Al asumir la coordinación de los centros regionales de la USAC, Emil Bustamante lo hizo con la total dedicación de ampliar la cobertura académica de la (incluso ahora) única universidad estatal a todo el país. Uno a uno, los centros regionales que surgieron después del Centro Universitario de Occidente (Cunoc) fueron sumando cobertura científica. La concepción de este proyecto de desarrollo científico partía de la premisa de que la oferta académica debía corresponder a las condiciones específicas de desarrollo en las áreas de cobertura. De tal suerte, en zonas de vocación boscosa como Huehuetenango, la silvicultura es una de las especialidades, en tanto que el Centro de Estudios del Mar y Acuicultura (CEMA) se ubicaba en Monte Rico, Santa Rosa.
Con el paso de los años, en la mayoría de los centros regionales, ya sea en el norte, en el noroccidente, en el nororiente, en el sur, en el suroriente o en el suroccidente del país, la oferta académica fue variando. De especialidades de raigambre con base en los recursos naturales se amplió a la abogacía, probablemente por la demanda surgida al tenor del rol que dicha profesión juega en la designación de autoridades en diversos campos. No obstante, el germen del trabajo tesonero de Emil Bustamante en la etapa final de los años 70 vive hoy en la presencia de centros que bien pueden ser ya promovidos a universidades estatales autónomas de la USAC en las regiones donde se ubiquen.
El otro aspecto que sustenta la decisión del CSU de distinguir en la memoria a Emil Bustamante es su entrega total a las comunidades con las cuales trabajó. La premisa de investigación, extensión y servicio Emil la convirtió en una divisa de vida. De ese modo, puso sus conocimientos al servicio total de pequeños campesinos individuales u organizados para generar procesos de producción pecuaria en función de las necesidades de desarrollo. Se fajaba llevando sobre sus hombros cargas pesadas para organizar los espacios. No era un profesional de traje y corbata. Emil era un compañero más con botas y sombrero que trabajaba de sol a sol en el terreno junto a quienes requerían de su conocimiento. No hizo fortuna. No la buscó. Se dio pleno, sin esperar ni recompensas ni bonos por riesgo ni emolumentos por arriba de sus necesidades básicas.
Porque militaba por la vida, porque no era un profesional divorciado de la realidad que vivía, se convirtió en un blanco de interés para la estructura contrainsurgente. De esa cuenta, un fatídico 13 de febrero de 1982, Emil Bustamante fue detenido en un retén del Ejército, en una de las calles de la zona 10 capitalina. Pese a que su familia, en particular su hermana Marilena, lo buscó incansablemente y solicitó recursos de habeas corpus, el silencio fue toda la respuesta. Han transcurrido 35 años desde esa fecha y su familia no deja de buscarlo. Mientras tanto, las autoridades siguen guardando silencio y con ello procurando impunidad.
Hoy la USAC ha dado un paso importante y debe seguir en la ruta de acompañar a la familia en el esclarecimiento de los hechos, en la búsqueda de la verdad sobre las agresiones contra la casa de estudios y sus integrantes. Debe rescatar el informe de la verdad, desaparecido gracias a la acción perversa del hoy vicepresidente Jafeth Cabrera.
Porque el acto de reconocimiento que la USAC le ha otorgado a Emil Bustamante es un justo homenaje a la vida de un hombre dedicado al servicio de la población. Es también un llamado de atención a las autoridades de justicia para que avancen en las investigaciones sobre el paradero de Emil y ofrezcan una respuesta a su familia. Aquellos que lo capturaron ilegalmente, lo torturaron y violaron así la ley vigente en esas fechas deben rendir cuentas de sus actos. La familia Bustamante, pero sobre todo Emil, merece justicia y la reivindicación de su nombre como una persona de bien.
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