Conocí a don Antonio de Valdivieso en razón de haber investigado exhaustivamente a fray Bartolomé de las Casas para escribir una novela cuyo entramado es su interacción con el cacique Aj Pop O’ Batz a fin de crear la provincia de Tezulutlán-Verapaz, que llegó a ser un territorio autónomo en las Indias Occidentales a mitad del Siglo de Oro español. Dicha novela fue publicada en 2014 por Áltera Ediciones, en Madrid.
Una vez concluida esa faena, me lancé a procurar un mejor conocimiento de Valdivieso para escribir su biografía novelada. En ello ando desde 2015. No han sido pocos los documentos que he tenido que estudiar ni los viajes realizados, particularmente a Managua, Granada, León, León Viejo, El Realejo de la Posesión y otros lugares donde fray Antonio ejerció su ministerio. Los hallazgos han sido sorpresivos y monumentales. Quiero compartir algunos de ellos en este artículo.
Las cartas de Valdivieso, aunque similares en cuanto a la denuncia, tienen una especie de acopio humanístico que entremezcla el pensamiento de De las Casas, su propia vivencia y reflexiones acerca del quehacer de los obispos. Y resulta interesante caer en la cuenta de que esas consideraciones son válidas hasta el día de hoy.
Uno de los tratadistas que mejor las ha estudiado es Gustavo Adolfo Villalobos Brilla, O. P. En su obra de 2004 [1] arguye acerca de esa validez: «Se debe tomar en cuenta que la Iglesia, cuando ha buscado renovaciones en diferentes planos de su ser y reflexiones, siempre ha acudido a las fuentes, a los orígenes, reconocidos como elementos de gran pureza y de inspiración para afrontar los momentos actuales, guardando la esencial fidelidad a lo originario. En la renovación del episcopado latinoamericano se hace necesario recurrir al siglo XVI, donde se marcó el inicio de la vivencia eclesial de este continente». Pareciera ser un claro mensaje de fray Gustavo a los actuales obispos de América Latina.
Una de las cartas de Valdivieso es de sumo interés. Está codificada como la número 9 [2]. En ella anuncia su asesinato cuatro años antes de que suceda, confiesa la imposibilidad de desempeñar su misión a causa de la corrupción en las estructuras que debían velar por la justicia e increpa el quehacer de los obispos en relación con una verdadera evangelización.
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En cuanto a los aspectos torales de dicha misiva (dirigida al príncipe Felipe), fechada en Granada el 8 de marzo de 1546, resaltan los siguientes fragmentos:
- De su asesinato: «Ya estando aquí me enviaron a decir que, si entendía en cosas de Inquisición [entiéndase justicia] o lo pensaba, me darían de puñaladas […] La razón es porque hay delitos muy feos y temen la justicia […] Todas estas osadías se originan del poco favor que la Iglesia tiene de parte de la Audiencia. […] Y así dicen que es menos matar al obispo que no verse castigar».
- De la imposibilidad de ejercer su misión: «Ni puede el prelado fundar virtudes ni buenas costumbres […]. Ni quieren prelado para otra cosa sino para que les diga misa y les predique, pero esto a su sabor. Y para que los ayude a engañar al rey y a ser traidores».
- Del quehacer de los prelados: «El obispo no es solo para tener mitra y renta, sino para usar jurisdicción […] y remediar las opresiones que se hacen a sus ovejas».
Antonio de Valdivieso, tercer obispo de Nicaragua, fue asesinado por los hijos del gobernador Rodrigo de Contreras el 26 de febrero de 1550. La causa de su muerte fue su ardiente defensa en favor de los más desposeídos.
El contenido de sus cartas y su legado siguen vigentes.
[1] Villalobos Brilla, Adolfo (2004). Monseñor Antonio de Valdivieso: rasgos para el episcopado latinoamericano. Nicaragua: Editorial Lascasiana. Pág. 10.
[2] Álvarez Lobo, José (1992). Fray Antonio de Valdivieso, obispo mártir de Nicaragua 1544-1550. Cartas. Costa Rica: Editorial Lascasiana.
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