fielmente el cargo de presidente de Estados Unidos y, hasta el límite de mi capacidad, preservar, proteger y defender la Constitución de los Estados Unidos».
Más de este autor