De hecho, David Grohl le rindió un homenaje en el cual reconoció la enorme influencia que había de él en su obra y destacó sus recuerdos del álbum 2122 con esta frase: «Su poder, su precisión y su composición fueron incomparables. Lo llamábamos el Profesor por esa razón: todos aprendimos de él».
El álbum 2122 (1976) es considerado una de las obras icónicas de Rush. A mi gusto, los 4:36 minutos de la obertura del álbum definen lo que muchos denominan rock progresivo.
Dicho álbum habría sido inspirado en Himno, el libro de Ayn Rand publicado en 1938. De hecho, Rand y la ciencia ficción fueron algunas de las primeras influencias en la obra de Peart, que posteriormente evolucionarían hacia un ámbito más personal, en el cual se fue formando como un detractor del modelo de negocio detrás del rock reflejado en las letras de The Spirit of Radio (1980): «All this machinery making modern music / can still be open-hearted, / not so coldly charted. / It’s really just a question of your honesty».
Infinidad de crónicas han resaltado la maestría del Peart baterista, pero no debe olvidarse que su legado incluye por lo menos dos libros autobiográficos: The Masked Rider: Cycling in West Africa, escrito en 1996, sobre su viaje en bicicleta a través de Camerún, y Ghost Rider: Travels on the Healing Road, escrito en 2002, sobre el viaje en motocicleta que realizó a través de los Estados Unidos durante 14 meses luego de la muerte de su esposa y de su hija.
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En el caso de Ghost Rider, el libro documenta una búsqueda de redención que se refleja en el álbum Vapor Trails (2002), que representa un giro de grandes dimensiones en la producción de Rush, reflejado en un sonido que prescinde de los sintetizadores. Canciones como One Little Victory, Vapor Trail y Ghost Rider son testimonio de la capacidad permanente de reinventarse que caracterizó a una banda nacida en 1967, capaz de sobrevivir al bullicio y vacío de los 80 y prolongar su legado hasta nuestros días.
Tom Sawyer tiene para mí ese aire mítico de la primera vez que escuché la historia de una mente que no estaba en venta para ningún dios o gobierno y que comprende la naturaleza permanente del cambio. Rolling Stone la destaca como la canción indudablemente más conocida de la banda, que, de hecho, me acompañaba hace unas de semanas en un camino polvoriento que no dejaba adivinar un rústico muelle de pescadores sobre una plataforma de rocas en la península de Nicoya.
«Malpaís» anuncia un letrero. Estaciono junto al muelle y bajo del vehículo para estirar las piernas. El nombre siempre resulta curioso para esta especie de cabo Finisterre —el fin de la tierra— porque un poco más adelante termina la carretera en los límites del Parque Nacional Cabo Blanco.
Malpaís puede resultar poco amable en comparación con otros puntos de la península, pero posee el indudable encanto que provee ese viejo matrimonio entre acantilados y olas. No llegué hasta allí buscando redención alguna, pero me da por pensar que bien podría haber sido el escenario para las palabras finales del Ghost Rider de Peart: «I had found my place of rest and redemption, and the Ghost Rider’s work was done. He could keep on riding now, right off the end of that pier, into the sunset».
Un enorme baterista capaz de componer poesía nos ha dejado. Y los versos de las olas chocando sobre las rocas seguramente extrañarán que alguien cante sobre ellos.
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