En algún lugar del Pacífico se me perdió el lunes. Trece horas de diferencia me separan de América Central. Cuando debo dormir me da hambre y cuando quiero ir a la cama sale el sol en la ventana. No me lo están preguntando, pero hasta ayer fui al baño. Después de 38 horas de viaje y 48 de estar en Yakarta, el estómago es el último en enterarse de los cambios de horario.
En bahasa, el idioma de la isla de Java, ibu quiere decir madre. A las mujeres mayores se les antepone el ibu antes del nombre como señal de respeto. De este modo pasé de ser Elizabeth a secas a ser ibu Elizabeth. Me gusta el tono cariñoso en que lo dicen, quizá por llevar dos vocales suaves.
Kota significa ciudad. Y a Yakarta, la capital de Indonesia, la llaman ibu kota: la ciudad madre. En esta ibu kota conviven 30 millones de habitantes procedentes de todas partes del archipiélago, pero todos son hijos en esta ciudad madre. Sin embargo, asumir a Yakarta como ciudad madre tiene gran relevancia, particularmente porque acá sobresale la diversidad étnica, religiosa y cultural. Indonesia es el cuarto país más poblado del mundo, con 260 millones de habitantes, y aquí conviven 300 grupos étnicos, 742 idiomas y 6 religiones reconocidas constitucionalmente, aunque el 87 % de los indonesios son musulmanes. Es una ciudad diversa que adopta a todos como hijos suyos, aunque no todos son iguales, pues acá se respiran las diferencias sociales al nomás salir a la calle.
En 1965, el Ejército de Indonesia dirigió una violenta campaña anticomunista durante la cual, según se dice, entre 500,000 y 1,000,000 fueron asesinados. Esta etapa sangrienta de la historia aparece diluida en la memoria oficial y se busca maquillarla con el lema nacional de Indonesia: «Bhinneka tunggal ika» (unidad en la diversidad).
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A pesar del poco tiempo que llevo en Indonesia, es casi inevitable no hacer comparaciones con Guatemala. Como en un tejido, los hilos se entrelazan. Aunque a menor escala, como si fuera un distrito de Yakarta, Guatemala tiene 17 millones de habitantes, de los cuales alrededor de un 20 % viven en la ibu Guatemala. Dos religiones, 25 grupos étnicos y 25 idiomas completan el paisaje. El conflicto armado interno nos dejó como vergonzosa herencia 200,000 muertos, 45,000 desaparecidos y cerca de 100,000 desplazados.
No me parece sabio ocultar el pasado. Por el contrario, creo que las naciones deben guardar la memoria de las atrocidades cometidas para evitar que se repitan. Y eliminar las causas estructurales que originaron el conflicto debe ser una constante. La unidad se construye desde la base, reconociendo la diversidad, pero también la igualdad de derechos y de oportunidades.
Convertir a Guatemala en ciudad madre no es un mal consejo. Una ciudad que acoja a todos como sus hijos, sus ciudadanos, pero ofreciéndoles a todos las mismas oportunidades, así como lo hace una madre. Ninguna madre dejaría a un hijo sin escuela mientras al otro lo matricula en un centro privado. Tampoco permitiría que uno se muera de hambre mientras al otro lo tiene en un hospital privado. Las madres partimos el pastel para que todos nuestros hijos coman lo necesario y de acuerdo con sus necesidades.
Convirtamos a Guatemala en una nana para todos, y no solo para unos cuantos.
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