El método, aunque parezca simple, tiene mucho sentido, ya que verbalizar el problema te ayuda a encontrarle una salida. Por eso este espacio de opinión lleva el nombre de Quitapenas. Desde acá he encontrado una plaza donde puedo gritar mis abismos y donde también me río del mundo y de mí misma. Ya lo decía la novelista española Ana María Matute: «Escribir es siempre protestar, aunque sea de uno mismo».
Hoy quiero compartirles una pena que me ahoga el alma. Tengo 52 años, soy economista y estoy desempleada desde hace rato. Dicen que el trabajo dignifica a la persona porque la hace sentir capaz, útil, necesaria, autosuficiente y perteneciente a una sociedad. Ganar algo por tu propio esfuerzo, sin que nadie te regale nada, es parte del proceso de realización personal. Sin embargo, tener trabajo a veces resulta ser un privilegio para unos cuantos.
Ahora que está de moda el VAR (video assistant referee), quisiera tener uno para ver las jugadas arriesgadas de mi vida. En mi experiencia laboral me he desempeñado con éxito en varios espacios profesionales, aunque no he podido construir una carrera. Supeditada a los ires y venires de la ocupación de mi esposo y entregada a la crianza de mis hijas, pospuse muchas veces mi propio desempeño laboral. Cuando quise salir al mercado, ya no tenía muchas oportunidades. El mercado castiga a la mujer más que al hombre, por desgracia.
Las oportunidades de empleo para las mujeres se reducen y, aunque se ha avanzado mucho en temas de equidad de género, aún existen brechas gigantes. Según el Índice Global de Brecha de Género del 2017, elaborado por el Foro Económico Mundial, la brecha entre hombres y mujeres en salud, educación, política y economía se amplió por primera vez desde que comenzaron los registros en 2006.
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Advierte el foro que los países deben prestar atención a la brecha de género no solo porque esa desigualdad es injusta, sino también porque numerosos estudios sugieren que una mayor igualdad de género conduce a un mejor desempeño económico. El informe cita estimaciones que sugieren que la paridad económica de género podría incrementar el PIB global en 5.3 billones de dólares estadounidenses para el 2025. Un desperdicio de capital humano que esta sociedad patriarcal se niega a aprovechar a pesar de la evidente riqueza que se podría generar.
Agrega el informe del foro que, con la tasa de progreso actual, la brecha global de género tardará 100 años en cerrarse, mientras que la brecha en lo económico no se cerrará sino hasta dentro de 217 años. Ni siquiera mis tataranietas lo verán.
Hoy me miro a mí misma y veo a una profesional con liderazgo, capacidad y experiencia que quiere generar un cambio, pero que no tiene espacio laboral para hacerlo. Ya crucé el umbral de la mitad de mi vida y, aunque sé que no tengo muchas opciones, seguiré buscando hasta debajo de las piedras un espacio en el cual no solo me pueda dignificar como ser humano, sino también desde el cual le pueda aportar a esta sociedad.
No he perdido la esperanza. Solo la he guardado por un rato. Tal vez mañana, al levantarme, la muñequita quitapenas haya hecho la magia.
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