El documental generó mucha expectativa, pues es una de las primeras producciones asociadas con el proyecto Higher Ground, creado por Barack y Michelle Obama para apoyar iniciativas audiovisuales de este tipo. Como sabemos, el expresidente y la ex primera dama son grandes creyentes y maestros en el poder que confiere saber contar buenas historias en boca de sus protagonistas. Si no lo ha visto, advierto que el texto a continuación contiene muchos spoilers.
El documental, basado en Dayton, Ohio, cuenta las historias de los trabajadores de una fábrica de parabrisas para carros de la General Motors (GM), caída en bancarrota a raíz de la recesión económica, y de un millonario chino que compra la compañía, con lo cual brinda cierta confianza y cierto optimismo a una ciudad otrora epicentro industrial y manufacturero, donde cientos de trabajadores han perdido su trabajo.
A quienes usualmente estamos acostumbrados a que los estadounidenses incursionen en nuestros países para abrir maquilas y fábricas con pocas o nulas garantías laborales y provean fuentes de ingresos, aunque sean magros, para aparentemente sacar a la gente de la precariedad nos provoca mucha intriga saber cómo el capitalismo chino va a funcionar en la meca misma del capitalismo para ayudar a subsanar la economía local. ¿Será que el cacareado derrame se hará realidad en esta localidad del llamado Cinturón del Óxido o Rust Belt?
A través de un acceso ilimitado de los cineastas al corazón de las operaciones, deliberaciones y decisiones de la nueva administración, el documental va revelando que la iniciativa china no es una inversión puramente corporativa, sino también una inversión ideológico-política con un posicionamiento de fuerza ante los nuevos socios estadounidenses, ante quienes ejerce un microcontrol de las operaciones de la fábrica sin ningún interés y aprovechando el conocimiento local.
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Para demostrar a los estadounidenses su (nuevo) poderío y vender una imagen de inefabilidad tecnológica, trabajo arduo y sacrificio de los empleados, pronto descubrimos que la variante del inversor chino no es muy diferente de otros inversionistas capitalistas. Así, vemos cómo los empleados chinos inician sus labores con un canto, pero no de solidaridad entre trabajadores —cosa que uno esperaría del imaginario social que se ha formado respecto del comunismo—, sino motivacional y de superación individual para enfocarse en una jornada laboral que representará más de ocho horas.
El documental va revelando que el nuevo dueño se opone a la organización sindical, paga salarios de hambre (comparados con los que los trabajadores ganaban antes del cierre de la GM) y no provee medidas de seguridad acordes a los estándares estadounidenses, lo cual provoca accidentes en la planta, desmotivación e incluso despidos de trabajadores estadounidenses. En opinión de estos nuevos gerentes, los trabajadores estadounidenses son muy haraganes y toman vacaciones.
El nuevo dueño, Cao Dewang, amenaza con cerrar la planta si se organiza un sindicato, con lo cual amedrenta todo esfuerzo de organización fuera del control patronal: un claro espejo de la jerarquía del régimen chino, al que interesa más su imagen de segunda potencia económica ante los estadounidenses que el bienestar de los trabajadores.
Aquellos que andan asustando con el petate del muerto y temen que Bernie Sanders sea comunista o quiera eliminar el sistema capitalista, así como aquellos que creen que Elizabeth Warren es un peligro para los multimillonarios por querer implementar un impuesto sobre la riqueza, bien harían en ver este documental para entender que lo que estos candidatos están denunciando y quieren detener es precisamente este tipo de capitalismo salvaje, avaro y deshumanizante, que no tiene signo ideológico ni fronteras en esta economía global.
La moraleja de esta esta historia bien hilvanada, transparente, genuina y sin final feliz es que el laissez-faire de cualquier variante capitalista no redunda necesariamente en la creación de una clase media que pueda ofrecer mejoras en oportunidades y prosperidad para las subsiguientes generaciones. Más aún, como muestra el documental, la automatización en este tipo de industrias está a la vuelta de la esquina y pone en riesgo el empleo de cientos de trabajadores a cambio de eficiencia, productividad y rentabilidad.
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