Miedo

El reloj dice que son las 22:04. Mientras, el paisaje desde la ventana de mi hotel es una estampa común a cualquier capital centroamericana: un bulevar de cuatro carriles rematado con una gasolinera, un McDonald’s, un centro comercial y la publicidad de la distribuidora local de una marca japonesa de autos.

En la mañana, el bulevar bulle a más de 35 grados centígrados. Cada semáforo está repleto de vendedores ambulantes ofreciendo accesorios para autos, fruta o lotería, mientras otros se ofrecen a limpiar parabrisas. Una imagen común que explica cómo se gana la vida una buena parte de la población urbana en el Istmo y que los economistas describen como empleo informal, uno más de esos temas para los que se han diseñado paquetes de políticas públicas que descansan en en ese sitio en el que yacen los informes finales de proyecto.

La calle está ahora desierta. Pocas luces cortan la noche. Autos se acercan y alejan buscando otras rutas, y algún peatón distraído se aleja hasta convertirse en una sombra.

Reviso mis notas del día: los informes, aunque vayan camino a algún limbo, no se escriben solos. Y Miedo, de los Caifanes, decide hacerme compañía.

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La voz de Saúl Hernández me hace recordar otras épocas al borde de la frontera entre México y Guatemala, pero también me recuerda que, temprano en ese mismo día, cuando alguien mencionó la palabra miedo en una reunión, instintivamente todos asentimos y la anotamos en nuestras libretas muy despacio, casi dibujando cada letra.

Miedo es la mejor descripción de contexto y ahorra tener que contar la historia que otros contaron ya sobre pueblos a los que les han robado hasta la alegría. En este caso, lo que pasó para que el miedo llegara con ganas de quedarse ocupará a equipos completos de investigadores, a quienes de todas formas les aparecerá quien los rebata poniendo en duda los hechos y las cifras, alegando supuestos compromisos ideológicos.

Sin embargo, alguien puso los muertos y alguien más las balas, la organización y la logística que segaron vidas en las calles, Iglesias y universidades.

Miedo. Pase y disfrute su dosis mientras debatimos sobre si la región va de vuelta a los 80. Hay mucho espacio para especular sobre las causas e ir a Twitter a comentarlo. Cuando acabe con sus 250 caracteres, el miedo todavía estará allí, igual que los dinosaurios.