Una relación de amigos y amantes que luego de más de diez años de duración llega a su fin: ella se quita la vida nombrando directamente a su amante por nombre y apellido y asegurando que el adelanto de la muerte se debe al hecho de no poder estar juntos para siempre. La mayoría de las personas que escuchan una historia de este tipo simplemente dirán que se trata de un acto de imbecilidad, pues nada ni nadie tiene mayor valor que la vida propia.
Pero Sócrates y Platón habrían tenido varias cosas que decir.
Hay dos diálogos en la tradición griega que abordan directamente el problema del amor (y de los amantes). En esencia, estos diálogos abordan el necesario conflicto entre el eros y la philia.
El primero de ellos es el poco conocido diálogo Lisis o El diálogo sobre la amistad. Fue escrito por Platón en su etapa temprana. El diálogo, en efecto, se enmarca en un contexto de relaciones homofílicas y homoeróticas propias del mundo griego, pero eso, la verdad, resulta indiferente porque el amor y la amistad son aspectos universales. Volviendo al diálogo, la conversación se desarrolla entre Sócrates, Lisis y Menexeno respecto a lo que caracteriza la esencia de la philia (la amistad). Según Sócrates, el primer aspecto que define la relación de philia es la utilidad que el amigo presenta. Por ello Sócrates le recalca al joven Lisis que posiblemente ni sus propios padres lo amen, ya que Lisis es un joven ignorante y sin utilidad alguna. Pero la contradicción en el diálogo aparece cuando más adelante, en referencia a Lisis, Sócrates usará la palabra ω άρίστń (es decir, amigo), con lo cual el diálogo tiene que plantear otras tesis, dado que la utilidad no puede ser el criterio. Al dialogar con Menexeno aparecen las siguientes dos tesis: 1) para que exista amistad, al menos una de las personas debe amar a la otra, y, si eso no es criterio suficiente (en razón de que es posible amar sin reciprocidad), 2) entonces la relación debe establecer una simetría de amor (ambos deben tener el mismo deseo o la misma intensidad), aspecto que Sócrates ironiza diciendo que los amantes de los perros, del vino o de cualquier otra cosa no están al mismo nivel que la cosa que aman. Claro, Sócrates está siendo provocador, ya que al final del texto concluirá que philia no es otra cosa que el sentido de apego por alguien que comparte el mismo gusto por una actividad común. Hay que mencionar que Sócrates, además, llegará a afirmar que es necesario dotar de la philia tanto al amigo como al enemigo, de modo que romperá con la clásica lógica griega establecida por Simónides y Polemarco (La república) en cuanto a que los enemigos no merecen el don de la philia. Nótese que Sócrates se adelantó por mucho al concepto cristiano del amor agape.
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La suposición socrática, la quinta tesis del diálogo Lisis, afirma que donde hay philia no hay asimetría alguna entre las partes. Además, supone la capacidad racional para encontrar una actividad común. Algo completamente opuesto al tipo de amor storge (en griego, στοργ), que hace referencia al amor primario o emocional. Pero también algo totalmente contrario al amor eros. La relación de los amantes empieza así, con una dinámica emotiva e irracional (cómo el apego del bebé a la madre), pero solo el tiempo podrá desarrollar la condición de philoi (donde hay simetría) y luego pasar al amor eros.
Hablemos del eros. Pasamos entonces al conocido diálogo El banquete, en el cual aparecen las tipologías de los amantes propias de la Grecia arcaica, el erastés (la parte dominante, activa, la que enseña, la de más edad) y el erómenos (la parte sumisa, dócil, joven, que es sometida a un proceso de enseñanza y pareciera esclavizada por su amante). Esto es muy claro en el diálogo cuando Alcibíades —que ha intentado seducir a Sócrates— falla en el intento y luego, al darse cuenta de que no le corresponde ser el cazador (por ser la parte débil), afirmará lo siguiente: «En consecuencia, tal como un esclavo que escapa, lejos de él [Sócrates] huyo. Y, cuando lo veo, me avergüenzo y me veo reducido a una servidumbre como nunca nadie la padeció de parte de nadie. Busco por todos lados una salida».
Dicha salida puede perfectamente ser la muerte, como en el caso original que inspira esta pieza. ¿Por qué? Si los griegos muertos y la filosofía quieren recuperar el peso que tuvo para los antiguos, deben volver a mostrarnos que su utilidad trasciende la torre de marfil y que puede ayudarnos a resolver los dilemas cotidianos. ¿Que eran los peripatéticos sino jóvenes que filosofaban mientras caminaban reflexionando sobre lo cotidiano? Diferentes a los jóvenes universitarios de hoy que caminan sin pensar, dicho sea de paso.
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Los griegos entendieron que ninguna relación —mucho menos la de amantes— es simétrica. Amar es un arte, no solo un mekané (aunque el erómenos sea instruido en la mecánica del sexo por el erastés). Dicho arte requiere una dinámica de enseñanza. Pero el esfuerzo de enseñar entre los amantes (de nuevo, jamás hay simetría alguna) implica reconocer que la tonalidad efectiva se dirige a un otro asimétrico a quien se desea manipular para afectarlo, para que modifique sus actos y para enseñarle a madurar. Los enemigos pueden ser simétricos. Los amantes, nunca. Y de parte del erastés (el que enseña, el que tiene la experiencia) habrá siempre un acto de dominación. ¿Con qué intención? Con la de que el erómenos se libere y se haga erastés. Por tal razón, de acuerdo con este modelo griego del amor, toda relación de amantes tiene fecha de caducidad y ambos sufren. El efecto de la asimetría es brutal. La presencia del erómenos hace que el erastés sepa muy bien que el objeto de su amor un día se liberará de las cadenas. Y el erómenos deberá aceptar que su maestro y amante lo abandonará.
El juego de los amantes produce al final un dolor agobiante, dado que resulta necesario aceptar lo fútil de esa idea de que amigos y amantes estarán siempre juntos. En el mundo griego, estas reglas eran claras. Pero, como el mismo Sócrates lo comprendió, a veces incluso haciendo todo bien es imposible evitar que las cosas salgan mal.
A veces contemplar la realidad de la libertad genera terror.
Entiendo que a la amada muerta de nuestra historia se la extraña.
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