Con el afán de atender las exigencias del pacto de corruptos, el gobierno de Jimmy Morales ha puesto a Guatemala en una crisis grave. Como resultado natural de la debacle de Jimmy, Guatemala empieza a hundirse en el aislamiento internacional.
El jueves pasado, el Parlamento Europeo emitió una resolución en la cual le solicitó al Gobierno de Guatemala que cesen los ataques en contra de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig) y expresó preocupación por las violaciones del Estado de derecho, por la violencia creciente y por la iniciativa de ley número de registro 5,377, que pretende reformar la Ley de Reconciliación Nacional y que constituye un ejemplo descarado de impunidad para criminales de guerra, perpetradores de crímenes de lesa humanidad y violadores de los derechos humanos. También expresó preocupación por la intención de aprobar la iniciativa de ley número de registro 5,257, que busca reformar la Ley de Organizaciones No Gubernamentales para el Desarrollo y el Código Civil a efecto de, entre otras medidas, facultar al Ministerio de Gobernación para cerrar organizaciones no gubernamentales y otras entidades sin mayor justificación.
Por si esa resolución del Parlamento Europeo no fuese suficientemente grave, ese mismo jueves el Gobierno de los Estados Unidos de América, a través de su Departamento de Defensa, suspendió la transferencia de equipos y la capacitación de las fuerzas de tarea guatemaltecas: una medida cuya gravedad es comparable con la suspensión de la ayuda militar ordenada por el presidente Jimmy Carter al final de la década de 1970 ante las graves violaciones de derechos humanos en plena guerra civil, momento en que Guatemala sufría el régimen militar de Romeo Lucas García. Y Donald Trump dista mucho de parecerse a Jimmy Carter, pero está por verse qué tan parecido es Jimmy Morales a Lucas García.
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La preocupación y los llamados de atención internacionales por los desmanes de Jimmy Morales y de su gavilla de corruptos y ladrones se están acumulando peligrosamente y se producen con mayor frecuencia. El efecto del oneroso cabildeo en Washington D. C. en contra de la Cicig y del servilismo rastrero en Israel se ha agotado para el Gobierno guatemalteco. Y conforme se acerca el cambio de gobierno programado para enero, la defensa de Jimmy Morales y su gente va perdiendo valor.
Para cualquier persona sensata, hasta el corrupto más bajo y poseedor de un mínimo de astucia y de sentido inteligente de supervivencia en el hampa de la corrupción estaría muy preocupado, si no asustado, por el aislamiento internacional y por el incremento creciente de las advertencias. Porque precisamente quienes hoy lo adulan, le juran lealtad incondicional, lo invitan a gozar de las mieles del poder porque luego gozará de impunidad y le aseguran que permanecerán a su lado hasta el final serán quienes en 11 meses le estarán dando la espalda, negarán vehemente que lo conocen e incluso publicarán sendos y elegantes comunicados demandando justicia vía su captura, enjuiciamiento y condena. ¡Como si la historia no estuviese repleta de ejemplos de los cuales aprender!
Pero no. Ese mismo jueves en que el Parlamento Europeo emitía la gravísima resolución citada y el Gobierno de Estados Unidos retiraba la ayuda militar como una demostración también gravísima de pérdida de confianza, la respuesta del Gobierno de Guatemala fue insolente: los vehículos J8 y otros equipos se trasladaron a la Fuerza Aérea Guatemalteca. Y Jimmy Morales se dedicó, en medio de semejante crisis y en horario laboral, como el payaso que es, a pasearse por la zona 2 capitalina en un Mini Cooper que le prestó un amigo.
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