Serpenteando entre las montañas del altiplano k’iche’; uniendo sinuosamente el casco urbano de Totonicapán con las comunidades cuya población diariamente transita ese camino; coloreando las mujeres con la indumentaria maya; estableciendo una relación cromática, artística, estética y espiritual entre persona, comunidad, cultura y cosmos; atravesando historias y luchas identitarias, esa calle donde la corriente de aire helado azota igual por siempre —por eso le llaman la Calle de la Pulmonía— albergó por generaciones a la familia del doctor José Emilio Ordóñez, Chepito, quien recibirá un homenaje póstumo este 2 de mayo en la Facultad de Ciencias Jurídicas de la USAC, en el marco de las XXVII Jornadas Lascasianas Internacionales, que él fundó y sostuvo al lado de otros intelectuales con tesón, pero más con compromiso hacia los pueblos indígenas.
Chepito Ordóñez batalló incansablemente para realizar dichas jornadas en México, donde vivía, y en Totonicapán y Guatemala, donde nació. Su aporte al conocimiento es invaluable. Su orientación al sistema de justicia maya y de los pueblos originarios lo eterniza en la mente y en la conciencia colectiva, y su planteamiento anticolonial lo eleva humanamente. Su paso por el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM dejó una estela de conocimientos y una constelación de motivaciones para la liberación de los pueblos.
En el 2008, en noviembre, las jornadas homenajearon a otro insigne guatemalteco, Carlos Navarrete, y el tema sugestivo y trascendental fue «padre/madre, nuestro maíz». Fue a la UNAM de México adonde fuimos invitados, y el derroche de intelectualidad de investigadores, antropólogos, sociólogos, estudiantes y autoridades ancestrales alrededor de nuestro grano sagrado, origen cosmogónico de la vida, se derramó en los participantes para entender más y mejor la negada —por el racismo— importancia de las civilizaciones mesoamericanas.
Tuve el honor de desarrollar la ponencia Maíz, agua, territorio y cultura: soportes del pueblo maya-k’iche’, cuyo objetivo central era incursionar en un análisis de valores y de condiciones ancestrales según la cosmovisión: espiritualidad, territorio y tierras comunales, autoridades indígenas y organización sociopolítica, derecho, arte, producción, visión y relación con la madre tierra, servicio comunitario, consenso, etcétera, para compararlos con las prácticas impuestas desde la visión colonizadora occidental y con la intención de develar lo que se ha llamado etnocentrismo.
El doctor Ordóñez escribió al respecto: «La tendencia a considerar los patrones de conducta de la propia sociedad como los únicos correctos y los de otras sociedades como extraños e impropios, creyendo que la propia cultura es la única importante y válida, se conoce como etnocentrismo. A contrario sensu, desde una perspectiva sociológica [1], el pluralismo (es decir, la diversidad cultural) se basa en la presuposición de que existen perspectivas culturales diversas que incluso pueden llegar a entrar en conflicto. La utilización del punto de vista del pluralismo cultural es muy importante en sociedades como la nuestra, en las cuales es innegable la existencia de varios grupos indígenas que se diferencian del resto de la población por su lengua, sus costumbres, su forma de vestir, etcétera» [2].
Diez años después, las luchas reivindicativas por el territorio, por la soberanía alimentaria, por la consulta, por el desarrollo propio, por el derecho indígena (que fue negado en los pasados intentos de reforma de la Constitución de la República en el ámbito de la justicia) y por el combate del racismo han adquirido más legitimidad, así como más consenso entre la sociedad. Indudablemente, la reflexión y producción intelectual de muchos, en especial de Chepito Ordoñez, sobre el derecho indígena, el Convenio 169, la declaración de la ONU sobre pueblos indígenas y en general los derechos sociales y colectivos de los pueblos ha contribuido a encontrar los caminos de la veracidad histórica y de su dignificación como actores plenos y consolidados en el siglo XXI.
La XXVII edición de las jornadas lascasianas, del 2 al 4 de mayo del presente año, en la Facultad de Derecho de la USAC, tiene como tema central «justicia y género en Abya Yala». Y, como cuando vivía, Chepito Ordóñez estuvo en las diferentes mesas temáticas con su presencia intelectual y su gran conciencia social, que desde la Calle de la Pulmonía en Totonicapán se han expandido en el tiempo y el espacio, como lo plantearon los mayas eternos.
[1] Seguimos a Cristina Puga et al., Hacia la sociología, Alhambra Mexicana, 1989.
[2] Ponencia Declaración universal de los derechos de los pueblos indígenas y Convenio 169: administración de justicia indígena, perduración de la herencia colonial.
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