Me gusta la distinción entre censura y crítica, la primera siempre destructiva, la segunda siempre constructiva. He criticado severamente el actuar de la CFPM, pero siempre con propuestas y recomendaciones para corregir el rumbo. Así, con este mismo enfoque de crítica, siempre constructiva, toca reconocer el esfuerzo de realizar audiencias públicas sobre el proyecto de presupuesto para 2022, las cuales pueden ser vistas por el canal 9 de televisión, además de en canales como Facebook Live o Youtube, o escuchadas por radio. Constituye un primer paso, acertado, hacia la apertura y la transparencia que contrasta con lo acontecido hace un año.
Resalto que se trata de un primer paso necesario, muy necesario de hecho, pero insuficiente para garantizar el carácter participativo y democrático de la discusión del presupuesto estatal. Las audiencias públicas efectivamente abonan a la apertura y a la transparencia, pero marcan un momento crítico para la CFPM, ya que pueden derivarse en dos escenarios muy distintos.
Por un lado, el deseable (y ojalá el que siga la CFPM en este 2021) es que los análisis y las recomendaciones que obtenga mediante las audiencias públicas sean usados efectivamente como insumos para elaborar el dictamen de la propuesta presupuestaria, corregirla y mejorarla. Me consta que en estas audiencias la CFPM ha escuchado con atención y ha recibido recomendaciones que deberían tomarse en cuenta, como las 34 presentadas por el Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (Icefi), concretas y técnicamente sustentadas, específicas para corregir las proyecciones de ingresos, así como la deuda pública y el gasto público, y para mejorar la transparencia fiscal y prevenir la corrupción.
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Sin embargo, existe otro escenario, por desgracia el que ha resultado más común y que en los últimos años ha caracterizado a la CFPM. No debe descartarse la posibilidad de que, para la elaboración del dictamen sobre el proyecto de presupuesto, esa comisión de trabajo ignore lo presentado y recibido en las audiencias públicas, las cuales podrían terminar siendo, una vez más, un espectáculo demagógico vil, un lavadero de cara o, como se dice en la jerga de la comunidad internacional del gobierno abierto, un open wash. En tal caso, sería una burla más a quienes se interesan y dedican tiempo y trabajo a procurar un presupuesto orientado a atender las necesidades de la gran mayoría, un uso honesto de los recursos y un desarrollo económico justo e incluyente.
El análisis y discusión del presupuesto del Estado es un tema árido, que rara vez capta la atención y el interés del público, de manera que se limita a los debates de los círculos tecnocráticos, del Gobierno y del poder político. Los acontecimientos del año pasado fueron una excepción notable a esta regla implícita, ya que la magnitud de los abusos y la manera opaca y abusiva en que la mayoría oficialista del Congreso pretendió aprobar el presupuesto no solo captaron la atención del público, sino que también generaron movilizaciones masivas de protesta y de descontento, que además enfrentaron la represión violenta del Gobierno. Así, el momento actual es doblemente crítico para la CFPM, pues esta entidad carga con el peso de no repetir lo del año pasado: una seguidilla de torpeza tras torpeza para alimentar el hambre insaciable de los corruptos.
Ojalá que, pese a la mayoría oficialista, la CFPM logre tomar en cuenta las recomendaciones técnicas recibidas para corregir el proyecto de presupuesto para 2022, es decir, que haga lo correcto y no repita los errores del año pasado. Que no resulte tonto esperar que sus integrantes hagan lo correcto.
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