Las niñas de marzo son el recuerdo de la vida que no fue, de lo que no somos y de lo que no seremos, de lo que no queremos ser. Las niñas de marzo son voces inocentes, son llanto, son gritos ahogados en el fragor del humo que las envolvió hasta convertirlas en ceniza, viento, nubes, agua, estrellas.
Las niñas de marzo son esperanza y dolor. Son las que anidan en nuestro corazón. Son el reflejo de lo que somos, el espejo en el que nos vemos cada mañana que tampoco fue ni es. Son árboles, son flores, son mariposas, son ruiseñores. Son el halo infinito del viento que sopla en este marzo aciago que se las llevó.
Las niñas de marzo, las que fueron, las que son, las que serán. Las que ya no son. Las que habitan en nuestro corazón. Son dolor, «esperanza rota», son «voces del silencio», son presencia infinita. No importa que tratemos de ocultarlas, no importa que las ignoremos, no importa que las invisibilicemos, no importa que hagamos el gesto compungido de quien no quiere ver ni escuchar. No importa que callemos sus nombres, no importa que cerremos los ojos y nos digamos, no, eso no les pasó. «Aquí no murió nadie». No importa que digamos o no, de todas formas, ellas somos nosotros. No importa que las callemos, que las ocultemos, que tratemos de olvidarlas, que tratemos de borrarlas. Las niñas de marzo fueron, son y serán un clavo, una estaca, un puñal en nuestro corazón.
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Mientras no sanemos esta herida, esta llaga que cada vez es más profunda en el corazón. Mientras no haya para ellas al menos la justicia de su vida y la paz de su muerte. Mientras no aprendamos cómo evitar que su tragedia vuelva a suceder. Mientras no sepamos cómo sanar su ausencia, sus gritos, su llanto, su angustia, su desesperación. Mientras no recorramos el camino de la justicia, de la expiación, del perdón, de la culpa, de la ira, del desamor, de la responsabilidad. Mientras sigamos cegados por la falsa ilusión de que aquí no pasó nada, todos estamos del otro lado del muro, del otro lado de la puerta, somos una mano en el candado impidiendo que salgan de la muerte para retornar a la vida.
Las niñas de marzo son lágrima viva, un lugar en nuestro corazón.
Se convirtieron en fuego, ceniza, arena, cielo, nube, viento, agua, río, mar. Son vida, son esperanza, son dolor, son desolación.
Las niñas de marzo son una piedra en el corazón. Son lo que son mostrándonos lo que somos.
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