Necesario e imprescindible es que todas las personas, desde la más temprana infancia hasta la etapa adulta y más allá, conozcan su cuerpo, el de los demás, lo que sí es válido y lo que no. Que la sexualidad sea un tema que se hable con libertad y con fundamento. Que ningún tema de estos sea tabú. Que un niño y una niña sepan cuándo sí y cuándo no es permitido que alguien toque sus cuerpos, en qué circunstancias, bajo qué parámetros.
Pronto llegaremos al primer cuarto del siglo XXI. La televisión por cable, las películas, la pandemia y todo lo vivido en los últimos años nos hablan de la fragilidad no solo de la vida, sino también de ciertos valores que por obtusos son impracticables.
Como sociedad, no podemos seguir autoengañándonos. Es falso que solo en las familias se puede —y debe— aprender sobre la sexualidad. Los casos que a diario se dan en nuestro país demuestran lo falaz de esta creencia. Los resultados hasta el día de hoy son contundentes: hay mujeres asesinadas por causas sexuales, hay adolescentes embarazadas, hay niñas violadas y embarazadas (y no una o dos —en sociedades menos enfermas que esta, un solo caso ya sería un escándalo—, sino cientos e incluso miles de niñas cada año).
Un poco de decencia debe imponerse ante esta situación. La educación sexual integral es no solo necesaria e imprescindible, sino además urgente.
Reproduzco algunas palabras del Fondo de Poblaciones de las Naciones Unidas sobre este tema: «Todas las y los jóvenes tendrán que tomar algún día decisiones cruciales sobre su salud sexual y reproductiva. Sin embargo, las investigaciones revelan que la mayoría de las y los adolescentes carecen de los conocimientos necesarios para tomar estas decisiones de manera responsable, por lo que son vulnerables a la coacción, las infecciones de transmisión sexual y los embarazos no planificados.
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»La educación sexual integral permite a las y los jóvenes proteger y promover su salud, su bienestar y su dignidad al ofrecerles las herramientas necesarias en materia de conocimientos, actitudes y habilidades. La educación sexual integral es condición previa para ejercer plena autonomía corporal, lo que exige no solo el derecho de tomar decisiones sobre el propio cuerpo, sino también la información para tomar estas decisiones de manera sensata. Debido a que tienen como fundamento los principios de derechos humanos, los programas de educación sexual integral ayudan a fomentar la igualdad de género y los derechos y el empoderamiento de las y los jóvenes.
»El UNFPA trabaja con los Gobiernos para impartir una educación sexual integral, tanto en las escuelas como a través de la capacitación y divulgación comunitarias. El UNFPA también promueve políticas e inversiones relacionadas con programas de educación sexual que cumplan las normas convenidas internacionalmente».
Vemos, pues, cómo la educación sexual integral es una preocupación no solo nacional, sino también internacional. Vemos cómo los distintos gobiernos del país han incumplido con promover los programas con los que se han comprometido a nivel internacional, con capacitar a quienes podrían impartir dichos programas y, sobre todo, con no promover la emisión de la ley respectiva. ¿A qué se debe esa falta de voluntad política? Entre otros factores, al hecho de querer complacer a un grupo de personas cuyos valores son, en apariencia, tradicionales y conservadores de las buenas costumbres. Nada más falaz y aterrador. Es obvio que dichas políticas, además de ineficaces, son contraproducentes.
¿Cuánta inversión se necesitará para emitir la ley de educación sexual integral y todo lo que conlleva en, digamos, los próximos diez años? Estoy segura de que poco en comparación con lo que hoy se invierte en el Organismo Judicial para investigar, enjuiciar, etcétera, a quienes violan, maltratan y asesinan mujeres o a quienes abandonan a los hijos y no pagan pensiones alimenticias. Es más: con una generación educada en sus derechos y obligaciones en el campo de la sexualidad, con el tiempo este sería sin duda un problema menor en Guatemala.
Pero la falsa creencia, la hipocresía y la ignorancia prevalecen en nuestro medio como cortinas de humo para desviar la atención de cuestiones como la corrupción, por ejemplo. ¿Serán acaso infinitas estas malas acciones?
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