En periodismo decimos que no hay pregunta tonta, pero sí respuesta tonta, pues lo contestado por la persona entrevistada puede generar una noticia. También son muy conocidos los aforismos «en boca cerrada no entran moscas» o «el pez por la boca muere», referencias oportunas a propósito de quien ideó y de quien medió lo suscitado durante el tradicional evento en la ciudad de Los Altos.
Machista, retrógrada, misógina o por lo menos absurda puede considerarse la pregunta en mención, ya que no se le encuentra justificación aunque la intención de incluirla hubiese sido causar polémica y elevar la atención sobre el concurso quetzalteco, línea de moda en redes sociales fomentada por quienes estimulan la premisa de estar en boca de todos sin importar si de ella provienen críticas negativas.
Por cierto, las mismas redes se encargaron de hacer viral el momento registrado en el Teatro Municipal, reacción que eslabonó toda clase de expresiones de rechazo, que suman miles y siguen sumando. Y es que los 14 segundos que duró esa proyección machista, tonta o cualquier otro adjetivo que patentice indignación encierra en realidad una vertiente cultural que prevalece en nuestro entorno: el patriarcado, ese que define papeles sustentados en la desigualdad.
Al autor o a la autora de la pregunta y a quienes se identifiquen con ella les ilustraría leer el artículo publicado en marzo de este año por la socióloga guatemalteca Ana Silvia Monzón, donde resaltan pasajes en que las mujeres han salido de la cocina. O, si quieren ampliar la visión, pueden adentrarse en la obra titulada Historia de las mujeres en América Latina, compilación realizada por la escritora peruana Sara Beatriz Guardia.
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Vale resaltar que los comentarios de repudio reflejan un cambio de actitud, aspecto que debe valorarse, pues paulatinamente se ha ido dejando atrás el pensamiento con que fueron deformadas no menos de tres generaciones. Claro está que, tal cual lo evidencia el numerito del espectáculo quetzalteco, persisten micromachismos, según la definición del sicólogo Luis Bonino Méndez. Él ha estudiado a fondo el tema y ha indicado que uno muy usual se presenta cuando el hombre no se involucra en las tareas domésticas o familiares porque no sabe o porque ella lo hace mejor.
Organizaciones que apuestan por la equidad han profundizado el análisis y la discusión, y, por ejemplo, Oxfam Intermón ha citado diez posturas en las que se plasma el machismo, entre ellas el común e inadvertido azul para los niños y rosado para las niñas o la disyuntiva madre o estudios.
Qué bien que cada vez vayan más mujeres a las universidades del país y que egresen médicas, ingenieras, arquitectas, comunicadoras, pedagogas, economistas, etcétera, como también que se posicionen en las artes, el deporte, la política y todos los espacios de desarrollo. Tal novedad que preocupa a quien vislumbra descuido en las tareas inherentes al hogar se constituye en uno de los motores que mueven a la sociedad y coadyuvan a superar lastres coloniales.
En ese sentido, el resabio, entendido como «vicio o mala costumbre que se toma o adquiere» (RAE), que coronó la elección del añejo certamen ha dado pie no solo a que se incomode la gente por la penosa, dramática y molesta pregunta, sino también a reflexionar. Obviamente, en materia de equidad no estamos como hace 200, 100 o 50 años. Los avances producto de las luchas y reivindicaciones han ido llegando, pero aún falta trabajar más para mejorar las condiciones de convivencia.
La ruta que recorre Guatemala no está exenta de obstáculos como el que encierra la ahora famosa pregunta. Sin embargo, como la respuesta no es de concurso, sino de convicción y de acción, involucra a hombres y mujeres cuyas decisiones apuntan a propiciar saltos cuantitativos y cualitativos en las relaciones sociales, base fundamental para elevar los índices de salud, educación, trabajo y participación trascendente.
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