Con ejemplos: los trenes más rápidos del mundo se encuentran en Asia modernizada. Un tren de alta velocidad (TAV) supera velocidades de 200 kilómetros por hora (km/h) sobre rieles y de 250 km/h sobre plataformas especiales, como la magnética. Hay TAV por toda Asia y en Europa. También hay en los Estados Unidos de Norteamérica y en Canadá. África tiene uno solo (en Marruecos) con tecnología francesa. En Oceanía no los hay por razones económicas. América Latina no tiene TAV y en su lugar posee trenes subterráneos y metros. En Centroamérica, solo Costa Rica y Panamá cuentan con metro.
¿Vale por hoy la afirmación del primer párrafo?
¿En dónde está Guatemala? El país cuenta con un arcaico tren. Parado. Es lo que hay.
Se pueden enumerar múltiples razones por las cuales el desarrollo de Guatemala está como su tren. Seguramente usted tiene la suya. Si hiciéramos una encuesta, seguramente encontraríamos que algunas de esas razones son reconocidas a pesar de la ideología política y económica de las personas. Claro que para muchos la culpa es de los malditos e inmundos chairos terroristas y para otros de los igualmente malditos cerdos capitalistas, oligarcas y explotadores.
En el momento en que esas dos razones se encuentran frente a frente, las demás pasan trágicamente a segundo plano. Y entonces nos pasa lo que al tren. Tenemos línea férrea, tenemos algunas locomotoras, tenemos vagones y una enorme necesidad de ese medio de transporte, pero lo cierto es que no nos movemos.
Ese es el punto de este artículo. La división ideológica no nos deja avanzar. Nos declaramos amantes de la democracia, adalides de la libertad, patriotas, próceres de la paz, pero siempre que haya ideología única y que por casualidad resulte ser la nuestra. Queremos ver al otro colgado de un árbol como penca de bananos. Por esa causa se ofende y se traiciona a los amigos, no digamos a los enemigos. Somos un país idiotizado por la lucha ideológica porque caricaturescamente no hemos salido de una guerra fría que ni siquiera fue nuestra, sino un montaje como escenario hollywoodense. Hay multitud de personas a sueldo o voluntarias consagradas a mantener ardiente la caldera.
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Y en esa pueril lucha diaria resultan justos pagando por pecadores.
Ya es hora de renunciar a la confrontación como modo de vida, como visión y misión y como canal liberador de nuestros demonios internos. En ambos lados de esta lucha estéril (pero que cobra víctimas a millones) hay personas buenas y malas, dignas e indignas. ¿Acaso no resulta mejor si nos juntamos alrededor de objetivos comunes? ¿Por qué no se reúnen quienes quieren que desaparezca la corrupción, la impunidad y la desigualdad?
No es nada fácil, visto lo visto. Pero un sacrificado esfuerzo al menos haría que el tren se moviera.
Me ha llamado la atención leer en días recientes a personas que están de acuerdo con la necesidad de quitarse la camiseta de la lucha ideológica y trabajar sobre una plataforma común. Pongo dos ejemplos: Lionel Toriello Nájera y Estuardo Porras Zadik, dos personas identificadas con la derecha. Otro hombre público, Andrés Oppenheimer, propone el abandono de la lucha ideológica y su remplazo con el pragmatismo y los principios. El columnista Édgar Gutiérrez Girón ha estado llamando al gran empresariado para que revise sus alianzas estratégicas y comprenda que una Guatemala próspera es la mejor apuesta para ellos mismos. No cito más personas porque no las he encontrado, pero seguramente hay muchas que proponen el abandono de la necedad ideológica dolosa para avanzar en el interés común sin necesariamente renunciar al interés propio.
Hay cosas indudables: será difícil, habrá puntos irreconciliables, tendremos avances y retrocesos, al inicio habrá mucha desconfianza mutua. Perdámonos el asco y el miedo. Heredémosle una oportunidad a Guatemala. Necesitamos una gran alianza basada en principios e intereses comunes. Necesitamos aprender a hacer concesiones y a aceptar que este país es de todos.
A algunas personas les será imposible, pero al no esforzarse estarán dejando vacante su plaza para quienes sí crean que nos deja el tren parado.
Volveré.
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