Este círculo es el que lo ha sostenido en el poder y le ha permitido llegar a los 19 meses de gestión mediocre, ineficiente y, sobre todo, corrupta. El no ver, no oír, no decir es el recurso de los cómplices de la debacle que ahora vivimos. Si antes de la pandemia se anticipaba una gestión deslucida, la presencia del covid-19 de inmediato puso de manifiesto que este sería el gobierno más depredador desde 1985.
Giammattei y su entorno no solo han generado la cultura del genocidio por omisión en la puesta en marcha de políticas necesarias para enfrentar la pandemia. No digamos en lo que significa la organización del proceso indispensable para vacunar a la población y contrarrestar el virus, que sigue aniquilando vidas valiosas día tras día. El virus, que se ha ensañado contra Guatemala gracias a la voluntad corrupta del Gobierno, aniquila vidas no solo matando gente. Las aniquila mediante la sobrexplotación del personal médico y sanitario, que no se da abasto. Si llegamos a salir de esta, habrá que ver en qué condiciones de salud psicoemocional quedan esas personas, que han laborado en jornadas extenuantes, sin garantía de salarios, permanentemente alejadas de sus familias, en contacto permanente con el dolor y con la pérdida, en medio de un entorno carente de los elementales recursos para laborar.
Pero esa circunstancia probablemente ni siquiera ha ocupado la mente del inquilino del despacho presidencial. Tampoco ha desvelado al círculo de apoyo, el mismo que devino en el llamado pacto de corruptos y que ha resultado ser una entente controlada por la élite económica, depredadora por excelencia y principal responsable del estado de desahucio en que se encuentra Guatemala. El sustento para este pacto lo tiene el podrido sistema de partidos políticos —incluida aquí una parte de la camarilla de militares contrainsurgentes y corruptos—, así como la élite del crimen organizado, al cual ahora se suma una academia al servicio de la corrupción y la impunidad.
[frasepzp1]
Mientras la gente muere y el país se quema de tanto estar en rojo, el gobierno de Giammattei vende, cual mercader de la más baja calaña, los territorios del país. Ahora resulta que su ambición está alfombrada y sus caletas rellenas de dinero mal habido a costa de la vida y las necesidades de las guatemaltecas y los guatemaltecos. Para cumplir con su propósito, el Gobierno ha contado con el apoyo incondicional de la vergonzosa jefa del Ministerio Público, Consuelo Porras Argueta; del presidente del Legislativo, Allan Rodríguez, y de la prostituida Corte Suprema de Justicia, con Silvia Valdez a la cabeza.
Mientras las familias, las amistades y los sectores sociales que sufren el impacto de la pandemia cuentan sus duelos, Giammattei y sus secuaces cuentan los sobornos y el dinero mal habido a costa de la vida arrebatada por la corrupción. ¿Cuántas vidas podrían haberse salvado en hospitales de verdad, que contaran con personal y equipo necesarios? ¿Cuántas personas habrían podido no enfermar severamente por tener el esquema completo de vacunación? ¿Cuántas localidades podrían no haber llegado al naranja, no digamos al rojo, en índices de contagio mediante un manejo real de la pandemia? No lo sabremos. Solo sabremos contar día a día cada pérdida, cada duelo, así como las muchas lágrimas que este dolor impone.
La reprobación del estado de calamidad anuncia que el barco del régimen empieza a llenarse de agua y que podría hundirse a menos que tenga las condiciones para untar —como siempre— las ya sucias manos del Parlamento. Esa ocasión llegaría con las discusiones sobre el presupuesto y vuelta de nuevo a los juegos corruptos de la élite depredadora, de sus alfiles y peones en el sistema político y de la aristocracia del crimen.
Por eso es necesario que la marejada ciudadana levante tal nivel de oleaje que termine por inundar la embarcación de los bucaneros y piratas que han asaltado el sistema democrático y por hundirlo en definitiva. No hay opción ni posibilidades de que las cosas cambien por ósmosis electoral ni en las actuales circunstancias. Hace falta un huracán, y la temporada ya empezó.
Más de este autor