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Un grupo de 200 hondureños cruza el puente del Incienso el viernes 12 de abril, en la madrugada

La madre de las caravanas es un riachuelo

: Antes de que aclarara, un grupo de 200 hondureños salió de la Casa del Migrante de Ciudad de Guatemala, el viernes 12 de abril, rumbo a Tecún Umán
El paso de los migrantes es observado por dos Policías Municipales
Una madre lleva la hija de pocos meses en el carruaje, acomodada entre paquetes y ropa
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La madre de las caravanas es un riachuelo

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En octubre del año pasado surgió la primera gran caravana centroamericana, nacida en Honduras. Le siguió una de El Salvador. En enero salió una más, de San Pedro Sula. ¿Seguiría el éxodo masivo? Más o menos. El 10 de abril salió una cuarta caravana hondureña. Esta se mueve por grupitos, que apenas resaltan a un costado de las carreteras guatemaltecas.

El 16 de octubre del año pasado, la primera caravana migrante, mientras salía de Esquipulas, ocupó todo un carril en la carretera CA10, de camino a Chiquimula. Ayer, viernes 12 de abril, miembros de la última caravana, avanzaron, todos y todas, en fila, sobre la estrecha banqueta del Puente del Incienso.

Apenas y se ven. Eran, unos 70, como máximo.

El 28 de marzo, la secretaria de gobernación de México, Olga Sánchez a medios mexicanos que tenía información de que una nueva caravana, la llamó ‘Caravana Madre’, se estaba formando en Honduras. Dijo, también, que esperaban alrededor de 20 mil personas. Para entonces ya rondaba en redes una imagen que decía, «Buscamos refugio. En Honduras nos matan». Un grupo de What’sApp también lo anunciaba. La convocatoria era para salir el 30 de marzo, de la Central Metropolitana de San Pedro Sula.

Simone Dalmasso

Sánchez siguió diciendo que México no militarizaría su frontera sur y que el gobierno mexicano dejaría de dar visas humanitarias, «Vamos a dar permisos temporales de visitante y de trabajo en la zona sureste de nuestro país», finalizó.

Dada la naturaleza de convocatoria y reunión espontánea de las caravanas previas, era y es imposible predecir su tamaño y población. Llegó el 30 de marzo. Salieron algunos. Claro, no eran 20 mil como se había anunciado antes. «Eran unos 100, 200 a lo sumo», indicó Santiago López, reportero de la cadena televisiva hondureña HCH.

Luego dijeron que la Caravana Madre saldría el 10 de abril. Ahora sí. La Madre fue, al final, una fotocopia de la primera caravana: 3,000 migrantes, aproximadamente. La diferencia es que ya no vemos ese mar de gente. Se mueven en grupitos de 60 personas, más o menos. En octubre del año pasado, por ejemplo, la Casa del Migrante de Ciudad de Guatemala, con una capacidad de albergue de 70 personas, de repente abrumada por la visita de 3,000 hondureños y hondureñas, tuvo que pedir ayuda al Colegio Santa María, al otro lado de la calle, para recibirles. El 11 de abril, para nada sorprendidos por un grupo de 150 que llegó a tocar sus puertas, las y los voluntarios de la Casa, que si bien afirmaron que era una noche movida, no tuvieron siquiera que pedir refuerzos a voluntarios. Había, también, enchufes libres para todos los teléfonos sin carga. Había ropa para todos. Las colchas se devolvían en orden. La quietud era tanta, que desde lejos se podía oír el Padre Nuestro de una madre rodeada de sus hijas, antes de salir.  

«Sí ha aumentado el flujo de gente esta semana, pero realmente no estamos esperando un desborde similar al del año pasado», dijo el padre Mauro Verzeletti, director de la Casa del Migrante en la capital.

El padre agregó que mantiene contacto con autoridades migratorias y con la Casa del Migrante en Esquipulas, quienes el 12 de abril, le avisaron que aproximadamente 600 personas habían ingresado a Guatemala, de forma legal.

Caminar dentro de la casa el octubre pasado, era como hacer fila en un banco a fin de mes: a paso de tortuga. El viernes 12, los pasillos estaban vacíos. Caído el sol las personas dormían o cenaban en silencio. Adentro había una quietud sepulcral. «Y hay quienes solo pasaron a comer y salieron, de noche», cuenta Verzeletti.

¿Las caravanas son una especie en extinción?

No. Ellas apenas han adelgazado. Son, pues, la única opción para muchos y muchas.

«Nosotros no podemos pagar un coyote, es mucha plata; nosotros nos sentimos seguras viajando así, en grupo; si no es por la caravana, seguiríamos en Honduras», dijo Leslie Contreras de años 20, originaria de Olancho. Leslie viaja con su hija Elizabeth, aún en pañales.

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Pero no es solo lo económico. La primera caravana, esa que después de mes y medio de camino se estrelló en Tijuana, ilusiona a otros. Si bien caminantes de ese primer éxodo masivo fueron deportados, o siguen esperando su turno en Tijuana, saben que muchos y muchas han cruzado y ahora caminan libremente en Estados Unidos, apenas incomodados por un monitor de tobillo.

«Tenemos confianza en Dios que así, en grupo, vamos a llegar a salvo y vamos a poder pasar», dijo Eriberto Hernández (51), de San Pedro Sula. «Ya vimos que nuestros hermanos pudieron, nosotros también podremos, mientras así lo quiera Dios». Eriberto viaja con su esposa Iris Pérez, su hija Carolina y una vecina, Heidy… «No me acuerdo de su apellido», sonríe. Eriberto, en San Pedro, solía trabajar en un ingenio de azúcar, pero su salario de 2,800 lempiras no era suficiente para alimentar a su familia. Solo en renta se le iba un 75%. El padre culpa al gobierno de esta desventaja. «Es un gobierno muy corrupto, muy ladrón», dice, «no sé por qué no los han metido al mambo, al calabozo, pues».

Pasadas las cinco de la mañana, los poco más de 100 personas que pasaron la noche en la Casa del Migrante, salieron sobre la Avenida de los Árboles, al sonido de pajarillos mañaneros y enfilados hacia la Calle Martí, el Periférico, el CENMA, Tecún Umán, Estados Unidos. Llegando a la entrada de la Colonia Bethania, a eso de las 7, el grupo se mezclaba con las y los trabajadores, también enmochilados. Nadie iba con bandera. Su acento es quizás lo único que delataría su país de origen —y, por lo tanto, su destino—. El mar de octubre es ahora un riachuelo. La Caravana Madre es apenas un riachuelo. Recordemos que esta fue convocada en redes, por WhatsApp; la de octubre fue anunciada en televisión nacional. Y los medios hondureños, señala López de HCH, han dejado de darle cobertura a estos grupos.

La gente sigue saliendo. La gente seguirá saliendo. Las razones son las mismas. El número es quizás irrepetible.

Simone Dalmasso

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