En estos días, la mayoría de las conversaciones cotidianas hacen referencia al acontecimiento deportivo global que acapara la atención de una gran mayoría de personas: el mundial de futbol de Qatar 2022, un torneo que pasará a la historia como el más atípico y polémico en la historia de dichas competiciones desde su creación en julio de 1930. Paradójicamente, buena parte de las discusiones sobre este mundial no se refieren al deporte en sí mismo, sino a las interioridades políticas, comerciales y administrativas que rodean la organización de dicha competencia deportiva.
Un primer grupo de discusiones giran en torno a la transformación del futbol como una inmensa máquina productora de ganancias, aspecto que ha sido reseñado en varios documentales como responsabilidad de la FIFA, la Federación Internacional responsable de su gobierno global, quien en el período 1968 y 1982, fue convirtiendo dicha competición en una oportunidad inmejorable de hacer negocios, tal como narra en cuatro episodios el documental «Los entresijos de la FIFA».
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Favoreció esta transformación la transmisión de los mundiales por televisión: la época dorada de este medio de comunicación empezó a ser un fenómeno global en los años posteriores a la segunda Guerra Mundial. En Guatemala, por ejemplo, la primera estación televisiva fue fundada en 1956. Fue gracias a estas transmisiones que los mundiales se volvieron toda una tradición largamente esperada: todos, de una u otra forma, hemos crecido de la mano de la pasión mundialista. Fue esta orientación comercial, más que deportiva, la que determinó la elección de Qatar como sede mundialista, cuando dicho país no tiene una tradición ni una estructura futbolística. Se habla de que para obtener la sede, el país anfitrión del mundial 2022 pagó muchos millones de dólares en sobornos.
Un segundo grupo de discusiones giran en torno a las consecuencias de dicha decisión económica: para realizar el mundial 2022, el país anfitrión tuvo que construir toda una infraestructura que impulsó en Qatar toda una vorágine constructora que a marchas forzadas produjo una mínima base deportiva y de servicios turísticos que parece haberse quedado corta: desde la historia de los abusos cometidos en contra de los trabajadores migrantes que trabajaron en las construcciones que hoy se muestran con orgullo, hay además, numerosas quejas por los elevados precios de los hospedajes, las pésimas condiciones en las que los turistas han tenido que lidiar estas horas mundialistas y las severas condiciones climáticas bajo las que se desarrolla la competencia deportiva.
Antes del mundial, numerosas personalidades como Shakira, Rod Stewart, Dua Lipa, y futbolistas de la talla de Toni Kroos, así como organizaciones como Amnistía Internacional y la OIT, han proferido duras palabras en contra del mundial, algunos incluso llamando a un boicot global en contra de lo que ahora se califica como el «mundial de la vergüenza».
Otro tipo de consecuencias tienen que ver con la temporada en que se realiza el mundial: muchos empresarios se han quejado de que la coincidencia de la época mundialista con la época navideña puede incidir en el frenesí de compras que se acostumbra a fin de año, por lo que se teme que este año, haya consecuencias económicas debido a la celebración de esta competencia deportiva.
Pese a las controversias y discusiones sobre el mundial, el arraigo de la competencia no ha impedido que con el paso de los días, la «normalidad» mundialista haya prevalecido aún sobre todas las inconformidades. Aunque este mundial será recordado como el más polémico y atípico de la historia, al final del día, los intereses económicos prevalecieron sobre cualquier otro interés o consideración. Bien dice el dicho: poderoso caballero es don dinero, especialmente en ésta época de multimillonarios que concentran en menos del 1 %, la riqueza que posee el 50 % de la población mundial.
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