El desarrollo intelectual, científico, tecnológico, cultural, político, económico académico, artístico y deportivo de una sociedad se debe, al final del día, a sus universidades y centros educativos en general.
Las universidades son incubadoras de conocimiento, gestoras de innovación, generadoras de nuevas formas de pensar y abordar los problemas y, por excelencia, las responsables de crear, depositar y distribuir conocimiento.
En Guatemala, las universidades constituyen un beneficio adicional, pues, en medio de estructuras que mantienen al pueblo sumido en la ignorancia, son las llamadas a fomentar y ejercer el pensamiento crítico, a investigar de manera seria y objetiva y a difundir ideas que nos permitan crecer y avanzar como sociedad.
¿Dónde sino en las aulas de una universidad se encuentra el espacio idóneo para explorar y elaborar nuevas teorías, expresar diversidad de ideas libremente, criticar el estado de las cosas, problematizar los fenómenos y embarcarse en la búsqueda de soluciones en conjunto, con técnica y disciplina y desde más de una perspectiva?
¿Quiénes sino las universidades son los estamentos de cultivo y renovación de pensamiento, de desarrollo de la creatividad, de comprensión de realidades y de explicación de fenómenos mediante un método objetivo?
Si las empresas y los trabajadores son quienes crean, producen y distribuyen en una estructura social, son las universidades las que piensan y mueven las fronteras que limitan el conocimiento y derrotan al enemigo más común del progreso: la ignorancia.
Entonces, es importante reflexionar sobre la importancia de la libertad de pensamiento y de expresión en el marco de la educación superior en el país. Una universidad que se doblega doctrinariamente a la agenda de sus patrocinadores y financistas se convierte en un simple instrumento de sus mecenas.
Una sociedad que alinea su ethos hacia un pensamiento hegemónico, fundamentalista o dominado por el fanatismo se convierte en una sociedad de borregos y seguidores. Pero una sociedad que fomenta el espíritu crítico en su ciudadanía cosechará creatividad, progreso e innovación, productos de la diversidad de pensamiento, así como la libertad de ejercer, ejercitar y divulgar este. Son entonces las universidades y los centros de pensamiento, estudio y aprendizaje los que pueden y deben liberarla del secuestro intelectual.
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La responsabilidad que conlleva el privilegio de saber obliga a denunciar y actuar a nivel individual. Una persona que sabe de injusticias y no denuncia ni actúa se convierte en cómplice de ellas. Un individuo que se ha informado de verdades más allá de lo evidente se ve obligado a revelarlas. Una ciudadanía educada tiene la responsabilidad de utilizar lo aprendido para cambiar la realidad donde deba cambiarse. De lo contrario, se convierte en un cobarde lacayo de la ignorancia.
Si existe evidencia objetiva y verificable de situaciones sociales, políticas, económicas o de cualquier otra índole que pueden y deben ser abordadas por diversos estamentos ciudadanos, es menester que se divulguen, discutan y coloquen en la mesa de la opinión pública para su escrutinio, análisis y evaluación pública con el fin de resolverlas.
Silenciar y acomodarse al statu quo es irresponsable cuando este limita el progreso. Sin embargo, ese silencio es inmoral cuando el statu quo actúa en detrimento del bienestar integral de los miembros de una nación en particular y de la humanidad en general.
Rescatar cualquier institución de un movimiento de piezas en el juego de ajedrez de las agendas de poder para mantener el poder en ciertos grupos histórica e injustamente privilegiados es una responsabilidad, si no una obligación, de la ciudadanía comprometida con la ética, con los valores que fundamentan el humanismo y con la constante búsqueda de la verdad.
La universidad, por definición, no debe mantener su pensamiento enclaustrado, capturado y limitado a agendas de ignorancia y mediocridad bajo ninguna excusa ideológica, dogmática, represiva o coercitiva.
Las universidades serias y libres son las llamadas a ejercer el cuestionamiento ante la realidad, a convocar a los sectores polarizados de la sociedad y a someter al escrutinio público, cual pivotes de referencia, los fenómenos que impiden una sociedad más humana, más justa, más desarrollada: mejor.
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