Siempre que tengo oportunidad de viajar por nuestro pequeño pero maravilloso país, me termino de convencer que nuestro país podría ser una tierra bendecida por Dios, con suficiente riqueza natural, cultural y social como para que todos pudiéramos vivir en armonía, con suficientes recursos para que, en este bello país, la mayoría de la población pudiera vivir con las necesidades básicas satisfechas y con servicios públicos de calidad.
Lamentablemente, las múltiples oportunidades que tenemos como país, se desperdician cotidianamente por una miopía colectiva múltiple. En primer lugar, de nuestras autoridades gubernamentales, que lejos de procurar el progreso y la satisfacción de las necesidades de la población, se han dedicado a saquear de forma sistemática el erario, convirtiendo a las instituciones en una inmensa piñata de la que se extraen recursos, prebendas y privilegios. Esta actitud de las autoridades está directamente relacionada con la segunda miopía, la de los partidos y dirigentes políticos que lejos de preparar planes y proyectos serios y profundos, se dedican a prometer objetivos irrealizables con frases grandilocuentes que están destinadas simplemente a engañar a la población. Un recuento de las promesas de cada presidente que nos ha gobernado desde el año 1985 a la fecha, demostraría un cumulo de ofrecimientos que nunca se han cumplido.
Los empresarios del país también han padecido de la miopía gubernamental y política: lejos de procurar la competitividad, algunos empresarios se han dedicado a buscar la protección estatal para crecer económicamente a la sombra del poder político: los florecientes negocios de Miguelito, o los del acalde Neto Bran (nombrado como el Florentino Pérez de Mixco por un medio nacional), son solo una pequeña muestra de este tipo de empresarios que simplemente aprovechan el poder político para crear fortunas a la sombra del tráfico de influencias y la corrupción.
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El resultado de todas estas miopías es una riqueza cultural, natural y social completamente desperdiciada: bien me lo comentaban unos amigos ticos, quienes al darse una vuelta por las muchas atracciones turísticas potenciales que tiene Guatemala, me comentaban que ellos con la mitad de los recursos que tenemos, habían sabido atraer de forma sistemática un flujo constante de turistas, inversiones y proyectos económicos que siguen posicionando a Costa Rica como un ejemplo en Centroamérica. Tengo la esperanza, sin embargo, que algún día llegará la conciencia política, empresarial y política necesaria para transformar tantas malas noticias en una inagotable fuente de proyectos innovadores que vayan construyendo un imaginario colectivo sobre nuestro país, cualitativamente diferente al que actualmente tenemos.
La visión socio cultural de la ciudadanía se ha apegado a esta miopía gobernante, por lo que prevalece en los actores sociales un pesimismo persistente sobre la realidad nacional: pocos actores ven el futuro con optimismo, especialmente cuando se asoman los años electorales, tal como ocurrirá a partir de enero del año entrante. La percepción mayoritaria es que, en cada período de elecciones, los guatemaltecos terminamos empoderando a personajes que compiten en cada elección por ser recordados por sus muchos desaciertos y promesas incumplidas, y que muy pronto compiten por el dudoso honor de ser considerados en la lista de los peores gobernantes del país.
La última de las miopías también señala a los supuestos actores subalternos y fuerzas que promueven un cambio político, económico y social: lejos de promover una alianza electoral que se enfrente a los actores reacios al cambio, cada grupo o partido quiere erigirse como el salvador de país, con lo cual paradójicamente solo garantizan que sigan gobernando esos actores miopes que siempre nos han gobernado.
Para cambiar Guatemala, necesitamos encontrar una nueva generación de lideres que estén dispuestos a superar la miopía reinante, de manera que construyan la Guatemala que pudo ser, pero que nunca ha sido.
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